Recibí el caso de Laila, la menor de 9 años a quien su madre explotaba sexualmente. Su madre, una enferma adicta a las sustancias narcóticas, ofrecía sexualmente a su hija a cambio de recibir dinero y poder comprar sus sustancias. También la ofrecía a su pareja, padrastro de Laila, y así Laila desde temprano conoció y enfrentó un mundo completamente distinto al que debía ser el de una niña de su edad, y sin recibir la más mínima protección de quien estaba llamado a hacerlo legal y naturalmente: su madre.

En el transcurso de la instrumentación del proceso se fueron descubriendo más y más evidencias horrorosas. Concluida la investigación y presentación de acusación de los acusados, logramos junto a fiscalía la imposición de sentencia condenatoria para ambos. Entre tanto, Laila recibía seguimiento y atención permanente de un equipo de psicólogas pertenecientes a una ONG, quienes se encargaban de su salud mental y bienestar.

Dos años después, se llevó a cabo una cerrada actividad donde participaban víctimas restauradas de la trata de personas, algunas ya adultas y las aún menores de edad acompañadas de un familiar. Me sentía tan emocionada de ver un ambiente lleno de alegría con personas que en un momento vivieron situaciones tan adversas, y ahí estaban siendo libres, reconocidas, valoradas.

Me van acercando y presentando a cada participante a quienes saludaba con mucha admiración y respeto, reconociendo su valentía, hasta que me presentan una niña y me dicen ella es Laila. Me quedo pasmada… se me detuvo el panorama frente a la niña que con una sonrisa de oreja a oreja me saludaba y abrazaba.

¿Laila? Pregunto. Me dice un sí emocionada y empieza a hablarme de ella y su colegio, a presentarme a su abuelita y todo con una sonrisa tan linda, tan radiante, tan feliz… mientras a mí se me apretaba el corazón sabiendo que la niña que tenía al frente, tan alegre y tan ingenua, era la misma a quien defendí en los papeles, los que soportaban las atrocidades que ella vivió, los que contaban declaraciones inimaginables de la violencia sexual hacia una niña de 9 años…

En el tribunal uno puede expresar o transmitir lo que sufre la víctima a fin de traer al juez ese componente emocional y de sensibilidad necesario en casos como el de la especie, esto sirve para algo, incluso para el mismo acusador o abogado querellante como lo era yo; sin embargo, pasar del papel y del argumento al rostro de la víctima, no tiene comparación.

Laila fue una afortunada, en su caso se pudo lograr justicia y restauración. Aplaudo a cada actor del sistema de justicia cuando cumple su rol, y en especial las psicólogas y trabajadoras sociales, por trabajo tan digno y loable que hacen al ayudar a restaurar y empoderar una vida que ha sido rota.

En este día Laila te he recordado por el impacto que generaste en mi vida. Aunque en el tribunal defendiendo tu caso me sentí wonder woman como siempre digo, ver tu rostro, conocerte, me impactó mucho más de lo que podía imaginar; no esperaba conocerte, pero tocó, y qué bueno, porque la lección a mi vida como abogada propulsora de los derechos de la víctima fue claro: la víctima tiene rostro, no es un simple papel; su historia se refleja en la libertad que puede lograr más allá de lo vivido y eso, impacta.

En la semana que conmemoramos el día mundial contra la trata de personas, seamos consciente de este delito, promovamos la protección de los derechos fundamentales de la víctima; ellas tienen rostro, son más que estadísticas y más que un simple papel.

La trata de personas es una violación grave de derechos humanos que convierte a las personas en simples monedas, en mercancías; su única finalidad es explotarla a cambio del beneficio económico.

No toleremos el delito, no normalicemos al tratante ni invisibilicemos a la víctima. En la medida que una víctima pueda alcanzar justicia y restauración impactamos directamente el sistema de justicia, la protección de sus derechos, la disminución del delito, el fin de la impunidad, hasta llegar a su erradicación.

Sonia Hernández

Abogada

Abogada litigante, procesalista penal exprocuradora fiscal de la Provincia Santo Domingo. Tiene una maestría en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid y una especialidad en Derecho Procesal Penal por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Actualmente es socia de la firma de abogados Global District MC.

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