Ha pasado poco tiempo desde la tragedia del Jet Set, lo que dificulta realizar una reflexión sobre el suceso en un momento donde debe priorizarse la accion humanitaria. No obstante, una vez pasada la fase natural de la atención sanitaria y del duelo, es necesario detenerse a pensar y aprender las lecciones que conllevan siniestros como este. Colaboro con ello, desde la limitada ayuda que la reflexión filosófica puede aportar en momentos donde la atención psicológica, así como el abrazo solidario, son más pertinentes.
En primer lugar, debemos centrarnos siempre en la dignidad de las víctimas y de sus familiares. Hay una línea difusa entre el legítimo derecho a informar y la “pornografia informativa” que se difunde para explotar de manera comercial la innecesaria exposición de los cuerpos heridos o fallecidos, así como las expresiones de dolor familiar, satisfaciendo el morbo personal inconsciente de contemplar ilesos la tragedia ajena.
En segundo lugar, el irrespeto a la dignidad de las personas también se manifiesta en el enfoque informativo. Seducidos por la relevancia del rol social de algunas víctimas, determinados medios invisibilizan a los individuos anónimos que desenpeñan roles sociales de menos estatus y glamour, a quienes se les trata como si fueran menos víctimas. Sin quererlo, se agrega más dolor a los familiares de los heridos y difuntos, a los que se les hace sentir una dolorosa marginación simbólica y, por tanto, psicológica y moral, agregada a la marginación social constitutiva que han sufrido en la sociedad dominicana.
En tercer lugar, debemos tener presente que cualquier ayuda centrada en la persona debe evitar el sentimentalismo mediático que es pasajero e instrumentalizador, así como cualquier otro tipo de instrumentalización que busque obtener capital político y mediático a costa de las víctimas y sus familiares.
Finalmente, otro aspecto importante a tomar en cuenta es un asunto más problemático: la relación entre la justicia retributiva y la reparación de las víctimas. La segunda no debe reducirse a la primera. Si las investigaciones arrojan como resultado negligencia o responsabilidad de unos determinados agentes, el castigo severo a los culpables no subsume la reparación personal. En la sociedad dominicana debemos comenzar a sustituir la apología de la furia vengativa por la justicia restaturativa que, sin abandonar la exigencia de un régimen de consecuencias, se centra en el acompañamiento y el cuidado de las víctimas.
En este sentido, es necesaria la instauración no coyuntural de programas estatales de seguimiento y acompañamiento profesional a los socorristas, a las familias de los fallecidos y a los heridos que sobreviven a una tragedia, seres humanos que merecen completar el ciclo del duelo alejados del ruido mediático que lo obstaculiza.
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