Reconozco que las negociaciones entre potencias y países pequeños como el nuestro nunca se dan en condiciones de igualdad. Sin embargo, cuando comparo los beneficios que obtenemos de nuestra relación con Estados Unidos frente a los que recibimos de China, no puedo más que sorprenderme.
Estados Unidos coopera en áreas tan sensibles como el combate al narcotráfico —no sé dónde estaría nuestro país sin esa colaboración—, y también en materia de educación, justicia, seguridad, salud, turismo, cambio climático, comercio e inversión, democracia y gobernanza, energía, entre otras. Durante 2024 nuestras exportaciones hacia Estados Unidos ascendieron a US$7,501 millones, mientras que las importaciones fueron de US$13,015 millones. En turismo, más de cinco millones de norteamericanos nos visitaron en ese mismo año, lo que representó un 46 % del total de visitantes.
Si miramos los aportes de China, vemos una relación mucho más desigual. China obtiene grandes beneficios de su vínculo con República Dominicana, mientras que sus contribuciones han sido limitadas: algunos centenares de becas anuales, apoyo a la instalación del 911 y la donación de unas 100 ambulancias. Un gesto que agradecemos, sí, pero que en nada se compara con lo que nuestro país le aporta en materia comercial. Solo en 2024 importamos de China bienes por US$5,200 millones, frente a los US$2,900 millones de 2020, un incremento de 78 % en apenas cuatro años. En contraste, nuestras exportaciones hacia China apenas alcanzaron los US$154 millones. En turismo, apenas 65,357 visitantes chinos llegaron al país.
Además, muchos negocios chinos se han establecido en territorio dominicano, compitiendo fuertemente con pequeños comercios locales gracias a precios muy bajos. Se comenta que cuentan con apoyo estatal mediante financiamientos blandos; de ser cierto, eso pondría en riesgo a numerosos comerciantes dominicanos. No tengo pruebas concretas de ello, pero el rumor está presente en el sector.
No traigo estas comparaciones para proponer una relación distante con China. Todo lo contrario: admiro los avances que esa nación ha logrado en las últimas décadas. Lo que no comprendo es su actitud en la ONU al rechazar, precisamente cuando más lo necesitamos, una Fuerza de Paz para Haití, un pedido apoyado por nuestro país. ¿Cómo se entiende que un socio comercial tan beneficiado como China se niegue a dar un paso que no le costaría nada?
Quizás la respuesta deba ser repensar nuestra estrategia. Tal vez sea momento de mirar hacia países como Vietnam, Malasia, Tailandia o India, que son altamente competitivos en otros mercados, y comenzar a sustituir poco a poco productos chinos por los de esas naciones. Participar en ferias comerciales y diversificar nuestras fuentes de abastecimiento podría ser el inicio de una política más equilibrada.
Es cierto que en el pasado China apoyó la creación en el Consejo de Seguridad de un Comité de Sanciones para Haití y la formación de la MSS. Pero hoy, al negarse a respaldar la iniciativa más importante —una Fuerza de Paz que devuelva seguridad a esa nación—, nos da la espalda.
¿Qué le costaría a China ese apoyo? ¡Nada!
Compartir esta nota