Santo Domingo… el grande y el chiquito, crece de forma acelerada y con este crecimiento aumentan los problemas propios de grandes centros urbanos. Uno de esos problemas tiene que ver con el tránsito; una patología que ha crecido por más de cuatro décadas y que lamentablemente ha llegado a niveles críticos, que afectan la salud de la población y la competitividad de su territorio.

Durante años se ha insistido en que la solución se encuentra en la construcción de túneles, elevados, pasos a desnivel y viaductos, lo cual unido a la ampliación de vías para habilitar nuevos carriles se ha presentado como la receta perfecta para disminuir los tapones y contribuir a que nos desplacemos con mayor rapidez a lo interno de la ciudad.

Sin embargo, la historia más reciente ha demostrado que la habilitación de más kilómetros de vía a lo interno de la ciudad solo genera un efecto placebo que agiliza la circulación por un período de tiempo, trasladando los problemas de una esquina a otra y empeorando la circulación en el mediano plazo. Esto lo confirma la bibliografía existente que aborda estos temas, donde se destaca que el aumento de más kilómetros de vía incrementa la cantidad de vehículos que transitan por ella y con ello la congestión de todo el circuito vial.

Este escenario nos muestra que las mejoras al tránsito deben ser diseñadas tomando en cuenta todo el entramado urbano y debe considerar cuatro elementos estratégicos: la gestión institucional, los incentivos al desplazamiento no motorizado, las restricciones al vehículo privado y la mejora del espacio público.

Para muestra, algunos botones de cada elemento estratégico, en cuanto a la gestión institucional se requiere reforzar el liderazgo en la planificación del tránsito, completar el registro de los modos de transporte con énfasis en las motocicletas, al igual que elevar el prestigio y las capacidades de la autoridad que gestiona el tránsito.

Los incentivos a los desplazamientos no motorizados se producen cuando la inversión pública se focaliza en mejorar los trayectos utilizados por los peatones, las bicicletas, patinetas o el transporte colectivo; de manera que se pueda equiparar o superar esta inversión a las realizadas para los medios motorizados.

Este elemento estratégico se complementa con la aplicación de restricciones al vehículo privado, de manera que al existir una oferta alternativa para desplazarse por la ciudad sin la necesidad de utilizar los medios privados de transporte, se limite los estacionamientos en las vías, se regule los días y las horas para la circulación de los distintos modos de transporte por las calles y avenidas; habilitando un circuito de estacionamientos integrados, donde se permita la participación del sector empresarial a través del arrendamiento de espacios o la operación de los puntos habilitados.

El último elemento está vinculado a la salud de la ciudad a través de la mejora del espacio público, habilitando una parrilla interconectada de espacios verdes, seguros y accesibles al servicio de quienes caminan, para conectar las arterias peatonales con las zonas residenciales y las distintas actividades que se realizan en la urbe, a través de la regulación del uso de suelo; en lugar de continuar la práctica de multiplicar los kilómetros de vía por la ciudad.

Es evidente que si Santo Domingo es para los automóviles se necesitan muchos carriles más, lo cual implicará a futuro el agregar dos o tres pisos a cada vía; ahora bien, si queremos una ciudad más humana, se necesita cambiar la receta y comenzar a visibilizar el problema del tránsito desde una perspectiva multidisciplinaria colocando el ser humano como actor principal y la gestión de la ciudad como escenario para la toma de decisiones.

Erick Dorrejo

Arquitecto

Estudió en la República Dominicana. Candidato a Doctor en Periferias, Vitalidad y Sostenibilidad Urbana por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), España.

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