El 13 de noviembre del 2015, comandos del grupo yihadista Estado Islámico mataron a 130 personas en la sala de conciertos El Bataclan, en terrazas de restaurantes y bares. También lo hicieron cerca del Estadio de Francia, en la  ciudad Saint-Denis. Estos atentados, así como los que se perpetraron contra la redacción del satírico Charlie Hebdo el mismo año o el supermercado judío Hyper Casher, y otros ataques terroristas – que ya anunciaban la fatídica fecha, pusieron la lupa en el fenómeno de radicalización. ¿Por qué jóvenes criados en Francia en la escuela de la República asesinaron a sus compatriotas ? 

"Esta experiencia clínica me marcó mucho. Sigue siendo para mí un paradigma. Lo que me impresionó mucho era el hecho que estos niños, estas niñas, estaban totalmente desesperados. Tenían problemas muy diferentes. Pero tenían en común el hecho de que no habían encontrado nada para darle un sentido a su existencia. Era como si solo esa violencia podía darle un sentido a sus vidas de niños", cuenta la psiquiatra Marie Rose Moro, que formó parte del Comité Científico de Prevención de la Radicalización impulsado por el gobierno francés.

Moro y sus colegas recibieron a adolescentes de 13 a 18 años que llegaban hasta ellos por medio de la policía. La también profesora en la Universidad de París y jefa de servicio de la Casa de Solenn  de adolescentes del Hospital Cochin de París, destaca que muchas adolescentes se radicalizaban, no era solo una cuestión masculina.

Recuerda particularmente el caso de una jovencita que estaba en el aeropuerto a punto de despegar. Se iba a Siria para unirse al grupo Estado islámico: "Ella quería realmente escaparse de la casa. Tuvimos que decirle que no la podíamos dejar marchar. La dejamos internada en el hospital. Y al día siguiente estaba ya totalmente deprimida. Se quería morir. Ya no quería vivir el día siguiente". De la radicalización a la depresión en 24 horas.

Una cuestión identitaria

Otro punto en común de todos esos adolescentes radicalizados es la cuestión identitaria. La gran mayoría eran hijos de migrantes que habían crecido en Francia en la escuela laica y gratuita de la República: "Había niños migrantes de todas partes no solo del mundo islámico. Venían de Sri Lanka, de la India. Pero también había niños de migrantes y también había niños autóctonos. Es decir, sus familias eran francesas y desde varias generaciones. Pero estos niños que se radicalizaron, muchos de ellos se convirtieron. Eran, por ejemplo, judíos y se convirtieron al Islam. Lo mismo con padres católicos que se convirtieron".

"Es bastante sencillo, lo puedes hacer por teléfono. Esto era algo muy común a todos esos niños y esas niñas. Estaban buscando un sentido a la vida y también valores, que solo encontraban en esa ideología de violencia extrema", agrega.

Lo que notaron los profesionales en los años más álgidos que siguieron al 13 de noviembre fue la diferencia en la radicalización de los adolescentes y las adolescentes. Si los chicos se enfocaban en "la guerra" y la Kalashnikov, las chicas intelectualizan más su radicalización con lecturas "filosofando más". También son más jóvenes, entre 13 y 15 años.

De la vulnerabilidad al islám radical

Lo que ha quedado en evidencia es que la radicalización prospera en los individuos vulnerables. En hogares donde hay ruptura. Pero no todos los chicos vulnerables van a ser terroristas. ¿Qué es lo que determina que esa vulnerabilidad se convierta en Islam radical?

"Es verdad que eso muchos investigadores lo han intentado estudiar porque algunas veces nos da la impresión que es poca cosa lo que hace pasar de [esta desesperación a la violencia]. Pero lo que sí hemos notado es que cuando a estos chicos no les importa su historia, cuando ya no tienen vínculo con sus padres, sus amigos, con la gente del barrio, cuando ya no pueden compartir, entonces en ese momento pueden decidir que ya no tienen nada que perder", responde Marie Rose Moro.

Es ese punto de quiebre que buscaron evitar a todo precio con los jóvenes que recibieron y que todavía no habían pasado al acto: "Nuestra función era curarlos y sacarlos de este mundo. Lo primero era encontrar puntos, no solo para discutir, pero para que ellos pudieran compartir algo con otras personas, adultos, pero también otros adolescentes para entablar conversaciones reales lejos de los teléfonos" por donde entra la propaganda islamista.

Padres impotentes ante la radicalización

En este proceso los padres son fundamentales. Padres que en un principio pudieron a veces sentirse aliviados porque un chico turbulento encontraba sosiego en esta ideología. Pero era solo temporal y pronto muchos padres se encontraron totalmente rebasados por la violencia de sus hijos. 

"El papel de los padres es muy difícil. Es verdad que muchas veces no se pueden representar lo que están viviendo estos hijos. Y hay que también decir que como son adolescentes, algunos de estos chicos y de estas chicas se oponen a los padres. Me acuerdo de un chico cuyo padre y madre venían de Argelia. Intelectuales, ateos. Y este chico quería imponer a su madre que pusiera el velo, que rezara, se ponía contra los valores de sus padres. Un día le quiso cortar la mano a su madre porque estaba fumando". 

Si bien una serie de instituciones y la urgencia post-atentados multiplicaron las iniciativas para acompañar a esos jóvenes y a sus padres, sumándose a todo el arsenal jurídico y de seguridad que se implementaron en la época, poco a poco se han ido diluyendo. Eso sí, Marie Rose Moro sigue recibiendo pacientes radicalizados: "Ahora, un 50% son chicas. Para mí está cambiando eso. Ya no es ese fenómeno colectivo que hubo en un momento es algo más de individuos". 

Aunque los conocimientos sobre el fenómeno de radicalización se han ido afinando todavía quedan lecciones por aprender porque el fondo del problema subsiste: "Lo que nos falló es no entender que era un fenómeno global. Era el malestar muy fuerte de una generación de jóvenes. Una generación sin perspectivas. Lo que nos falló es no tener una mirada más benevolente sobre las dificultades de nuestros jóvenes."

Sufrimiento individual en un contexto colectivo heredado de la violencia

Estos atentados y los más de 50 que se contabilizan entre 2010 y 2020 pusieron a prueba el cosmopolitismo francés. En su libro 'Madres, padres, bebés, familias y diversidad cultural' la psiquiatra sostiene que el enfoque transcultural puede ser una herramienta para ayudar a los padres migrantes y a sus hijos: "Es esa idea que los aspectos colectivos, culturales, de identidad, son muy importantes en todos esos sufrimientos colectivos de nuestros jóvenes y que hay que tomar en cuenta. Hay que tomar también en cuenta la Historia, porque la historia de la colonización en Francia es muy violenta. Es una cuestión política que no está resuelta".

Con los cambios geopolíticos en Siria y en Irak, el grupo Estado Islámico ha cambiado de estrategia y desplazado su centro de gravedad, aunque se documenta un aumento de su actividad en Siria. La rama Estado Islámico del Khorasan sigue reclutando y siendo la principal amenaza terrorista para Francia.

Sin embargo, el peligro ahora proviene de individuos cada vez más jóvenes, como lo identifica la psiquiatra en su práctica, que se radicalizan por sí mismos en el territorio nacional a través de las redes sociales y al margen de las organizaciones islamistas tradicionales, según analizan especialistas. 

#EscalaenParís también está en redes sociales.

Un programa coordinado por Julia Courtois, realiado por Souheil Khedir y Vanessa Loiseau.

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