Una de las prioridades del Marco de Sendai, directrices globales de orientación en materia de gestión de riesgos de desastres, nos habla de la importancia de la comprensión del riesgo de desastres.

No se gestiona lo que no se conoce, por lo que será necesario seguir insistiendo en que un protocolo ante tsunamis no es suficiente como para decir que estamos preparados frente a ese tipo de emergencias. Seriamos ilusos y hasta irresponsables si nos creyéramos eso.

Las prioridades del Marco de Sendai llaman a la gobernanza para gestionar los riesgos, uno de los retos de mayores desafíos que tienen los países de la región, incluyendo el nuestro.

Conocer el riesgo y contar con un ambiente de gobernanza permite avanzar en la sensibilización de la población frente a los tsunamis y otros peligros. El conocer el riesgo habla de enseñar a los ciudadanos a analizar los peligros existentes en el territorio. A conocer las amenazas y a planificar su gestión.

La gobernanza se refiere a una gestión de riesgos de desastres respaldada por el marco jurídico que hacen que las normas sean fuertes y adecuadamente aplicables en los niveles centrales y territoriales.

Todos los esfuerzos cohesionados y constituidos en base compacta para manejar los riesgos de desastre. Ningún actor colocado por encima de nadie, salvo aquellos que establecen las leyes.

Las ciencias avanzan rápido, los operadores de emergencias tienen que actualizarse y renovarse permanentemente para no quedarse atrás, lo propio que las actualizaciones de sus herramientas (planes, protocolos y guías).

Hace diez años que coordiné un proyecto de alerta de tsunamis para la costa sur del país. En aquella oportunidad elaboramos varios instrumentos que aún perduran y sirven de guía a los municipios de Haina, Nigua y Palenque.

Se trata de una literatura preventiva que cuenta con medidas y contenidos interesantes, por ejemplo: “Las poblaciones vulnerables deben tener conciencia de las amenazas y de los efectos asociados a que están expuestas y ser capaces de adoptar medidas concretas para minimizar el peligro de pérdidas o daños”.

“Los dirigentes comunitarios deben comprender el sentido de las alertas que reciben, a fin de poder aconsejar, instruir o comprometer a la población, de tal manera que aumente su seguridad o se reduzca la posible pérdida de los recursos de que depende la comunidad”.

Las autoridades tenemos que indicar en los protocolos cómo la población recibe la información, tipos de mensajes de protección y a dónde tienen que dirigirse para resguardarse.

Las alertas o avisos, por súbitas que sean, deben estar bien estructuradas, apegadas al modelo estándar de un sistema de alerta temprana que cumple con sus procedimientos: conocimiento de la probabilidad del peligro, monitoreo permanentemente del peligro, divulgación del riesgo y las medidas a ejecutar y organizar la respuesta.

Bernardo Rodríguez Vidal

Psicólogo clínico

Subdirector Ejecutivo de la Defensa Civil Psicólogo Clínico, Maestría en Alta Gerencia y Especialista en Gestión de Riesgo de Desastres.

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