El interés de la sociedad dominicana por la política es desmedido y se evidencia en los recursos humanos y económicos que se derrochan en cada período electoral: vallas por doquier, publicidad excesiva de los candidatos y estrategias ocultas que no vale la pena mencionar.
En estas vísperas, el aparato estatal opera a menos de media marcha en la resolución de los problemas cotidianos de la sociedad, pues sus mayores esfuerzos se concentran en las campañas proselitistas del oficialismo. Mientras tanto, la oposición critica desde su posición precaria al no contar con los recursos del Estado. Sin embargo, cuando logra acceder al poder, repite las mismas prácticas que antes cuestionaba, sin que la sociedad ejerza una verdadera fiscalización, ya sea por falta de valor o por una memoria demasiado corta.
Si los ciudadanos, las fuerzas políticas y el propio Estado pusieran el mismo empeño en resolver los problemas reales del país en lugar de enfocarse con tanto fervor en las actividades proselitistas, la realidad sería distinta y nuestros problemas también. De continuar por este camino, llegará un momento en que no habrá país en donde hacer política, pues esta lo habrá consumido todo. No se trata de destruir la política; al contrario, es fundamental para la estabilidad de cualquier Estado.
Es imprescindible ser más austeros en el uso de los recursos durante los períodos electorales. No es lógico que se gaste tanto en campañas mientras problemas básicos como la salud, la alimentación y la educación siguen sin resolverse. Sin embargo, cada cuatro años aparecen, como por arte de magia, los fondos necesarios para financiar las actividades electorales.
Lo mismo ocurre con el empeño de los actores políticos por alcanzar un cargo electivo: su esfuerzo no se corresponde con el desempeño que luego muestran en sus funciones. Además, los recursos que utilizan durante la campaña son desproporcionados. Es fundamental recordar que las campañas solo son el preludio del verdadero compromiso del político: gobernar con responsabilidad y generar soluciones a los problemas sociales y económicos del país. El pueblo, por su parte, tiene el poder de fiscalizar su gestión a través del voto.
En definitiva, es urgente hacer una introspección sobre cómo, como sociedad, estamos abordando las campañas electorales y la política en sí misma. Debemos priorizar lo realmente importante: la solución de los problemas del país y su desarrollo hacia un futuro próspero. No podemos olvidar que los comicios son solo un medio, no el fin de la política.
Compartir esta nota