Como todos sabemos, la esperanza de vida ha cambiado de manera significativa en los últimos años. El promedio de vida, tanto en los varones como en las hembras, ha aumentado. Múltiples factores biopsicosociales han contribuido con esta realidad: alimentación, actitud ante la vida, mejoras en la atención médica y otros.
Según las estimaciones y proyecciones de la Oficina Nacional de Estadística (ONE) que aparecen en su página web, el segmento de la población mayor de 65 años entre los años 2020 y 2025 ha crecido a una tasa promedio de 1.12%, pasando de 767,886 en el año 2020 a 928,801 en el 2025, correspondiendo el 52% a la mujer.
Este incontrovertible hecho no ha sido acompañado, en gran parte de los países, con políticas sociales que den respuestas a las necesidades que esta población demanda. En algunos países la edad de inicio de la jubilación ha sido incrementada, manteniendo por un período mayor en el trabajo a dicha población, pero en la mayoría no.
Un aspecto de ética social, si el término pudiera acuñarse, es que luego de un prolongado ejercicio en la vida social y el trabajo, aportando recursos a la seguridad social desde joven en muchos casos, estas personas se ven excluidas de los programas de seguridad social y con ello, sufrir las consecuencias que esto conlleva.
Los costos de la atención médica y de los tratamientos se incrementan significativamente, y lo que podría considerarse una etapa de disfrute por una vida consagrada al trabajo, se ve de pronto mermada y muy mal recompensada sin que ello despierte el más mínimo sonrojo. El envejecimiento se convierte en una carga social.
Se habla del envejecimiento como un proceso de deterioro, más que de un proceso de vida, como lo es la juventud y la adultez. Es cierto que el cuerpo sufre cambios tanto en el orden morfológico como psicológico y por supuesto, funcional y bioquímicos que llevan a una pérdida progresiva de ciertas capacidades cognitivas y kinestésicas.
Estos cambios podrán ser de mayor o menor intensidad y características, dependiendo de los estilos de vida durante las etapas anteriores, como incluso, las que caracterizan la propia etapa de envejecimiento. Son muchos los ejemplos que a diario pueden verse de personas con edades avanzadas, y con diferencias abismales respecto a su salud.
Como muy bien señaló Skinner & Vaughan en su libro Disfrutar la vejez: un programa de autogestión, “un buen momento para pensar en la vejez es hacerlo mientras uno es joven, puesto que entonces puede hacer mucho por mejorar las posibilidades de que la vejez sea feliz cuando llegue”. Un buen consejo para los jóvenes.
En general, nadie quiere saber nada de la vejez, y sólo empieza la preocupación cuando es demasiado tarde, pues ella, sigilosamente, se instala en nosotros, se pone de manifiesto cuando menos lo estás esperando y nos pega fuerte, casi como un recuerdo de la rápido que se va la vida y de las consecuencias de una vida anterior de alto riesgo.
Un estilo de vida sedentario y una inadecuada alimentación, además de hábitos que no son sanos, traerá consigo que todos estos procesos puedan verse complicados y los padecimientos y enfermedades se multipliquen y hagan de la vida casi un fastidio para la persona que las padece y sus propios familiares.
Las enfermedades más comunes en esta etapa de la vida, entre otras, tienen que ver con dificultades en la visión y la audición; deterioro en las articulaciones, principalmente, en las rodillas y hombros; las vinculadas al sistema cardiovascular, como otras de origen mental, como son depresión y demencias, entre otras.
Este menú de cosas que se conocen y se saben, que son predecibles, no mueven a los sistemas de salud de los estados y gobiernos a tomar todas las medidas necesarias para afrontarlas con políticas públicas que hagan de la salud integral y su cuidado un asunto de importancia y relevancia.
Con la llamada Revolución Cultural en la China socialista se llegó a prohibir la práctica del taichí y de otras artes marciales. Se dieron muchas razones para ello y que luego tuvieron que ser revisadas por el incremento significativo de la población adulta en la demanda de atención en los centros de salud de ese país.
El Taichi es un arte marcial tradicional de la cultura china que combina movimientos intencionados, suaves y amplios, con la respiración y la meditación. Por siglos ha sido empleado, igual que el Qigong, para promover la salud y el bienestar, muy especialmente, en la población de personas envejecientes.
Muchas otras actividades pueden ser objeto de promoción y desarrollo con miras a promover una salud integral en dicha población. En la misma China, hace ya varios años, pude apreciar en los parques muchas de esas actividades: bailes, bádminton, caminatas… y muchas otras, en que hombres y mujeres podían disfrutar al aire libre.
Como otra etapa de la vida, la vejez tiene sus particularidades, aprovechar sus oportunidades está condicionada por su propia perspectiva de la vida y de usted mismo como persona. Manténgase activo, en contacto con el mundo, con el pasado y el presente, siga pensando en el futuro, pero, sobre todo, disfrute de la vida.
Luis Buñuel, aquel director de cine, dijo alguna vez: “La edad es algo que no importa, al menos que seas un queso”. Finalmente asume la idea de Pablo Picasso cuando decía: “La juventud no tiene edad”.
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