La final del concurso más popular de Europa se celebrará este sábado 18 de mayo en Basilea (Suiza). Mientras que Suecia o Austria parecen tener la victoria al alcance de la mano, la cantante Louane podría dar a Francia un puesto destacado.
Por Patrice Demailly
No hay por qué fingir un entusiasmo desenfrenado. Salvo que ocurra algo increíble en la recta final, Francia no ganará Eurovisión (nada nuevo por aquí). La suerte parece inevitablemente echada en cuanto al resultado de esta 69ª edición. Con siete victorias (empatada con Irlanda, que no gana desde 1996) y 17 lugares conquistados entre los cinco primeros, Suecia tiene muchas posibilidades de volver a ganar, dos años después de Loreen y su imborrable “Tattoo” (casi 720 millones de streams en Spotify).
Desde que ganaron el Melodifestivalen, una selección nacional de seis semanas de duración, el grupo KAJ no ha dejado de ganar, imponiéndose una y otra vez a las casas de apuestas. Un trío finlandés que canta en sueco pero celebra las saunas de su tierra natal en su canción “Bara Bada Bastu”. Humor desenfadado, teatralidad kitsch, folk pop con tintes de acordeón y un ritmo endiabladamente embriagador. Una propuesta que va a contracorriente de lo que suele ofrecer Suecia y que, al parecer, está calibrada para triunfar en el voto a distancia.
El que podría desbaratar los pronósticos es JJ, de Austria. Este joven de veinticuatro años, con voz de contratenor y orígenes filipinos, es también un firme segundo favorito. Su tema “Wasted Love” combina arte lírico y techno en una dinámica similar a la del ganador del año pasado, Nemo.
Podría ser el ganador de todos los puntos otorgados por los jurados. Dada la fiabilidad de las casas de apuestas a la hora de decidir el ganador -solo se han equivocado dos veces, en 2017 con el portugués Salvador Abrial y en 2018 con el israelí Netta (ambos anunciados como finalistas)-, es difícil imaginar un escenario que no sea el de estos dos aspirantes a levantar el trofeo.
Louane, cantante consagrada, representa a Francia
Louane, con su canción “Maman” (Mamá), a la que los pronosticadores auguraban un tercer puesto, cayó un puesto tras la actuación de la candidata holandesa Claude (“C’est la vie”, una canción bilingüe en francés e inglés) en la semifinal del martes por la noche. E Israel gana terreno. Es posible que el representante francés quede entre los cinco primeros, o incluso consiga la medalla de bronce si se alinean los planetas. Pero los franceses deben ser prudentes: ¿no se preveía en años anteriores que La Zarra, Bilal Hassani y Madame Monsieur figurarían entre los favoritos antes de acabar languideciendo en la segunda mitad de la clasificación?
Otro rasgo llamativo del concurso de este año es el renacimiento de la lengua francesa. Cinco países han elegido esta opción. Mientras que los Países Bajos e Israel han salpicado sus letras algunos elementos, Francia, Suiza y Luxemburgo, de vuelta tras treinta y un años de ausencia, presentan una canción íntegramente en francés. El representante estonio, en cambio, ha optado por la provocación, presentando una serie de tópicos sobre Italia (mafia, espaguetis, lujo ostentoso, etc.) que probablemente serán recibidos con frialdad por nuestro vecino transalpino.
Polémica e incertidumbre
También está la tensión en torno a la participación de Israel en este acontecimiento musical. Entre una carta abierta escrita por más de 70 ex concursantes pidiendo la exclusión de la cadena nacional KAN del concurso y las manifestaciones en las calles de Basilea por la situación en Gaza, las protestas siguen multiplicándose. En 2024, la actuación de Eden Gohan fue cubierta de abucheos. Yuval Raphael, candidata de este año y superviviente del atentado terrorista del 7 de octubre de 2023, se prepara quizás para correr la misma suerte.
Por último, Céline Dion. ¿La estrella, que defendió triunfalmente los colores del país anfitrión en 1988 (“Ne partez pas sans moi”), estará presente el sábado por la noche en el escenario de Basilea? Un mensaje suyo, emitido durante la primera semifinal, deja la puerta abierta a esta posibilidad. Así pues, el suspenso se apodera de los numerosos aficionados a Eurovisión que, por primera vez, podrán disfrutar de una “fan zone” en el corazón de la plaza de la Bastilla de París.
Prueba de la renovada popularidad del concurso, que se ha sacudido su imagen anticuada y atrajo el año pasado a 5,4 millones de telespectadores. Casi tres veces más que la ceremonia de las celebraciones francesas Victoires de la Musique, y dos veces más que la final local de The Voice.
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