Según el barómetro EY 2025, Francia sigue siendo el país europeo más atractivo para los inversores extranjeros. Pero tras este claro liderazgo se esconden señales de alarma. Menos proyectos, presión sobre los costes y grandes expectativas de estabilidad y simplificación por parte de las empresas.
Para entender bien la posición francesa en el barómetro de la consultora EY, primero hay que ampliar el foco al ámbito europeo. En 2024, Europa registró el nivel más bajo de inversión extranjera directa (IED) de los últimos nueve años. Una clara contracción, causada por el débil crecimiento de la zona euro, el aumento de las tensiones geopolíticas y el incremento de las barreras comerciales. Mientras tanto, Estados Unidos prosigue su ascenso. Su IED aumentó un 20%, impulsada por un crecimiento dinámico y una política industrial ambiciosa. En comparación, los países de la Unión Europea parecen encontrarse en una situación frágil.
Francia sigue en cabeza, pero bajo presión
Francia sigue en lo más alto del podio europeo por sexto año consecutivo. Conserva así su estatus de país más atractivo del continente. Pero esta clasificación oculta una realidad más matizada. El número de proyectos de inversión extranjera ha caído un 14% en un año. El resultado: menos puestos de trabajo creados y una preocupante pérdida de impulso. Las razones de este descenso están bien identificadas por los inversores: los costes laborales son demasiado elevados, los precios de la energía desincentivan, la complejidad administrativa, el acceso a terrenos industriales es limitado y falta robotización en determinados sectores. Estos son sólo algunos de los retos que hay que afrontar si se quiere revitalizar el dinamismo económico de la región.
Activos sólidos… y expectativas igualmente altas
Afortunadamente, frente a estas debilidades, Francia puede contar con algunas bazas sólidas. Tiene un gran mercado interno -67 millones de consumidores-, centros científicos reconocidos, universidades de calidad, infraestructuras de alto rendimiento, una mano de obra cualificada y una calidad de vida atractiva. Algunos sectores se mantienen especialmente pujantes, como la inteligencia artificial, las energías renovables y la agroalimentación. Por el contrario, la industria, en particular la química y la automovilística, está sufriendo de lleno la presión de los costes.
Los inversores internacionales buscan ahora un restablecimiento de la confianza, una mayor estabilidad política y presupuestaria y un apoyo más claro de los poderes públicos. La disolución de la Asamblea Nacional hace casi un año ha creado inseguridad. Por último, para hacer frente a la competencia estadounidense, los empresarios reclaman una verdadera estrategia industrial europea. Quieren una mayor coordinación entre los 27 miembros de la UE, tanto en materia de reglamentación como de apoyo financiero. El objetivo es evitar que Europa actúe de forma aislada y pierda terreno frente a los gigantes mundiales.
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