
Francisco, el primer Papa de la historia nacido en América Latina, tuvo en esta región algunas prioridades de su pontificado, pero también encontró enormes retos y limitaciones.
La muerte del pontífice argentino en Roma a sus 88 años deja en la región expresiones de duelo y recuerdo que evidencian la popularidad y conexión que logró con muchos fieles católicos.
Desde el primer viaje internacional de su papado, Francisco hizo de su región natal un escenario donde reclamar una Iglesia más activa en la sociedad, próxima a los humildes e involucrada en ciertos asuntos políticos.
De hecho, con gestos como su apoyo al deshielo entre Cuba y Estados Unidos o a las negociaciones de paz en Colombia, el Papa dio protagonismo al Vaticano en el continente.
Algunos expertos señalan que Francisco moldeó el rol del papado en América Latina desde que asumió el cargo en marzo de 2013.
"Como primer Papa latinoamericano y jesuita, movió la atención del Vaticano hacia el Sur Global, desafiando la desigualdad económica, la degradación medioambiental y la corrupción, problemas que han asolado a la región desde hace tiempo", dice a BBC Mundo Andrew Chesnut, catedrático de estudios católicos en la Virginia Commonwealth University.
Sin embargo, Francisco también mantuvo posturas tradicionales de la Iglesia en temas sociales como el aborto, a contracorriente de los importantes cambios registrados en algunos países latinoamericanos sobre esas cuestiones.
Y la popularidad del Papa fue insuficiente para revertir la pérdida de fieles en la región, considerada una reserva mundial de católicos, donde también persistieron los escándalos de abusos sexuales dentro de la Iglesia.
"Que la Iglesia salga"
Desde el momento en que Jorge Bergoglio pasó de ser el arzobispo de Buenos Aires al papa Francisco, fue evidente que prestaría una atención especial a América Latina.
A pocos meses de ser elegido, realizó en Brasil el primer viaje internacional de su papado y comenzó indicar a dónde quería llevar a la Iglesia, pero también a dejar claro que los cambios tendrían límites.

En esa visita a Río de Janeiro, el Papa criticó la inacción del clero, llamó a recuperar fieles que se convirtieron a evangélicos o dejaron la religión, y pidió a los católicos que fueran a las "villas miseria" o "favelas" de las ciudades, una de las cuales visitó en esa oportunidad.
"Quiero que la Iglesia salga a las calles", indicó. "Si no salen, se convierten en una ONG. Y la Iglesia no puede ser una ONG".
Durante su pontificado de 12 años, Francisco fue a diez países de América Latina y el Caribe (Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, México, Colombia, Chile, Perú y Panamá) en un total de 66 naciones que visitó en viajes apostólicos alrededor del mundo.
Eso marcó una mayor presencia del Papa en la región si se compara con su antecesor inmediato, el alemán Benedicto XVI, quien fue apenas a tres países en sus ocho años de papado hasta su renuncia en 2013.
Francisco, sin embargo, nunca retornó a su país, Argentina, oficialmente como Papa, algo que frustró a muchos de sus propios compatriotas.
Pero su relevancia en Latinoamérica fue más allá de sus viajes y sermones.

Su encíclica Laudato Si, divulgada en 2015, resonó en la región por ser la primera vez que un Papa dedicaba un documento semejante a la protección medioambiental, señalando una responsabilidad de los países ricos, las grandes empresas y el sistema económico global por el cambio climático y la pobreza que genera el uso desmedido de recursos naturales.
La mediación de Francisco para normalizar las relaciones entre EE.UU. y Cuba en 2014, tras más de medio siglo de hostilidades, incluyó negociaciones secretas en el Vaticano y mensajes directos suyos a los entonces presidentes de esos países, Barack Obama y Raúl Castro, quienes luego agradecieron en persona al pontífice su ayuda.
No obstante, varios de esos cambios fueron revertidos por el presidente estadounidense, Donald Trump, durante su primer mandato (2017-2021).
El Papa también apoyó las negociaciones de paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, algo reconocido por el entonces presidente de ese país, Juan Manuel Santos, premiado con el Nobel de la Paz por el acuerdo que culminó en 2016.

Ese año, en medio de una grave crisis política y económica en Venezuela, el Vaticano realizó además gestiones para establecer un diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y sus opositores, pero esa intervención nunca prosperó.
Francisco, que fue acusado por críticos de Maduro de actuar con tibieza ante las violaciones de derechos humanos en Venezuela, endureció su mensaje hacia ese gobierno tras las elecciones de 2024 que varios países calificaron como un fraude para mantener al mandatario en el poder.
"Las dictaduras no sirven y terminan mal, antes o después", declaró el Papa en septiembre de ese año, en respuesta a una pregunta sobre su mensaje a los venezolanos, sin nombrar directamente al gobierno de Maduro.
Desafíos y escándalos
Bergoglio asumió el liderazgo de una Iglesia con grandes desafíos y crisis, dos de los cuales involucraban directamente a Latinoamérica: la caída en el número de fieles y los escándalos por abusos sexuales dentro de la institución.
Ambos problemas parecen irresueltos.
De acuerdo a cifras del Vaticano divulgadas en octubre, en el mundo había 1.389 millones de católicos hasta fines de 2022, la mayoría de ellos (64%) en América.
Si bien esos datos muestran un aumento del número de sus fieles en el continente, otros estudios constatan un descenso sostenido en América Latina, una de las regiones con más católicos: dos de cada cinco vivían en ella al inicio del pontificado de Francisco.

Quienes se declaran católicos en América Latina pasaron del 80% de la población en 1995 a 54% en 2024, de acuerdo a la encuesta regional Latinobarómetro.
Esa caída se mantuvo durante el pontificado de Francisco, ya que en 2013 los católicos eran 67% de la población latinoamericana, según el mismo sondeo.
En simultáneo, en la región han crecido la cantidad de evangélicos (23% en 2024) y de quienes viven sin religión (19%).
"Pese a la profunda conexión cultural y espiritual del papa Francisco con su América Latina natal, ha sido incapaz de frenar el rápido declive del catolicismo en la región", dice Chesnut.
El experto señala entre las causas de este fenómeno la competencia de las iglesias pentecostales y "los prolongados escándalos de corrupción y abusos sexuales por parte de clérigos, que erosionaron aún más la confianza en la Iglesia católica, sobre todo entre los más jóvenes".
Francisco dio tempranas señales de que atacaría esos problemas.
Antes de su primer viaje a Brasil, endureció las penas del Estado del Vaticano por crímenes sexuales contra menores, y más tarde autorizó a juzgar por "abuso de poder" a las autoridades eclesiásticas que encubrieran a sacerdotes denunciados por esos delitos.
Pero los escándalos siguieron.

En 2018, la totalidad de la conferencia episcopal de Chile ofreció su renuncia a raíz del caso del obispo Juan Barros, acusado de encubrir abusos sexuales.
Francisco señaló la responsabilidad colectiva de los obispos chilenos por el manejo de esos casos y reconoció que él mismo cometió un grave error de juicio al defender a Barros durante una visita papal a Chile a comienzos de ese año.
Más recientemente, en enero, el Papa tomó otra medida inusual al disolver en Perú el movimiento católico Sodalicio de Vida Cristiana, tras una investigación sobre agresiones sexuales y físicas de sus responsables contra decenas de jóvenes que habían sido denunciadas años antes.
Un legado mixto
Francisco mantuvo en América Latina una popularidad alta, que podría ser la envidia de muchos políticos, pero las encuestas también mostraron un descenso de algunos puntos en las valoraciones positivas a lo largo de su papado.
Un estudio del Centro Pew Research en varios países de la región indicó en septiembre que el porcentaje de católicos con una opinión favorable del Papa había bajado durante una década: los declives más pronunciados se registraron en Chile (15 puntos menos, hasta 64%) y Argentina (24 puntos menos, hasta 74%).

El mismo sondeo mostró que una amplia mayoría de los católicos encuestados en esos dos países, así como en Brasil, México, Colombia y Perú, quieren que la Iglesia les permita usar métodos anticonceptivos.
Sin embargo, Francisco se mantuvo apegado a la posición tradicional de la Iglesia, contraria a los anticonceptivos o al aborto, que durante su papado fue legalizado en cambio en su Argentina natal y despenalizado en Colombia y México.
El pontífice envió algunas señales, como su permiso para que los sacerdotes perdonen a mujeres que hayan abortado, o decir que "ser homosexual no es un delito", pero sin modificar la postura de la Iglesia, que considera pecado esas prácticas.
Griselda Mata, co-coordinadora de la red latinoamericana Católicas por el Derecho a Decidir, sostiene que Francisco acercó a la Iglesia a las realidades sociales, el respeto a la diversidad sexual y la inclusión.
"Pese a que existe una deuda histórica de la Iglesia católica con las mujeres condenadas por aborto, la violencia religiosa, los derechos sexuales y reproductivos y no permitir la ordenación de las mujeres al sacerdocio", señala Mata a BBC Mundo, "valoramos el esfuerzo del papa Francisco en la construcción de paz con justicia social".

De hecho, en estos 12 años el Papa dio señales de cambios en la Iglesia sin alterar necesariamente la doctrina católica.
Al visitar Bolivia en 2015, pidió perdón "no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América".
Y ocho años después, el Vaticano repudió la "doctrina del descubrimiento" usada en la época colonial para justificar las conquistas europeas de América y África.
Pero algunos expertos advirtieron que esa declaración evitaba referirse a una revocación de las bulas (decretos) papales que apoyaron tal doctrina, o a la noción de superioridad del cristianismo que también la sustentó.
En septiembre, el Papa tomó otra decisión histórica al mudar la sede primada en Argentina, de Buenos Aires a Santiago del Estero, primera cuna del catolicismo en el territorio de ese país.
Todo indica que, tanto en su país como en toda América Latina, el papa Francisco dejó un legado de cambio y de continuismo en la Iglesia.

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