América Latina encendió sus primeras pantallas en los años 50 bajo el fulgor de un mundo dividido entre democracias y dictaduras. La Guerra Fría congelaba ánimos, las dictaduras levantaban monumentos a su propia gloria y la televisión, como nueva magia tecnológica, se convirtió en un arma… o en un espejo.

Para algunos, fue el micrófono de los tiranos; para otros, el primer susurro de una libertad frágil. Esta es la historia de cómo una pantalla reflejó las luces y las sombras de un continente… y de cómo, en República Dominicana, nació entre el miedo y la esperanza.

En Argentina, Venezuela o República Dominicana, la televisión fue un púlpito. Los líderes la usaron para tallar su imagen en mármol: Perón hablaba de justicia social entre cortes de censura, Pérez Jiménez mostraba autopistas que ocultaban barrios pobres, y Trujillo, desde La Voz Dominicana, se erigía como el único héroe de un país silenciado. Mientras tanto, en México y Brasil, las pantallas brillaban con telenovelas y carnavales, pero detrás del espectáculo, gobiernos como el PRI tejían una telaraña de ‘unidad nacional’ donde las críticas no tenían cabida. La TV, ya fuera estatal o comercial, nunca fue inocente: era el hilo con el que se cosían las realidades… o se tapaban las costuras rotas de la verdad. Hoy lo podemos ver mucho más claro.

En 1952, se encendió la primera chispa televisiva en República Dominicana. Fue un experimento efímero, un destello técnico que Trujillo convirtió en propaganda. Siete años después, La Voz Dominicana llegó para quedarse: en sus pantallas, el dictador era dios, arquitecto benefactor de la patria y padre de la patria nueva. Sus discursos se mezclaban con telenovelas y merengues, un cóctel diseñado para entretener… y olvidar. ¿Qué había detrás de esa fachada de progreso? Pueblo callado, periodistas amordazados y una nación que solo existía si él aparecía en pantalla. "La TV no era un medio: era el espejo roto de un régimen que solo reflejaba su propia obsesión.

El 30 de mayo de 1961, la bala que mató a Trujillo también quebró el control absoluto de la pantalla. La Voz Dominicana, ahora Radio Televisión Dominicana, dejó de ser un altar para convertirse en trinchera. En 1965, durante la Guerra Civil, las cámaras grababan consignas de odio y esperanza, mientras facciones políticas luchaban por apoderarse de la señal. Pero en medio del caos, surgió un destello de cambio: en 1969, Color Visión, la primera TV privada, encendió sus luces. Ya no había un solo relato: había telenovelas, sí, pero también programas cuyos productores y conductores empezaron a hacer preguntas incómodas. La pantalla, antes muda, ahora gritaba. Significativo fue "El Gordo de la Semana", conducido por Freddy Beras Goico, que comenzó a transmitirse en Radio Televisión Dominicana en 1973. Más adelante, se estableció en Color Visión, donde se convirtió en un ícono de la televisión dominicana. Es necesario destacar que "El Gordo de la Semana" abordó temas sociales, políticos y culturales, ayudando a visibilizar problemáticas nacionales. Pionero en llevar la TV dominicana a un nivel internacional, marcó un estándar de calidad y creatividad, además de promover iniciativas filantrópicas que conectaron comunidades vulnerables con apoyo y recursos.

Con los años la TV RD se llenó de voces que antes eran eco: feministas, sindicalistas, opositores. Periodistas que desafiaron al poder enajenado, exponiendo corrupción en vivo y en directo. Programas de debate educaron a una ciudadanía hambrienta de participación.

En esos años entra a la pantalla chica Yaqui Núñez del Risco, conocido como el "Maestro del hablar"; por su impecable uso del idioma y su impacto en la comunicación, fue de los que también moldearon la cultura televisiva del país. Pero esta libertad, como la democracia misma, era frágil. Grandes grupos empresariales acapararon las frecuencias, algunos noticieros cambiaron denuncias por espectáculo y viejos hábitos —como tratar a los gobernantes con guantes de seda— persistieron. La pantalla, que había sido herramienta de tiranos, ahora oscilaba entre fiscalizar el poder… y servirle.

73 años después, la TV ya no es la reina indiscutida. Las redes sociales gritan, los algoritmos deciden qué vemos, pero el legado persiste: en cada reportaje que cuestiona al poder, late la herencia de quienes usaron la pantalla para silenciar. República Dominicana lo sabe bien: su televisión nació bajo la bota de una dictadura, pero creció para convertirse en termómetro de su democracia. Hoy, la pregunta no es solo quién controla la pantalla… sino si somos capaces de mirar más allá de su reflejo.

Mirando esta historia, constatamos que la televisión no solo entretiene: también es testigo y a la vez cómplice. Resuena como el eco de quienes deciden qué se muestra… y qué se oculta.

Etzel Báez

Gestor cultural

Ver más