El Día Mundial del Retrete, reconocido oficialmente por la ONU desde 2013, busca visibilizar que casi la mitad de la humanidad todavía carece de un lugar digno y seguro para aliviarse. La falta de saneamiento acarrea problemas graves: falta de higiene, enfermedades mortales por agua contaminada, contaminación y discriminación.
"Cada año, casi un millón de personas mueren por enfermedades causadas por agua insalubre. Sabemos cómo prevenir la diarrea, lo que permitiría evitar la muerte de 395.000 niños menores de cinco años cada año. Sin embargo, por pudores y tabúes, el tema del saneamiento apenas logra emerger como preocupación mediática o política", explica la ONG Solidarités International, que ha hecho de la lucha contra las enfermedades relacionadas con el agua su principal objetivo.
El Día Internacional del Retrete, celebrado este 19 de noviembre, reafirma esta causa como un eje prioritario del desarrollo.
En la vida cotidiana, la falta de retretes tiene múltiples consecuencias. Una de cada tres mujeres está expuesta a violencia física, mental y sexual por las largas distancias que debe recorrer para buscar agua, ir a baños públicos o salir de noche a defecar al aire libre.
Las personas mayores y quienes viven con discapacidad, por su movilidad reducida, pueden verse obligadas a tocar materia fecal al usar baños no adaptados o resbalar en superficies mojadas, lo que aumenta su sensación de pérdida de dignidad.
En 2022, solo el 57% de la población mundial disponía de servicios de saneamiento gestionados de forma segura, un aumento del 25% en 22 años. Sin embargo, 3.500 millones de personas —dos de cada cinco en el mundo— aún carecen de estos servicios.
Medio millón de personas concernidas en Francia
Sobre la situación en Francia, RFI entrevistó a Marianne Coutin, de Solidarités International Francia. "Se estima que más de 500.000 personas en Francia no tienen acceso, o lo tienen de forma limitada, a aseos y servicios de saneamiento. Son principalmente personas sin hogar, que viven en la calle, o en viviendas precarias, casas ocupadas, campamentos o refugios improvisados", explica Coutin.
En París, no hay una estimación precisa del número de personas sin acceso a baños, pero la ONG ha constatado que "la mayoría de los baños públicos están con frecuencia cerrados o dañados. Por eso, las personas sin hogar no pueden utilizarlos".
"Encontrar un retrete genera una carga mental tremenda"
La organización también observa que quienes viven en la calle sufren una "carga mental tremenda pensando dónde y cuándo encontrar un baño. Muchas personas se retienen durante largos periodos, lo que provoca infecciones y dolores abdominales. Hemos hablado con mujeres que nos explican el riesgo de agresión que enfrentan por no tener acceso a un baño cerrado. Algunas usan pañales para reducir las veces que deben defecar al aire libre. También hemos visto el impacto de este problema en la propagación de enfermedades hídricas y fecales".
Sobre los riesgos de agresión, Coutin añade: "Cuando la gente no tiene acceso a un baño público cerca del lugar donde vive de manera informal, como en campamentos de refugiados, para minimizar el riesgo de agresión suelen hacer sus necesidades al aire libre, cerca del sitio donde duermen. Esto degrada la salubridad del lugar y favorece la propagación de infecciones".
La ONG insiste en la poca visibilidad de esta problemática: “Las personas sin acceso a aseos no existen en el imaginario político o social. En la mente de los franceses, este problema simplemente no existe. Es una realidad que pasa inadvertida en las políticas públicas destinadas a quienes viven en gran precariedad. Además, es un tema tabú, difícil de expresar e incluso complicado para entablar conversación con las personas afectadas, porque implica hablar de algo muy íntimo, ligado a la dignidad y a la imagen personal”.
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