¿Quién o quiénes serán capaces de explicarle y recordarle a la gobernadora Hochul que una de las grandes necesidades (culturales y educativas) de la población dominicana del Estado de Nueva York, fundamental para la supervivencia étnica de esa comunidad a largo plazo, en medio de una sociedad que tiende constantemente a asimilar a emigrantes borrándoles su legado identitario, es la carencia de programas de cursos universitarios sobre cultura e historia dominicana para los cientos de miles de hij@s y niet@s de inmigrantes dominican@s ya nacid@s en Estados Unidos?

¿Quién le explicará a la gobernadora Hochul que tras seis décadas de inmigración masiva a Nueva York a los descendientes de l@s inmigrantes dominican@s la ciudad y el estado de Nueva York les siguen negando ese derecho educacional que les permitiría tener una conciencia histórica que les ayude a entender y apreciar el valor de su herencia cultural más allá de bailar bachata o merengue y comer mangú, y con ello tener más conciencia de su aporte humano a Nueva York y a Estados Unidos?

¿Quién en la comunidad dominicana de Nueva York tiene el poder, pero sobre todo la clarividencia y la convicción para decirle esto a la gobernadora Hochul e intentar convencerla de que, desde su posición política enormemente poderosa, con tanta decisión sobre el presupuesto público del estado, respalde la creación de cursos académicos que les enseñen a l@s jóvenes dominican@s de nuestras universidades públicas (no solo a una minoría ridícula, sino a la tod@s l@s que puedan estar interesad@s en ese aprendizaje) cómo ha sido el pasado de cinco siglos de l@s dominican@s, que explica tanto nuestra complexión racial tan compleja como nuestra cultura tan rica y diversa, pero en la que se sigue silenciando el aporte enorme hecho por nuestr@s antepasad@s sometid@s que vivieron bajo el dominio de nuestr@s antepasad@s colonizador@s?

¿Qué van a ganar tod@s esos cientos de miles de jóvenes dominican@s nacid@s y criad@s en Nueva York y Estados Unidos, y que ahora son estudiantes de nuestras universidades públicas, con esta visita de la gobernadora Hochul a República Dominicana? ¿Qué? Ciudadan@s como yo pensamos que nada, o casi nada, que para el caso es lo mismo. Unos cursos bien diseñados y enseñados por profesor@s decentemente pagad@s (que existen, pero andan buscándose la vida por todos los EEUU enseñando lo que les obliguen a enseñar) serían, sin embargo, una inversión que podría ayudar a esa numerosísima juventud a entender mejor la cultura de la que provienen y a la que no siempre comprenden ni aprecian suficientemente, un poco confundidos por la propaganda única de la cultura pública estadounidense dominante que la proclama como la más grandiosa y democrática del mundo cuando, en verdad, con todo y sus aportes, no es mejor que ninguna otra sino diferente.

Ese respaldo de parte de la Gobernación del estado neoyorquino sería decisivo para el fortalecimiento cultural de esas generaciones de dominican@s-estadounidenses que ahora están creciendo y que dentro de pocos años sustituirán a la generación de viej@s como yo que ya vamos camino “al otro lado” y hemos visto por décadas cómo se ha menospreciado a la comunidad dominicana por ser simplemente diferente a la sociedad promedio estadounidense.

¿Quién será el/la iluminad@ o el/la corajud@ que se atreva a informar a la gobernadora Hochul de una necesidad colectiva, comunitaria, tan perentoria, y que no costaría demasiado solventar en un presupuesto estatal gigantesco como el del Estado de Nueva York? No parece que vaya a ser ningún@ polític@) dominican@ de l@s actualmente elect@s en Nueva York, que parecen seguir creyendo en un concepto de cultura absolutamente trasnochado y simplista, y que por eso mismo tal vez siguen olímpica y misteriosamente indiferentes e indolentes ante esa carencia étnica colectiva.  ¿Habrá alguien más, algún@ funcionari@ dominican@ de la burocracia del Estado de Nueva York, algún@ famos@ del jet set dominicano local, algún@ empresari@ dominicano neoyorquino de l@s bastante ric@s que ya existen, que tenga visión comunitaria histórica, de largo plazo, y que pudiera hacernos el favor de hablarle a la gobernadora a nombre de los que tenemos esa preocupación?

A mí francamente no me va a impresionar para nada que la gobernadora Hochul regrese de ese viaje a RD diciendo que aprendió a comer mangú, o que probó allá un morisoñando o un mabí, o que la llevaron a bailar son en alguna plaza dominicana, ni tampoco si pudo darse un baño siquiera rápido en las aguas de Boca Chica, o si pudo visitar la Basílica de Higüey, aunque obviamente está en su derecho. Nada de eso va a servir para reparar la creciente pérdida, transgeneracional, que la comunidad dominicana va sufriendo a medida que produce generaciones y generaciones de dominican@s estadounidenses con una idea demasiado simple, demasiado mitificada y demasiado limitada de lo que es nuestra cultura como construcción colectiva de cinco siglos, y que explica y ayuda a entender como hemos sido y somos como pueblo que ha llegado a Nueva York expulsado por las desigualdades de la sociedad dominicana, y con tanto deseo de acceder a más oportunidades existenciales como voluntad de ganarse el respeto y la aceptación de la sociedad estadounidense y quienes la dirigen.

Pero por si acaso, ante esta noticia del viaje de la gobernadora Hochul a República Dominicana, aquí aprovecho este medio, desde mi condición de dominicano-neoyorquino envejeciente y trabajador de la educación y la cultura, para dejar este testimonio de opinión y de preocupación.

Nuestra juventud dominicano-neoyorquina, más que gestos públicos fugaces de las autoridades de Nueva York como una visita a República Dominicana, de las que ya se han visto tantas y tantas, necesitan sobre todo un respaldo institucional gubernamental del Estado de Nueva York a una preservación y comprensión auténtica del legado cultural e histórico particular del que son hereder@s, el más antiguo, dicho sea de paso, entre todas las etnicidades nacionales modernas de las Américas.

Anthony Stevens-Acevedo

Escritor

Investigador de la historia dominicana colonial temprana. Residente en Estados Unidos.

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