He leído su artículo profundo, temprano esta mañana con mi primer café del día. Me gusta recordar a todos mis amigos dominicanos, soy un fanático del café Montaña Verde y de Mamá Inés canela. Le he leído con mis primeras palpitaciones de este viernes, recibiendo también el eco lejano (a unos 2 kilómetros) de los rifles de asalto de gran calibre que cantarán durante todo el día…
Hace menos de 48h, escribí a una personalidad diplomática dominicana: «Al mediodía del miércoles 23 de abril, recibo un mensaje urgente de un amigo, mis reflejos me ordenan localizar inmediatamente una autoridad médica; una farmacéutica; una estructura de servicio y una de inteligencia. El mensaje recibido fue perturbador: decenas de jóvenes de la brigada cívica del barrio del Canapé Vert se dirigen al barrio de Pacot, para enfrentarse a las bandas criminales que se apoderaron de la mitad de Pacot desde hace aproximadamente un mes. Teniendo en cuenta el alcance de los cañones escuchados diariamente y la longitud de los proyectiles que aterrizan en nuestros pequeños patios, he calculado que el número de víctimas superaría al sector de Pacot.»
Los tristes acontecimientos que han tenido lugar recientemente en algunas zonas de su país y que afectan a la comunidad haitiana han llamado mi atención. Desde hace algunos días, trato de realizar un pequeño trabajo de memoria en torno a los maestros dominicanos que participaron en mi construcción artística y humana. Después de publicar cada nota, descubrí que un nombre fue omitido involuntariamente. En pocas palabras, desde hace tres generaciones, la «luna sobre el jaragua» también ha llegado a mi casa.
En estos días de conmemoración de la Revolución de abril de 1965, me atrevería a contarle que el coronel Caamaño tuvo sus admiradores en mi familia; yo soy partidario del coronel Rafael Tomás Martínez Domínguez. A pocas horas de la fecha del 26 de abril, mantengo que el presidente Juan Bosch decidió enviar al mejor de sus coroneles para enfrentar a François Duvalier.
Cuando vivía en la embajada dominicana en Pétion Ville -yo estaba allí todos los días-, me presentaron a una destacada personalidad dominicana, el Dr. Max Puig. Insistí en su nombre diciéndole que adoro la tierra de sus antepasados, Cataluña. Viví allí durante mi estancia española.
Los acontecimientos, tristes en todos los puntos de vista, que se desarrollan estos días entre nuestros dos países deben recordarnos que el trabajo educativo que nos espera es inmenso y tomará varias generaciones. Cuando enseñaba en la universidad, presenté a los estudiantes a René Fortunato y sus extraordinarios documentales.
Respetuosamente, Gilbert Mervilus
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