La semana pasada, Fernando Abréu, un joven con sed de notoriedad, se presentó por tercera semana consecutiva a la sede de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, sin consentimiento ni autorización, acompañado de su equipo de acólitos a reclamar la expulsión del “izquierdismo y el progresismo” del seno de universidad primada de América (él pide tolerancia a su falta de respeto, pero exige expulsiones de LOS OTROS). Además, insistió en que había que “privatizarla y derechizarla”, para liberarla de los izquierdistas. Al parecer, ese joven leyó recientemente algunos informes de la Agencia Central de Inteligencia (CÍA, por sus siglas en inglés), y otros de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), además de algunos discursos del Dr. Joaquín Balaguer sobre la influencia de la izquierda en la UASD. Pero ese joven no se percató de que esos documentos son de principios de 1970. Pero tampoco le importa, porque su sueño es montarse en la ola del conservadurismo que catapultó a Javier Milei y a Charlie Kirk.
Este joven con delirio de mesías abraza el discurso ultraconservador, sin brillo ni originalidad, y con suma irresponsabilidad. En su empeño en buscar un ambiente donde encaje su discurso de una derecha supuestamente libertaria se refiere a una Universidad que solo existe en su mente enfermiza. La UASD, sin ninguna duda, es la institución más democrática del país. ¡Qué ironía! Si algo necesita la Primada de América es retomar sus principios. No se puede afirmar que la UASD no necesite cambiar, pero no para peor. Necesitamos renovar los planes de estudio; y eficientizar la gestión académica, administrativa y financiera. Pero eso esto es muy distinto de privatizarla o derechizarla.
Lejos de ceder al chantaje del ese joven con sed de fama, la comunidad uasdiana tiene que conocer y asumir los hermosos principios que deben sustentar todo el quehacer de la Universidad. Por ejemplo: 1) La UASD estará “…abierta a todas las corrientes del pensamiento científico” (Art.4); “…formará críticamente los científicos, profesionales, técnicos y artistas que demande el país para su desarrollo en todos los órdenes” (Art.5.b); “…contribuirá a la formación de una conciencia crítica (Art.5.c). asume como criterio moral “…respetar y defender la verdad, la libertad, la dignidad humana y los principios éticos” (Art.6.b).
Una conspiración contra la UASD es una conspiración contra los jóvenes más pobres de la nación. La UASD ha sido en los últimos 65 años la única oportunidad para cientos de miles de jóvenes de disfrutar de una formación de calidad.
Sería ingenuo pensar que este joven actúa sin un patrocinio, impulsado solo por su sed de notoriedad. Habría que preguntarse, quiénes están azuzando la jauría contra la UASD. Hay muchos empresarios de la educación que se beneficiarían con la destrucción de la universidad del pueblo. Siempre han soñado con una cuota de sus estudiantes y con una partida de su presupuesto. Ahora parece que también aspiran una tajada de la inmensa infraestructura de la Universidad. Sería un error limitarse a atacar al perro que ladra. Hay que cuidarse de quienes le dan comida para que ladre.
Una conspiración contra la UASD es una conspiración contra los jóvenes más pobres de la nación. La UASD ha sido en los últimos 65 años la única oportunidad para cientos de miles de jóvenes de disfrutar de una formación de calidad. Incluso, de una formación de primera en algunas áreas, como las humanísticas y ciencias sociales. Por ejemplo, esa UASD “izquierdizada” de la década de 1970 me permitió recibir la docencia de lo más selecto de la intelectualidad dominicana. En Lingüística: Celso Benavides, Maximiliano Arturo Jiménez Sabater, Carlisle González y Alberto Malagón. En Literatura: Máximo Avilés Blonda, Víctor Villegas, Abelardo Vicioso, Antonio Lockward Artiles, Rafael Valera Benítez, Narciso González, y Pedro Mir. En Ciencias Sociales: Jorge Cela (sacerdote jesuita), Marcio Maggiolo, Ciriaco Landolfi, Pablo María Hernández, Jacobo Moquete y Roberto Cassá. Muchos de estos prestantes profesores tenían ideas de izquierda que se podían percibir en sus enfoques teóricos, pero ninguno jamás pretendió adoctrinar ni reclutar a nadie por medio de la docencia, a la cual tuvo el inmenso privilegio de asistir. La UASD no me hizo izquierdista (zurdo, comunista, rojo o traidor, como gustan decirnos los ultraderechistas). A la UASD yo ingresé izquierdista. Otros, ingresaron derechistas, y se graduaron siendo derechistas. O simplemente, indiferente a las ideologías. De hecho, el Art. 2 del Estatuto orgánico de la universidad prohíbe expresamente el adoctrinamiento en sus aulas.
Si la UASD no hubiera existido con su política de puertas abiertas, cuando yo era un mozalbete, yo no habría escrito estas líneas.
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