Todo lo que nos rodea está para preocuparse. Esa es la naturaleza de la vida, y cuando se dice la vida, podría referirse al género humano, así que buscar el cambio y dejar de preocuparse es casi imposible; puesto que cuando creemos que no hay razones para preocuparse por algo, es que se avecina el golpe y de ese golpe nadie se escapa. No importa la naturaleza del golpe, es decir, la preocupación, de ese “algo” por lo que uno se preocupa, sea el azar, el destino, la madre naturaleza o las decisiones del hombre, Dios o el Diablo. El preocuparse siempre está ahí, en el umbral de la puerta de la percepción de ser o no ser; así es como “sin embargo se mueve” la vida, empujando o dando golpes como resultado final.

No hay que buscar mucho; nuestra contemporaneidad está constituida por golpes que son el resultado de las preocupaciones del sueño diurno o nocturno.

Al abordar la preocupación, nos sentimos agradecidos, sí, como se escribe, puesto que no hacemos nada para evitar estar preocupados, sino con más preocupación. Inclusive, somos más felices donde permanece la preocupación por ese “algo” más de la cuenta. Una felicidad un tanto extraña al meditarse, al buscar los porqués de tal o cual proceder, debido a que no podemos desechar preocuparse así por así.

¿Cómo sacarle provecho, es decir, experiencias a nuestras preocupaciones que no sea asumiéndola como algo que no se puede evitar? Quizás, debido al orgullo, crece como una luna llena en tanto más nos abaten las preocupaciones. Se interpreta absurdo, pero ¿qué es lo absurdo sino una manera de ver y entender lo que está boca arriba cuando debería estar boca abajo?

Lo absurdo, lo explicado por paradojas como pensamiento entrecruzado, con falta de “lógica interna”; lo mismo sucede con las preocupaciones que no tienen salidas aparentemente; una vez que lo que preocupa adquiere la carta de ciudadanía de callejón sin “salida”, no hay manera de salir a camino. El decir latino: “Nada humano me es ajeno” debería ser: “Si todo lo humano me importa de acuerdo a si se lo merece”, y el no “merecer” es lo que acarrea las preocupaciones. ¿Se merecen las naciones y sus habitantes todo lo que está pasando, les pasó o está en la vía de sucederles? Las preocupaciones, cuales sean, son uno de los cinco sentidos al revés; los otros es fácil averiguarlo; para conseguirlo, nada más hay que sentarse a meditarlo, que es una forma de preocuparse.

Amable Mejia

Abogado y escritor

Amable Mejía, 1959. Abogado y escritor. Oriundo de Mons. Nouel, Bonao. Autor de novelas, cuentos y poesía.

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