En mi opinión, la mejor novela del siglo XX no es Ulises de James Joyce, ni Guerra y paz de León Tolstói, ni En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Para mí, la mejor novela del siglo pasado es, de hecho, un cómic book llamado Watchmen, escrito por Alan Moore, dibujado por Dave Gibbons y entintado por John Higgins.
Tinta y tinta se ha vertido analizando esta grandiosa obra de la literatura mundial, y todas sus interpretaciones han sido vehemente rechazadas, aborrecidas e incluso objeto de burla por parte del implacable e iconoclasta Moore. Así que no espero inventar la rueda de nuevo con este breve artículo. De hecho, quiero en esta ocasión enfocarme más bien en una de las múltiples adaptaciones que se han realizado del cómic de Moore y compañía, a pesar de que Moore detesta las adaptaciones de su obra.
Me refiero a la miniserie de HBO, que fue originalmente transmitida en el año 2019. Creada por el guionista y productor ejecutivo Damon Lindelof, considero —de manera similar al cómic— que se trata nada más ni nada menos que de la mejor miniserie televisiva que jamás haya sido transmitida en la televisión estadounidense. Digo esto por su altísimo contenido filosófico y político, del cual quisiera decir algunas cosas a continuación. Pero, primero, debo efectuar la habitual advertencia de spoilers para quien sea que no haya tenido la fabulosa experiencia de degustar tanto el cómic como la miniserie.
La historia de Watchmen se desarrolla en un universo alternativo donde los superhéroes surgieron en el siglo XX y alteraron profundamente el curso de la historia, culminando en una victoria de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam y la presidencia de Richard Nixon durante cinco mandatos. En esta realidad al borde de una guerra nuclear con la Unión Soviética, la trama se desencadena con la investigación del detective Rorschach sobre el asesinato de Edward Blake, quien resulta ser el Comediante, un brutal y cínico héroe gubernamental. Rorschach, un justiciero intransigente y misántropo, descubre una conspiración para eliminar a antiguos vigilantes.
Su investigación involucra a sus antiguos colegas: Dan Dreiberg (Búho Nocturno II), un tecnólogo lleno de nostalgia; Laurie Juspeczyk (Espectro de Seda II), quien descubre que el Comediante era su padre; y el ser más poderoso del planeta, el Dr. Manhattan, un dios de energía azul casi omnisciente pero cada vez más desconectado de la humanidad. La conspiración resulta ser la obra de Adrian Veidt (Ozymandias), considerado el hombre más inteligente del mundo. Tras fingir un intento de asesinato, Veidt ejecuta su plan maestro: detonar un arma de energía pseudo-psíquica en Nueva York, matando a millones de personas y haciéndolo pasar por un ataque extraterrestre. Su objetivo filosófico es unir a la humanidad contra una amenaza común, evitando así la aniquilación nuclear. Aunque los héroes descubren la verdad, acceden a guardar el secreto para preservar la frágil paz global, con la excepción de Rorschach, cuya intransigencia moral lo lleva a ser eliminado por el Dr. Manhattan. Sin embargo, Rorschach deja un diario, que envía a la prensa, donde revela y expone la verdad acerca del plan de Veidt, culminando el cómic con la insinuación de que el mundo arderá de nuevo gracias a la preferencia épica de Rorschach por la verdad, sin importar las consecuencias.
La miniserie comienza tres décadas más tarde, cuando la paz de Veidt, conocida como el "Milagro del 11 de noviembre", se mantiene, pero es profundamente inestable. En Tulsa, Oklahoma, la policía, ahora armada y con las identidades protegidas por máscaras debido a ataques de una organización supremacista blanca llamada la Séptima Caballería, investiga un nuevo complot. La agente Angela Abar (Sister Night) descubre que la Caballería, que venera el diario de Rorschach, está siendo manipulada por el senador y millonario racista Joseph Keene Jr. Su plan, apoyado por la corporación Trieu, es crear su propio “Dios” para repetir el engaño de Veidt a mayor escala y colocar a Keene en el poder. Mientras, un anciano y atormentado Veidt intenta en vano expiar su culpa desde su exilio en un planeta artificial. La trama culmina cuando el Dr. Manhattan, que había previsto su propia muerte, elige a Angela como su sucesora y le transfiere sus poderes justo antes de ser capturado y destruido. El nuevo ataque de falsa bandera es evitado en el último momento, y la verdad sobre la masacre de 1985 es expuesta al mundo, desestabilizando el statu quo y dejando a la humanidad, por primera vez, para que enfrente su futuro sin una mentira que la una, pero también sin una masacre que la defina. El legado final es la posibilidad de que Angela Abar haya heredado los poderes de Manhattan, enfrentándose a la pregunta de qué significa ser un dios en un mundo que debe aprender a salvarse a sí mismo.
Mucho se ha especulado acerca de la intención misma detrás del título Watchmen (“vigilantes”). Algunos creen que se refiere a una frase de Platón, contenida en La República, donde se cuestiona por quién vigila a los vigilantes. En el cómic, se puede apreciar esta frase grafitada en las paredes de los callejones sucios y oscuros de la ciudad de Nueva York. Sin embargo, hay otras interpretaciones más profundas.
Tal como se revela en el transcurso de la historia, el padre del Dr. Manhattan era un relojero. El propio Manhattan adquirió sus poderes cuasi-divinos en un accidente durante un experimento científico, al extraviar el reloj de su padre. Por ende, podría argumentarse que el título del cómic se refiere, de hecho, a que todas y todos somos, literalmente, watchmen (hombres-reloj); es decir, engranajes en una máquina de relojería tan perfectamente sincronizada que solo un dios omnisciente como Manhattan puede entrever.
Pero, lo que realmente me llama la atención, en este caso, de la miniserie, son sus implicaciones éticas y políticas. Le miniserie explota al máximo el tenso clima político y moral de los Estados Unidos en el momento de su creación y transmisión. En el universo alternativo de la trama, el presidente de los Estados Unidos es Robert Redford, quien, en nuestro mundo real, es una de las figuras más progresistas de Hollywood. En Tulsa, Oklahoma, donde ocurrió realmente una masacre racista a comienzos del siglo XX y con la cual inicia la historia con un flashback, la policía está compuesta principalmente por personas afrodescendientes y sus aliados caucásicos. Por lo tanto, el retorno de los supremacistas blancos de la Séptima Caballería viene a perturbar la inestable paz alcanzada luego de la erradicación del racismo con la llegada de Redford al poder.
Este giro narrativo debe servir para recordarnos que las injusticias y desigualdades estructurales de nuestras sociedades capitalistas tardías son sumamente difíciles de erradicar, incluso por medios violentos, como es el caso con la policía afro de Tulsa. Aún luego de vencer a la extrema derecha, ésta resurge un tiempo después con mayor fuerza y venganza, demostrando que la lucha por la justicia social y económica es un camino muchísimo más largo y accidentado de lo que podemos imaginar y quisiéramos desear.
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