Este viernes 28 de junio se firma en Washington un acuerdo de paz entre los ministros de Asuntos Exteriores de la República Democrática del Congo y Ruanda. Se trata de un texto impulsado por Estados Unidos, que interviene en un contexto de tensiones persistentes en el este de la República Democrática del Congo. El acuerdo consta de dos partes: seguridad y economía.
Por Patient Ligodi
Seguridad: cese de las hostilidades y compromisos contra los grupos armados
Según documentos consultados por RFI y fuentes cercanas a la mediación, el proyecto de acuerdo prevé en primer lugar el cese de las hostilidades entre los dos ejércitos nacionales. Kinshasa y Kigali se comprometerían a no cometer más agresiones, ya sean directas o indirectas, y a resolver sus diferencias por medios pacíficos.
A continuación, el texto aborda la cuestión de los grupos armados, en particular las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) y el AFC/M23. Ambos países se comprometen a no prestarles ningún tipo de apoyo.
Para supervisar la aplicación de estos compromisos, las partes se remiten al “concepto de operaciones” definido en Luanda en octubre de 2024. Este documento prevé la localización, identificación y neutralización de los combatientes de las FDLR, con dos opciones: la repatriación voluntaria a Ruanda u operaciones conjuntas de desarme llevadas a cabo por las fuerzas congoleñas y ruandesas.
En lo que respecta al AFC/M23, el proceso es distinto. Este grupo ya se beneficia de un diálogo político directo con Kinshasa, llevado a cabo en Doha, Catar. Por lo tanto, las decisiones tomadas en Washington deberán completarse con un acuerdo separado entre la RDC y el AFC/M23.
Por último, se prevé un mecanismo conjunto de seguimiento para garantizar la correcta aplicación del texto. En él participarán representantes de la RDC, Ruanda y la mediación.
Economía: cooperación bilateral, integración regional e intereses estadounidenses
En el plano económico, según nuestra información, el acuerdo se basa en una arquitectura de tres niveles.
En primer lugar, un marco bilateral. Kinshasa y Kigali desean reforzar su cooperación en prioridades consideradas estratégicas: gestión de los parques nacionales, desarrollo de la energía hidroeléctrica, seguridad de las cadenas de suministro de minerales. El objetivo es crear cadenas de valor integradas y transparentes, “desde la mina hasta el metal transformado”, según los términos empleados por los equipos de facilitación.
En segundo lugar, una dimensión regional. Ambos países tienen previsto apoyarse en estructuras ya existentes, como la CIRGL, el COMESA o la Comunidad del África Oriental (CAO), para avanzar hacia una integración económica progresiva. Se trata de estimular el comercio, atraer inversiones y, sobre todo, “romper los circuitos de contrabando”. También deberían establecerse mecanismos de auditoría independientes para controlar las cadenas mineras, los proyectos de infraestructura y los acuerdos económicos, con una mayor vigilancia de la transparencia y la lucha contra la corrupción.
En tercer lugar, el papel de Estados Unidos. Washington desea implicar a sus inversores, especialmente en el sector minero, pero también en otros ámbitos. Esta implicación no se limita a las provincias de Kivu del Norte y Kivu del Sur: también afecta a otras regiones del país.
Félix Tshisekedi: “Esta paz podría hacerse realidad”
En una entrevista concedida esta semana a la periodista estadounidense Hariana Verás, el presidente congoleño Félix Tshisekedi elogió la implicación personal de la administración Trump. “No hay nada mágico en este acuerdo”, afirmó. “Se trata de una toma de conciencia por parte de la administración estadounidense sobre un conflicto que dura desde hace unos 30 años y que ha causado millones de víctimas”.
El jefe de Estado congoleño insiste en la doble naturaleza del conflicto. “Se trata, en primer lugar, de poner fin a la guerra, de conseguir la retirada incondicional de los grupos armados. Pero, más allá de eso, también hay que resolver esta guerra que es, fundamentalmente, una guerra económica”.
Recuerda que, al llegar al poder en 2019, propuso una cooperación económica a los países vecinos para evitar tensiones. Si bien las relaciones con Uganda y Burundi han mejorado, acusa a Kigali de haber “iniciado una guerra contra nosotros” en 2022.
Félix Tshisekedi reconoce la implicación personal de Donald Trump: “Se ha involucrado personalmente en este asunto, y le estamos agradecidos”. Cita el nombramiento del Dr. Massad Boulos como jefe de misión, el apoyo de Catar y el del presidente en ejercicio de la Unión Africana, Azali Assoumani.
Análisis: entre la prudencia y la esperanza
Algunos observadores se muestran cautelosos. Para el profesor Tshibangu Kalala, especialista en derecho internacional, el principal obstáculo sigue siendo Kigali. “Ruanda no respeta su propio compromiso”, afirma, recordando que en octubre de 2004 se asumieron compromisos similares en Kigali bajo la mediación estadounidense. “Hoy en día, Ruanda está haciendo exactamente lo contrario de lo que se comprometió en 2004”, constata, y pide vigilancia en cuanto a la aplicación.
El politólogo Christian Moleka, por su parte, insiste en la novedad del enfoque estadounidense: “Lo que es diferente aquí es la capacidad de Estados Unidos para imponer una mesa redonda. Ni Luanda ni Nairobi habían logrado reunir a Kagame y Tshisekedi”. También destaca la fuerza de la influencia económica estadounidense: “Estados Unidos quiere asegurar su suministro de materias primas críticas. Este interés estratégico da peso a su diplomacia”.
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