
El guionista Alex Garland y el director Danny Boyle se reúnen para una continuación de su clásico de 2002. Tiene estilo visual, enemigos aterradores y una actuación de Ralph Fiennes que se roba el espectáculo.
El filme 28 Years Later ("28 años después") es en parte una película de terror y apocalipsis zombi, en parte el ejercicio de construir un mundo medieval y en parte una historia sentimental sobre la familia.
Pero por otra parte, la más efectiva, es un viaje selvático hacia la demencia como "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad.
Esta combinación no es algo malo necesariamente, las piezas funcionan muy bien en esta secuela de “28 días después”, la gran película de 2002 sobre un virus que diezma Londres.
La nueva película es una de las más esperadas del año, sobre todo porque une nuevamente a los creadores de la original, el director Danny Boyle y el guionista Alex Garland.
Es un destello de brillantez con el talento visual de Boyle, el guion de Garland y una actuación mordaz de Ralph Fiennes, cuyo personaje aparece hacia la mitad de la película y, de manera inesperada, se convierte en su alma desconsolada.
Pero, igual que pasa con el monstruo de Frankenstein, a esta colcha de retazos se le notan las costuras y, aunque nunca aburre, tampoco alcanza a ser tan atractiva como pudo haberlo sido.
Advertencia: esta nota revela partes de la trama de la película.
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Por supuesto, mucho ha cambiado en los 23 años transcurridos desde la película original.
Boyle, que en ese momento era reconocido por películas independientes como Trainspotting, ganó un Oscar por Slumdog Millionaire.
Garland, novelista y guionista en esa época (“28 días fue su primera película), es ahora director de películas de tintes políticos, entre ellas Civil War.
El principal problema en “28 años después” es que el sesgo político de Garland y los instintos comerciales de Boyle no se mezclan bien necesariamente.

Sin embargo, el mundo que han creado es específico e impresionante, empezando por una isla en la que la gente ha sobrevivido aislándose del continente inglés -todavía asolado por la plaga- y a la que se llega a través de una calzada que solo se puede cruzar durante la marea baja.
Es una comunidad que pudo haber existido en la Edad Media. Sin los recursos del siglo XXI, fabrican sus propias flechas como armas y utilizan madera como combustible.
La actuación de Aaron Taylor-Johnson como Jamie, un esposo y padre enojado pero responsable, es impresionantemente sólida.
Jodie Comer interpreta a su esposa Isla, quién está postrada en cama y a veces delira en esta comunidad que no tiene ningún médico que la diagnostique.
Durante la mayor parte del tiempo, Comer tiene que lucir lamentable. Isla apenas puede recordar por qué Jamie está a punto de llevar a su hijo, Spike (Alfie Williams), en un viaje de ritual a su tierra natal.
Es hora de que haga su primera matanza de una criatura infectada, una táctica de supervivencia que necesitará conocer.

Acción "visceral"
Boyle aprovecha al máximo sus impactantes habilidades técnicas en las escenas de caza de padre e hijo, que son pura acción y terror zombi, llenas de movimientos de cámara cinéticos y cortes rápidos mientras Jamie y Spike corren por el bosque, disparando flechas e intentando alejarse de los infectados.
Las criaturas no son oficialmente zombis, por mucho que parezcan y actúen como tales, sino víctimas del mismo virus transmitido por la sangre que hizo que las personas se llenaran de ira en la película original, convirtiéndolas en merodeadores torpes y con cerebros infectados.
Décadas después han cambiado.
Algunos, llamados Slow-Lows, parecen hipopótamos arrastrándose sobre cuatro patas.
Otros son más rápidos e inteligentes que nunca.
Todos están desnudos, cubiertos de tierra y arrojan géiseres de sangre cuando una flecha los alcanza. El peligro se siente visceral.

Algunos elegantes detalles hacen breves comentarios sobre este mundo en conflicto.
Se escucha una grabación áspera y siniestra de 1915 del poema Boots de Rudyard Kipling, sobre soldados de infantería (el mismo utilizado en el tráiler de la película) que se escucha sobre imágenes recurrentes de guerra, desde las Cruzadas hasta las guerras mundiales del siglo XX.
El texto al comienzo de la película nos cuenta que Europa logró alejar el virus, poniéndolo en cuarentena en Gran Bretaña, la cual ha sido abandonada por el resto del mundo.
Barcos franceses y suecos patrullan las aguas para hacer cumplir la cuarentena.
Pero ese tema álgido políticamente, que pudo haber resonado tanto con la cuestión del aislacionismo actual, termina por no llevar a ningún lado.
Spike, cuya historia es tan central, es un personaje insulso. Un hilo narrativo del niño y su madre intenta resaltar la emoción e incluye un giro sobre una mujer embarazada infectada que resulta ridículo incluso para una película de terror.
Y, como se separa de la original en todos los aspectos excepto en su historia original, durante gran parte de este tramo la película resulta ser una variación más impactante a nivel visual y menos rica emocionalmente de The Last of Us .
Parte de una trilogía

El filme adquiere un poco de silencio, un tono más psicológico y se vuelve infinitamente mejor cuando llega Ralph Fiennes.
Es aquí donde Boyle y Garland realmente dan un paso adelante y reinventan el género.
El personaje de Fiennes, Kelton, vive en su ciudad natal y es médico. Spike cree que podría ayudar a su madre, mientras que Jamie afirma que todos saben que Kelton está loco.
Fiennes lo interpreta con la cabeza rapada, un pañuelo de papel y una piel que parece anaranjada.
"Disculpen mi apariencia. Me pinto con yodo", dice cortésmente cuando se encuentra por primera vez con Spike e Isla.
"Al virus no le gusta el yodo para nada".
(Sí me causó curiosidad cómo había conseguido tanto yodo después de todos esos años apocalípticos, pero no hay que ser pedantes al respecto).
Y les muestra el templo bellamente diseñado, con altas columnas hechas de huesos elegantemente dispuestas junto a una torre de calaveras.
Es, explica, un memento morí, un recordatorio de que todos morimos.
Cada cráneo le recuerda que alguna vez fue parte de una persona viva en carne y hueso, no un monstruo.
Es escalofriante, sí, pero Fiennes también presenta a Kelton como un hombre amable, de profunda compasión, que responde que ya no hay hospitales donde se pueda tratar a una persona enferma como Isla.
Es la persona más humana en la pantalla, lo que se debe en gran medida a la actuación vívida y compleja de Fiennes.
Uno de los puntos fuertes de la película es que puedes salir debatiendo qué tan loco está realmente Kelton.
“28 años después” es la primera de una nueva trilogía proyectada.
La segunda parte, escrita por Garland y dirigida por Nia DaCosta, ya se ha rodado y su estreno está previsto para enero.
Esta se llama “28 años después: El templo de los huesos”, una excelente señal teniendo en cuenta cómo el personaje de Fiennes se sale con la suya en esta película imaginativa, pero no.
*Puedes encontrar la versión original de esta reseña, publicada por BBC Culture, aquí.

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