La 80.ª Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York bajo el lema “Better together: 80 years and more for peace, development and human rights”, se desarrolla en un contexto crucial para el sistema internacional. Ochenta años después de su fundación, la ONU enfrenta un mundo más interdependiente, pero también más fragmentado por crisis climáticas, conflictos bélicos, desigualdades sociales y un creciente escepticismo hacia el multilateralismo. En este escenario, el presidente dominicano Luis Abinader pronunció un discurso que buscó proyectar la voz del Caribe y, al mismo tiempo, reafirmar la posición de República Dominicana como un actor con propuestas claras frente a los desafíos globales.

Desde el inicio, Abinader evocó la memoria fundacional de la ONU. Recordó que el organismo nació de las cenizas de la guerra con la promesa de impedir que la humanidad volviera a sucumbir ante el odio y la barbarie. Con esa nota histórica, el mandatario vinculó los principios originales de la Carta de San Francisco con los dilemas actuales, que van desde la polarización política hasta la revolución tecnológica, pasando por la crisis climática y la falta de equidad en la arquitectura financiera internacional.

Uno de los puntos medulares de su alocución fue el cambio climático. Abinader señaló que los países del Caribe son víctimas desproporcionadas de fenómenos naturales cada vez más intensos, a pesar de que su contribución a las emisiones globales de carbono es mínima. “Los huracanes y el afloramiento descontrolado del sargazo nos recuerdan nuestra vulnerabilidad climática”, advirtió, al tiempo que reclamó mayores mecanismos de financiamiento, transferencia tecnológica y cooperación solidaria. Su mensaje fue directo a las naciones industrializadas: los costos de la transición ecológica no pueden recaer únicamente sobre los países en desarrollo.

El mandatario también abordó con firmeza la crisis haitiana, situándola como una amenaza a la paz y seguridad regional. Reiteró que República Dominicana no puede cargar en soledad con las consecuencias de la inestabilidad en Haití y que la comunidad internacional debe asumir su responsabilidad. Respaldó la transformación de la misión multilateral de apoyo en Haití en una operación bajo mando directo de la ONU, con mayores recursos y legitimidad. “Ningún Estado puede ser reprochado por defender sus fronteras ni por garantizar la seguridad de sus ciudadanos”, afirmó, marcando una postura de defensa soberana frente a presiones externas.

Otro eje de su discurso fue la reforma del sistema financiero internacional. Abinader denunció que la arquitectura actual resulta obsoleta y excluyente, limitando las oportunidades de desarrollo de los países más vulnerables. Propuso un nuevo pacto financiero que contemple alivio de deuda, acceso a financiamiento concesional e instrumentos innovadores que permitan avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En este punto, destacó los avances logrados por su gobierno: la reducción de la pobreza moderada de 25,8 % en 2019 a 18,05 % en el primer trimestre de 2025, y los progresos en materia de seguridad alimentaria y educación.

El jefe de Estado aprovechó además su intervención para lanzar un mensaje simbólico y visionario: abogó por que, al cumplirse ochenta años de la ONU, sea una mujer la próxima secretaria general, proveniente de América Latina o el Caribe. Con ello, no solo introdujo un debate sobre la igualdad de género en la cúspide de la diplomacia multilateral, sino que también buscó resaltar el papel que la región puede desempeñar en la renovación del liderazgo internacional.

El discurso de Abinader fue recibido con atención por parte de la prensa y analistas internacionales, quienes lo calificaron como una intervención firme y estratégica desde un país pequeño, pero con una voz clara en asuntos globales. Sin embargo, como ocurre con toda declaración de alto nivel, la verdadera prueba será la coherencia entre las palabras y la acción. República Dominicana necesitará traducir esos compromisos en políticas internas consistentes, diplomacia activa y alianzas multilaterales sólidas.

En conclusión, la participación de Luis Abinader en la 80.ª Asamblea General de la ONU reafirmó que República Dominicana no es un actor pasivo, sino un país dispuesto a reclamar justicia climática, exigir corresponsabilidad en la crisis haitiana y promover una reforma financiera internacional más equitativa. Al alzar su voz en este foro, el presidente no solo defendió intereses nacionales, sino que también proyectó la imagen de un Caribe consciente de su papel en la comunidad global. Queda por ver si la energía de sus palabras se transforma en resultados concretos. Pero lo cierto es que, en un mundo en búsqueda de dirección, la República Dominicana decidió hablar con claridad y ambición.

Franklin García Sosa

abogado

Un párrafo que dice quién es ya qué se dedica: Franklin Manuel García Sosa. Abogado egresado de la UASD, con maestria en Derecho Administrativo y Procesal Administrativo (pendiente de tesis). Se desempeña como Consejero en la Embajada de la República Dominicana ante el Reino Unido.

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