Investigadores de la Universidad de los Andes en Colombia determinaron que la edad de consentimiento, fijada en 14 años, dificulta la labor de las autoridades para enfrentar los delitos de abuso sexual infantil en ese país. Asimismo, el uso de plataformas y redes digitales se han vuelto tierra fértil para monetizar los materiales de explotación y perpetuar el abuso.
Por Mariana Rivera Ramírez
Childlight, instituto global de datos sobre seguridad infantil, presentó un análisis exhaustivo sobre el negocio de la explotación y el abuso sexual infantil. El informe menciona que el 3,5 % de los niños y niñas a nivel mundial ha sufrido extorsión sexual en el último año, y el 4,7 % lo experimentaron en algún momento de su niñez.
El doctor Arturo Harker Roa, profesor Universidad de los Andes de Colombia y Director del Centro de Investigación IMAGINA, es coautor, junto a Kevin Mujica, de un capítulo del informe dedicado a esta problemática en su país. Él y su colega apuntan que la actual edad de consentimiento crea una laguna legal que los abusadores aprovechan. Por lo tanto, aumentar la edad por ley es urgente.
“Que haya una ley que claramente diga que el consentimiento es a partir de otra edad (…) empieza a facilitar otros mecanismos, más allá de llevar a la justicia estos casos, sino que empieza a empoderar al resto de los ciudadanos, a los que estamos alrededor, a estar más atentos a reportar y a no dejar pasar este tipo de situación” indicó Harker.
Actualmente en el plenario colombiano está el Proyecto de Ley, número 182 de 2023, que establece penas de 9 a 13 años de cárcel para quienes tengan relaciones con menores de 16 años. Este fue aprobado en primer debate en junio de 2024 y ahora está a la espera del segundo debate.
El cambio en la legislación es solo un paso para enfrentar la compleja problemática de explotación sexual, pues las redes criminales operan con modelos diferentes que complejizan su rastreo. El profesor Harker explicó que hay presencia de “macro estructuras criminales como el Tren de Aragua”, pero la mayoría son pequeños negocios que se disfrazan de comercios legítimos: “agencia de viajes, agencias de modelaje, agencias de eventos” agregó el investigador.
Internet, tierra fértil para comercializar los materiales de explotación
Como es común en estos casos, los niños y niñas en situación de vulnerabilidad son endulzados con falsas promesas de mejorar su vida y terminan en círculos viciosos y de control. Según el informe, el valor de los encuentros abusivos podía oscilar entre 200 mil pesos colombianos (45 dólares estadounidenses) y tres millones de pesos (menos de 700 dólares estadounidenses), dependiendo del perfil de las víctimas, quienes suelen recibir entre el 30 % y el 60 % por cada encuentro.
Aunque en la calle los contratos se suelen hacer en efectivo para evitar dejar rastro, en el mundo digital el pago con criptomonedas o el uso de la Deep o Dark Web son algunas de las estrategias que perpetúan la explotación.
“Una estrategia para evadir la ley es que se bloquea el IP para que no pueda reproducido y compartido en Colombia y de esa manera la gente ni se entera, y no hay reportes, comparte y se monetiza; y se convierte en un negocio a través de la Dark Web y a través de otras redes, algunos investigadores mencionaron, por ejemplo, Telegram” explica el Dr. Arturo Harker Roa.
Los expertos recomiendan que, al tratarse de un problema global, debe implementarse un sistema estándar de multas que no diferencie países, como ya se hace en la Unión Europea, Reino Unido y Australia.
“Las fronteras se desdibujan y entonces todo ejercicio de sanción y de marcos regulatorios debería ser sin fronteras y debería recaer la responsabilidad sobre quienes están facilitando el compartir estos materiales” enfatiza el investigador.
Los resultados del estudio en Colombia se respaldan por 11 entrevistas a expertos en investigación de la explotación sexual comercial en el país suramericano. El informe, de casi 100 páginas y que está en línea, también arroja luz sobre otros casos en el mundo donde niños y niñas sufren este flagelo.
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