Las mujeres a través de la Historia hemos sido objeto de vejaciones, persecuciones y crímenes por parte del Poder institucionalizado tan solo por el hecho de serlo.

Con la aparición en el S. XV del Malleus Maleficarum[1], tratado exhaustivo sobre brujería, prácticas satánicas, y sobre la lujuria encarnada en la figura de la mujer, se estructura una codificación destinada a hacer desaparecer a cualquiera que osara desafiar la imposición inquisitorial del momento.

Este código fijó una visión de malignidad y, al mismo tiempo, de degradación intelectual que perduró más allá de la época medieval. Pensar se convirtió en algo prohibido porque sencillamente era tratar de parecerse a un hombre.

Los juicios, cuyas condenas dictaban la muerte[2], en vez de centrarse en la búsqueda de la verdad jurídica, consistían en el escenario para escarbar de la manera más descarada posible en la psiquis y vida privada de las mujeres que cometían los “delitos”. Algo morboso y disfrutado, en especial cuando había una conducta sexual para ellos extraña de por medio.

Sus interrogatorios buscaban mutar el deseo en discurso[3], parafraseando a Foucault: “hacer pasar lo que tiene que ver con el sexo por el molino interminable del discurso…”, ya que, como dijo Derrida: “no hay poder político sin control del archivo”. Todo debe quedar por escrito para que el escrutinio público asiente también su condena moral.

Pero no creamos que la temida persecución ha acabado. Hasta hace poco, la excusa legal de la provocación en casos de feminicidios era ampliamente aceptada, y todavía el aborto (en cualquier circunstancia) es criminalizado y perseguido.

Preguntémonos, ¿cómo se asimila aún hoy el que una mujer haga de la creación intelectual o artística su medio de trascendencia por encima de formar una familia y concebir un hijo? Ya sabemos lo que piensan algunos personajes infames, aunque muchas tampoco pueden dejar de lado el arrepentimiento.

Ante el retorno de esa derecha radical, la resistencia sigue siendo imprescindible, y el feminismo más necesario que nunca.

Vivir sola…no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.

Sor Juana Inés de la Cruz

[1] Escrito por los inquisidores Kramer y Sprenger gracias a la bula papal del Papa Inocencio VIII.

[2] Se estima que fueron asesinadas cerca de 60,000 “brujas”.

[3] https://www.pikaramagazine.com/2025/01/el-juez-carretero-y-el-morbo-de-la-jerarquia-interrogatorios-inquisitoriales-hoy/

Orlidy Inoa Lazala

Abogada

Soy investigadora y consultora para temas de justicia penal y derechos humanos con enfoque de género. Miembra del Comité de AL y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM), desde donde hago incidencia para la prevención del embarazo infantil forzado. En mi tiempo libre escribo haikus y aprendo algo de japonés.

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