En mi artículo de la semana pasada hacía un análisis del modelo de sociedad que tenemos partiendo de los contenidos que consumen.
El artículo fue por compartido por Acento en sus redes sociales pasando de 600 comentarios y obviamente he leído algunos porque no dispongo del tiempo para dedicarme en una red social a leer todo lo que digan las personas en opiniones que muchas de ellas están sesgadas por la admiración que les generan los personajes, lo que conlleva a una defensa férrea con limitada capacidad de interpretación por eso se asume como ataque u ofensa un análisis intelectual.
Algo llamó mi atención y es que parece existir una marcada idea de que quien critique esos tipos de contenido es porque envidia la fortuna que haya generado su creador, una valoración que es propia del modelo que he llamado Sociedad de la Nada.
Es la misma tendencia que observo cuando seguidores de ciertas artistas urbanas como Yailín, por ejemplo, la defienden. Casi siempre la defensa se basa en palabras ofensivas y los argumentos en que la joven “se ha buscado su dinero” como si de eso dependiera el sentido de la vida.
El modelo de Sociedad de la Nada tiene como norte el sinsentido y la banalidad en donde el capitalismo neoliberal es quien ha diseñado una estrategia para llenar las ausencias de valores importantes con el consumo y el apego al dinero como garante de la felicidad del ser humano.
De ahí se desprende la idea de que la única manera de despertar admiración y respeto es por la vía de la generación de ingresos económicos, atrás quedó la solvencia moral de la que tanto nos hablaban nuestros padres.
Estamos ante la crisis de una sociedad que ha cimentado su régimen de valores sobre el hedonismo, el lucro y la avaricia.
En la Sociedad de la Nada el fín último de la existencia, aquello que le confiere significado, deja de ser importante. El dinero se erige en un dios, el capitalismo en su religión, el mercado en su iglesia y los mal llamados influencers en sus sacerdotes, de ahí que lleguemos al colmo de idolatrarlos sobre el argumento de que todos debiéramos ser como esas personas.
El fenómeno también se observa en la música, fundamentalmente en el dembow, cuyas letras en su gran mayoría hacen referencia a la posición económica de la mayoría de estos exponentes quienes suelen “frontear” con fortunas que en muchas ocasiones no poseen y son ficticias.
En este orden el mensaje que se envía es contrario a los valores que la sociedad centrada en valores debería promover, pero hace tiempo que eso ha desaparecido, lo que realmente importa es exhibir, presumir o frontear como se dice ahora.
Es un modelo de sociedad en donde los valores del modelo de comida rápida se aplican en todas las dimensiones. O sea, los principios del restaurante de comida rápida están invadiendo y llegando a regir un número creciente de sectores de la sociedad contemporánea haciéndoles creer que todo se puede conseguir de manera rápida, aunque se evapore como la mantequilla con el calor del sol.
Creo que aquí debe, en algún momento, imponerse algún debate sobre las cosas fundamentales porque el debate en la sociedad dominicana se ha convertido en algo pobre, sin sentido y banal.
Los llamados influencers no tendrían éxito si la educación crítica funcionara, si la sociedad no quisiera fortuna de manera fácil, si la gente entendiera que el éxito no depende de la posición económica, sino de los valores que te representan como persona.
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