Como parte de un trabajo realizado, arribé a la elaboración de propuestas que, a mi modo de ver las cosas, podrían significar un paso de avance en la cualificación del sistema de representación política en la democracia dominicana. En este aspecto, siempre debe contemplarse en el análisis una circunstancia que resulta ineludible: En la temática de referencia, no existe una fórmula perfecta que sea capaz de garantizar la perfección en el sistema de representación que se pueda elegir en un sistema electoral específico.

En la tesitura anterior, las sugerencias no pretenden, por un sentido de conciencia de la realidad, traspasar el umbral de intentar acercar lo más que resulte posible el sistema de representatividad a un principio que, como el de la equidad, debe ser colocado en un sitial de primacía siempre que se aspire, como es nuestro caso, a la instauración de un sólido sistema democrático donde la gran mayoría de los sectores económicos, sociales, políticos, ideológicos y culturales que concurran a la competencia electoral, puedan sentirse representados.

Lo anterior no significa, en modo alguno, que solo contemple las ventajas de algo como lo que estoy planteando. De ninguna manera. Estoy conscientes de la repercusión negativa que puede implicar una digresión exagerada del poder con lo que eso implica para la gobernabilidad. No soy partidario de un Poder Ejecutivo minado por los contrapesos hasta un punto que tenga atadas sus manos y eso le impida aplicar las políticas públicas que considere imprescindibles. No, pero eso tampoco significa propiciar y estimular el ejercicio de un poder que, dotado de prerrogativas excesivas, se aproxime a las fronteras de lo democrático y se sienta tentado a transitar un camino que conduce al autoritarismo, al despotismo y la tiranía. El gran reto de los sistemas de representación precisamente radica en encontrar el equilibrio más adecuado entre esas dos situaciones aparentemente extremas.

Soy de opinión que los esfuerzos intelectuales deben estar indisolublemente conectados con la realidad social en la que van a ser considerados.

Presentaré las principales conclusiones a las que he arribado como consecuencia de la investigación realizada. Es la parte que me produce más satisfacción porque en dichas conclusiones se plasman lo que valoro como los aportes, aquello que le puede atribuir algún valor al esfuerzo desplegado; lo que puede significar cierto sentido de relevancia a lo que estoy presentando. Nada con objetivo meramente personal y de vano orgullo, sino que, soy de opinión que los esfuerzos intelectuales deben estar indisolublemente conectados con la realidad social en la que van a ser considerados. En ese aspecto, nada sería de mayor satisfacción para el autor que tal cosa pueda alcanzar algún nivel de importancia en la impostergable consolidación del sistema político electoral de nuestro país y, con ello, de una democracia que no siempre expone, en términos de sus resultados, una proporcionalidad que resulte consecuente con su ya dilatada existencia. Continuará.

ppyermenos@gmail.com

Pedro P. Yermenos Forastieri

Jurista y escritor

El doctor Pedro P. Yermenos Forastieri, juez del Tribunal Superior Electoral, es graduado, con honores, de Doctor en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, desde el año 1986. En el año 1999, cursó una Maestría en Derecho Empresarial y Legislación Económica, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, PUCMMM, y en el año 2012, otra en Derecho de los Negocios Corporativos, en la misma entidad académica. De igual manera, ha realizado diversos estudios en centros educativos nacionales e internacionales, dentro de los cuales se destaca la formación recibida en derecho público en el prestigioso Centro Latinoamericano para la Administración del Desarrollo, CLAD, institución donde ha recibido capacitación en tres oportunidades.

Ver más