El giro de Donald Trump han sumido a la OTAN al borde de una crisis existencial. Entre las dudas sobre la continuidad de la implicación estadounidense y la presión a favor de la autonomía europea, el futuro de esta organización de seguridad transatlántica clave nunca ha parecido tan incierto.

Por Aurore Lartigue

En la página de inicio del sitio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el amarillo y el azul de la bandera ucraniana se mezclan con la rosa de los vientos de la bandera de la organización, que se supone indica el camino común hacia la paz. El artículo afirma: “La OTAN condena en los términos más enérgicos la guerra de Rusia contra Ucrania. La Alianza sigue resueltamente comprometida a apoyar a Ucrania y ayudarla a ejercer su derecho fundamental a la autodefensa”.

Estas declaraciones parecen fuera de lugar en las últimas semanas, tras el giro de Donald Trump sobre Ucrania y el acercamiento a Moscú. Es un punto de inflexión que supone una ruptura ideológica con la OTAN, en la que Washington siempre ha desempeñado el papel protagonista. Desde su creación en 1949, durante la Guerra Fría, la alianza político-militar que agrupa a 32 países se fundamentó en la necesidad de protegerse del expansionismo de la Unión Soviética. Aunque tras el colapso de la URSS, la organización amplió sus misiones para incluir operaciones de mantenimiento de la paz, desde 2022 Rusia ha vuelto a ser designada claramente como “amenaza” en el “concepto estratégico” de la organización, que define su doctrina. Sin embargo, en las últimas semanas, el principal contribuyente de la Alianza, Estados Unidos, ha aparecido más alineado con Rusia que con sus aliados.

Los cimientos de la Alianza se tambalean

Esto plantea interrogantes sobre el futuro de la Alianza. Especialmente desde su elección, e incluso durante su campaña, Donald Trump se ha mostrado cada vez más crítico con la organización transatlántica y ha puesto constantemente en duda el compromiso de su país con ella. Durante su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, a mediados de febrero, el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, instó a los europeos a tomar su defensa en sus propias manos, al tiempo que, desde Varsovia, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, añadía otra capa, pidiendo a Europa que “invierta porque no se puede asumir que la presencia estadounidense vaya a durar para siempre”. Estas declaraciones tuvieron el efecto de un electroshock, dado que actualmente hay casi 100.000 soldados estadounidenses en Europa.

Continuando con la fragilización de la organización, el jueves 6 de marzo Donald Trump cuestionó la solidaridad de sus aliados. “Mi mayor problema con la OTAN […] es que si Estados Unidos tuviera un problema y llamáramos a Francia o a otros países que no voy a nombrar y dijéramos 'tenemos un problema', ¿cree que vendrían a ayudarnos, como se supone que deben hacer? No estoy seguro…”, dijo. Hasta la fecha, sin embargo, la única vez que se ha invocado el Artículo 5 fue por parte de Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre, que condujeron a la intervención de la OTAN en Afganistán.

Por ahora, señalan los observadores entrevistados, no ha habido ningún anuncio concreto de una retirada o retirada de Estados Unidos. “Por el momento, no ha habido ninguna declaración de la administración Trump que ponga en tela de juicio el fundamento de la Alianza, el artículo 5”, subraya Amélie Zima, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri) y responsable del Programa de Seguridad Europea y Transatlántica. Esta cláusula, que estipula que los demás Estados miembros intervendrán si un miembro es atacado, es la piedra angular del edificio de la OTAN. En “una reciente rueda de prensa”, recuerda el especialista, “un periodista en el Despacho Oval preguntó a Donald Trump si defendería a Polonia. Él respondió inmediatamente 'sí, estamos comprometidos'. A continuación, se le hizo la misma pregunta sobre los Estados bálticos. Allí hizo una especie de mueca, pensando que el asunto era más complejo, pero concluyó de todos modos: ‘Estamos comprometidos’”.

Oficialmente, la OTAN se muestra tranquilizadora. “La asociación transatlántica sigue siendo la piedra angular de nuestra Alianza”, reafirmó el 6 de marzo el Secretario General, Mark Rutte, que intenta cerrar filas y ha recibido garantías de Estados Unidos sobre sus obligaciones. Al mismo tiempo, durante la visita del presidente polaco a Bruselas, no dejó de pedir a los europeos que sigan el ejemplo de Varsovia, que gasta el 4,7% de su PIB en defensa.

“Donald Trump ha puesto en duda la fiabilidad de la OTAN”

Estados Unidos sigue formando parte de la OTAN, pero los cimientos de la Alianza se tambalean. “Si nos fijamos en el espíritu de las declaraciones y en el giro de Trump hacia Rusia, es evidente que se ha introducido una duda”, afirma Fabrice Pothier, exdirector de prospectiva de la OTAN entre 2010 y 2016. 

Aunque los temores a una retirada norteamericana se están haciendo sentir, para Alexis Vahlas, director de un Master en seguridad europea en Sciences Po Estrasburgo y antiguo asesor político de la OTAN, esta opción sigue siendo poco probable. “La OTAN -señala- sigue siendo una palanca de influencia y una herramienta de interoperabilidad esencial para Estados Unidos”.

Pero el carácter imprevisible de la administración Trump obliga a considerar todos los escenarios. ¿Podría funcionar la OTAN sin Estados Unidos o con menos participación estadounidense? Teniendo en cuenta que Estados Unidos representa alrededor del 70% del gasto militar de los países de la OTAN y que el artículo 5 se basa en la fuerza militar estadounidense, en particular en su arsenal nuclear, se trataría en cualquier caso de un trastorno sin precedentes para la Alianza, que perdería gran parte de su credibilidad.

El 7 de marzo, un informe de los medios de comunicación suecos que citaba fuentes no identificadas de la OTAN parecía indicar que Estados Unidos había informado a sus aliados de la OTAN de su decisión de dejar de participar en la planificación de futuras maniobras militares en Europa a partir del 1 de enero de 2026. Esta información no ha sido confirmada. Una fuente militar estadounidense citada por el medio especializado estadounidense Stars and Stripes afirmó el lunes 10 de marzo que la OTAN “seguía preparándose para ejercicios militares en los que participará Estados Unidos este año y en adelante”. Todo ello ilustra la febrilidad reinante. “Estos ejercicios son fundamentales porque son representativos de la capacidad de la Alianza para cumplir su misión de defensa colectiva. Si no hay más ejercicios, ya no hay demostración de credibilidad y adiestramiento conjunto. Esa es la gran fuerza de la OTAN”, señaló el general Jean-Paul Paloméros, ex Comandante Supremo Aliado de Transformación de la OTAN, en declaraciones a Romain Lemaresquier, del servicio internacional de RFI.

Crear una alternativa

“Hoy existe un sentimiento de ansiedad que determina una doble actitud”, afirma Alexis Vahlas. “Por un lado, se trata de intentar preservar la cohesión occidental y, por otro, los 23 Estados miembros de la UE presentes en la OTAN se preparan para apoyarse más en sus propias estructuras de defensa. Bruselas ha validado el plan “Rearmar Europa”, movilizando unos 800.000 millones de euros para la defensa europea. “Pero no hay exclusivismo”, insiste el especialista. En otras palabras, se trata de mantener “operativos” ambos mecanismos: salvaguardar al máximo la OTAN al tiempo que se refuerza la alternativa europea.

“La OTAN no está necesariamente muerta como organización, pero es menos fiable, por lo que hay que crear una alternativa suficientemente creíble”, afirma Fabrice Pothier, para quien la alternativa se está construyendo fuera de los marcos habituales de la seguridad europea, la OTAN y la UE, en torno a una coalición de países clave.

“La evolución estadounidense, tanto en términos de apoyo a Ucrania y de acercamiento a Rusia, como con la introducción del carácter transaccional de la garantía de seguridad, representa evidentemente un desafío para la Alianza transatlántica en un contexto en el que la amenaza es mayor que en cualquier otro momento desde la Guerra Fría. Pero eso no impide que la OTAN siga siendo un foro de consultas políticas, un marco de planificación para la disuasión y la defensa, y la interoperabilidad de nuestros ejércitos”, afirma Muriel Domenach, ex embajadora francesa ante la OTAN. “Mientras hablamos, los ejércitos europeos trabajan dentro del marco de la OTAN, y esta cooperación resulta útil sea cual sea el marco – UE, OTAN o ad hoc”, agrega.

 

Esta no es la primera crisis de la OTAN, y ya se ha cuestionado su continuidad: durante su primera campaña en 2016, Trump consideró que la organización estaba “obsoleta”, antes de dar marcha atrás. En 2019, Emmanuel Macron denunció que la organización estaba “en estado de muerte cerebral”, mientras que Estados Unidos decidió retirar unilateralmente sus tropas de Siria. Pero la invasión de Ucrania en 2022 dio un nuevo sentido a la organización, que hasta entonces había mostrado cierta unidad. “La OTAN ya ha pasado por algunas crisis importantes”, añade Amélie Zima. “En los años sesenta, cuando pasamos de la doctrina de la represalia masiva a la respuesta graduada, De Gaulle ya expresaba sus dudas sobre la voluntad de los estadounidenses de defender Europa y, en particular, de utilizar armas nucleares”, dice. Francia incluso abandonó el mando integrado de la OTAN en 1966 -reinstaurado en 2009 con Nicolas Sarkozy-, ya que el general De Gaulle prefería mantener su independencia estratégica respecto a Estados Unidos.

Según Natalia Pouzyreff, copresidenta de la delegación francesa en la Asamblea Parlamentaria de la OTAN, la cuestión inmediata es el apoyo a Ucrania. “Es sobre esta cuestión sobre la que los europeos quieren reanudar el diálogo con Estados Unidos», explica. “Para nosotros, hay una continuidad. Ucrania es nuestro escudo y es el escudo de Europa, y si Europa no está segura, eso no es bueno para los estadounidenses”, asegura.

Pero hoy, más allá de las dudas sobre el compromiso estadounidense, la postura de la administración Trump se ha desviado claramente de los valores que promueve la organización: libertad, democracia, Estado de derecho, etc. “Siempre ha habido desviaciones de los valores que promueve la organización. Siempre ha habido desviaciones, como con la Hungría de Viktor Orban y Turquía, pero es la primera vez que estas desviaciones las hace la primera potencia política y militar de la OTAN”, subraya Amélie Zima.  

La cumbre de la OTAN está prevista para junio de 2025 en La Haya. ¿Podría producirse un cambio en el concepto estratégico de la organización, en el que Rusia dejara de ser designada como “la principal amenaza más importante” para los aliados, al igual que China aparecía en la última revisión? No parece que esto sea una posibilidad. “Si los estadounidenses presionaran para institucionalizar su posición, creo que podríamos estar abocados a una verdadera crisis institucional”, afirma Fabrice Pothier. “Una cosa es tener un espíritu que ya no es el de la concordia transatlántica, y otra muy distinta plasmarlo en la letra misma de la institución”.

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