
En días pasados visité la exposición “París Noir”, tal vez con la misma curiosidad que sus comisarios. Quería hacerle honor a una parte de nuestro legado común sobre la que tenemos muy escasas referencias.
Los organizadores de esta exhibición la definen como una revisión de la influencia de los artistas negros que trabajaron en París a partir de la segunda mitad del siglo XX y expresan el deseo de que un público cada vez más amplio reconozca obras que han podido pasar desapercidas. A la hora de recibir las obras, estos curadores no les importó nacionalidad, formato, temática o el hecho de que los autores estén vivos o muertos, simplemente quisieron conseguir suficientes obras y de buena calidad para lograr que esa galería sea progresivamente más inclusiva.
Tenían razón, porque si en los museos del Louvre o de Orsay, por citar otros de gran fama, hay obras realizadas por negros o mulatos ese es un dato desconocido. Lo más cercano que hay son trabajos por personas nacidas en los trópicos, gente como Théodore Chasseriau, de quien los dominicanos resaltamos el hecho de que nació en El Limón, Samaná, cuando en realidad él nació allí por casualidad. Era el hijo de colonos blancos que huyeron de Saint-Domingue cuando los esclavos se rebelaron y la familia se asentó temporalmente en la bahía que todavía es la más visitada por los franceses en estas tierras.
No, los negros presentes en los grandes museos franceses suelen estar ahí como objetos de inspiración, no como autores.
Después de consultar con conocedores de la producción artística en diversos puntos del planeta, los comisarios organizaron con gran destreza pinturas, instalaciones y esculturas, concentránse en artistas provenientes de África, el Caribe y los Estados Unidos y que tuvieran piel oscura. Del tiro, se incluyeron obras de personas que los domincanos no llamaríamos negras como Silvano Lora o Luichy Martínez Richiez, aunque es altamente probable que ambos tengan sangre mulata y es seguro que ambos pasaron un tiempo en París. Los otros pintores dominicanos son José Castillo, Vicente Pimentel, Radhamés Mejía y Víctor Ulloa, tal como es posible admirar en este enlace publicado por la Embajada Dominicana en París.
En esta singular exhibición tuve la oportunidad de descubrir el trabajo de otro mulato de tez clara de origen dominicano y que trabaja en París desde hace unos años, información que aparece en la biografía adjunta a su pieza. JonOne, el nombre comercial de John Andrew Perelló, nació en Nueva York en 1963, empezó haciendo graffiti y es probablemente hoy día sea el artista con raíces en estas tierras cuya producción tiene mayor proyección en Francia. Allí, él diseña para Agnès B, Éric Bompard, Guerlain, Lacoste y hasta para la grafía externa a un avión de Air France, entre otras conocidas empresas.
La exposición es interesante e, inadvertidamente, logra trazar un círculo completo desde la señalización de la diversidad hasta la evidencia de que, como humanidad, hemos ido ampliado nuestro espectro de aceptación de los diferentes orígenes más allá de lo que creeríamos. Para los que no pudieron visitarla, hay un catálogo muy bien elaborado que permanece disponible a través de diversas plataformas.
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