La constatación es inequívoca. El déficit comercial de la Unión Europea con China se ha disparado, alcanzando casi 300.000 millones de euros este año. Europa importa hoy el doble de productos chinos de los que exporta a Pekín. Una situación denunciada abiertamente por el presidente francés Emmanuel Macron. En los últimos días, el presidente francés ha hablado de un desequilibrio “insoportable”, al considerar que el continente europeo se enfrenta ahora a una amenaza directa para su tejido industrial.
Esta dinámica se ha acelerado notablemente desde el endurecimiento de la política comercial estadounidense. Los elevados aranceles impuestos por Estados Unidos han empujado a China a redirigir parte de sus mercancías hacia otras regiones del mundo. Y en este contexto, Europa se encuentra en primera línea. En Bruselas, la preocupación es palpable. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habla ahora de un “punto crítico” en la relación comercial entre la Unión Europea y China.
Un “nuevo shock chino” para la industria europea
Los efectos de este aumento de las exportaciones chinas se dejan sentir en casi todos los sectores. Desde la industria automotriz hasta la textil, pasando por los juguetes o la electrónica, toda la cadena industrial europea está bajo presión. La guerra comercial entre Pekín y Washington desempeña aquí un papel determinante. Si bien Estados Unidos ha logrado frenar algunas importaciones chinas, Europa parece ser la víctima colateral de este pulso. Algunos observadores ya hablan de la aparición de un nuevo “shock chino”, similar al de la década de 2000, pero esta vez con los sectores de mayor valor añadido en primera línea.
A esto se suma un fenómeno más reciente y especialmente masivo: el comercio en línea chino. Plataformas como Shein o Temu envían cada día millones de pequeños paquetes a la Unión Europea, a menudo a precios muy bajos y en gran parte fuera de los circuitos aduaneros habituales.
Bruselas endurece el tono, exponiéndose a represalias
Ante esta situación, la Comisión Europea ha decidido reaccionar. El viernes, el ejecutivo europeo anunció su intención de imponer un impuesto de 3 euros a los pequeños paquetes chinos a partir de julio de 2026. Se trata de una medida de emergencia destinada a limitar la competencia desleal de estos productos y a proteger a los comerciantes europeos. Pero esto es solo una parte de un cambio de filosofía más amplio. Tras décadas de apertura y libre comercio, el proteccionismo ya no es un tabú en Bruselas.
Actualmente se están estudiando tres grandes tipos de medidas. En primer lugar, la creación de un centro de seguridad económica, encargado de identificar los riesgos y anticipar las tensiones comerciales. En segundo lugar, una supervisión más estricta de las inversiones extranjeras, en particular las chinas, con condiciones sobre las transferencias de tecnología y la producción en suelo europeo, con el fin de evitar inversiones consideradas depredadoras. Por último, nuevas herramientas de defensa comercial, como la imposición de aranceles a los productos fuertemente subvencionados por Pekín.
Es una apuesta arriesgada. Al regular más su mercado, Europa se expone a posibles represalias chinas. Esto podría traducirse en un aumento de los precios de las importaciones, un impacto en la inflación, pero también en un debilitamiento de los exportadores europeos si el acceso al mercado chino se hiciera más difícil. Bruselas avanza, por tanto, por una línea muy delicada: protegerse frente a una competencia considerada desleal, evitando al mismo tiempo entrar en una espiral de guerra comercial fuera de control.
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