A partir del 14 de octubre de 2025, Microsoft, el gigante informático estadounidense, dejará de ofrecer actualizaciones automáticas para Windows 10. La penúltima versión de su sistema operativo sigue funcionando en cientos de millones de computadoras en todo el mundo. Esta polémica decisión podría costar miles de millones de euros a empresas y gobiernos de todo el mundo.

En un primer momento, el anuncio de Microsoft sobre el fin de las actualizaciones automáticas para Windows 10 pasó prácticamente desapercibido fuera de los círculos especializados. Sin embargo, lo que está en juego es muy importante: Windows es un sistema operativo, un conjunto de programas que hace funcionar todos los demás. Si un ordenador o un smartphone fueran edificios, el sistema operativo sería sus cimientos.

En el caso de los teléfonos, el mercado está dividido en dos entre Android y el iOS de Apple, que se reparten aproximadamente el 70 % y el 30 % del mercado, respectivamente. En informática, Microsoft es, desde sus inicios, el actor dominante del mercado. Windows está instalado en más del 70 % de los ordenadores del mundo. Solo Apple le hace competencia con sus MacBook, mientras que el software libre como Linux sigue ocupando un lugar marginal.

“Computadoras perfectamente funcionales”

Windows es el sistema operativo más popular y Microsoft ofrece regularmente nuevas versiones. La última, lanzada en 2021, se llama Windows 11. Para fomentar su adopción —y, de paso, impulsar sus herramientas de inteligencia artificial integradas—, Microsoft anunció en 2024 que dejaría de actualizar Windows 10, la versión anterior, a partir del 14 de octubre de 2025. En otras palabras, la empresa ya no intervendrá cuando se identifiquen fallos que puedan ser explotados por piratas informáticos. El problema es que Windows 10, lanzado en 2015, sigue siendo la versión de Windows más utilizada en el mundo.

Microsoft ofrece la posibilidad de pasar a Windows 11 de forma gratuita, pero cientos de millones de computadoras no tienen la potencia suficiente para realizar la transición. “Computadoras perfectamente funcionales se verán de repente expuestas a graves ciberataques”, lamenta Laetitia Vasseur, cofundadora y delegada general de la asociación francesa Halte à l’obsolescence programmée (HOP, Alto a la Obsolescencia Programada).

“Un desperdicio ecológico insostenible”

El problema no solo afecta a los particulares, sino también a una parte importante del parque informático, esencial para las actividades de millones de empresas, escuelas, universidades, administraciones, hospitales, servicios públicos… En un primer momento, Microsoft les propuso prolongar las actualizaciones de Windows 10 a cambio de una suscripción. “Es lo que se ha denominado el impuesto de Microsoft”, resume Laetitia Vasseur, mientras que HOP y otras 22 asociaciones han lanzado una petición contra esta decisión de Microsoft que, hasta la fecha, ha recogido más de 48.000 firmas.

La medida podría empujar a particulares, administraciones y empresas a anticipar la compra de nuevos ordenadores para seguir disfrutando de un entorno informático fiable. Una aberración para Laetitia Vasseur. “La huella ecológica de un ordenador es mayor en el momento de su fabricación”, explica. “Tirar estos equipos a la basura por una cuestión de software es un desperdicio ecológico insostenible”, concluye.

Bajo presión, Microsoft finalmente aceptó a finales de septiembre prolongar un año las actualizaciones esenciales de Windows 10, pero solo dentro del Espacio Económico Europeo y solo por un año más.

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