Para escribir este artículo he usado como referencia básica un capítulo del libro “Lengua y Folklore de Santo Domingo” escrito por el erudito Emilio Rodríguez Demorizi poniendo especial énfasis de que en la página 65 de dicho libro aparece un capítulo titulado “El lenguaje español sustituido por el patuá de Haití” en el cual se transcribe, íntegramente, un escrito de Francisco Ortea publicado originalmente en agosto 1 del 1899 en que se expresa lo siguiente: “hace más de medio siglo que nos independizamos de Haití y aún se conservan en uso en muchos pueblos de la República, particularmente en los del litoral infinidad de palabras del patuá de nuestros vecinos en lugar del español” y estos vicios del lenguaje es preciso que empecemos a tratar de corregirlos no sólo en nombre del aumento intelectual de nuestro país que crece de día en día sino por orgullo nacional.
El idioma castellano es demasiado armonioso para que cometamos la profanación, digámoslo así, de sustituir palabras propias por otras, nada más y nada menos que procedentes de un patuá extranjero. Citaré algunas de esa palabras que han de chocar a los españoles que nos visiten y aun a los dominicanos que hayan vivido muchos años fuera del país: Canarí, tinaja o tinajón, Potisa, alcarraza o botella de barro, Sefolé, dulce de leche y huevo, Gadet, jarro de sacar agua, Coconette, pan de harina con coco, Petí puá, guisantes, Puatann, vainitas o frijoles tiernos, Concón, raspadura de arroz, Mangú, potaje de plátano majado, Petí salé, tocino de puerco, Ditén, tomillo, Sirica, jaiba o cangrejo de mar, Marshé, mercado, Madama, señora. Es muy corriente en Puerto Plata el tratamiento de Madama a las señoras. El escrito de Ortea concluye diciendo: “La conservación del lenguaje es cosa que merece especial atención de los padres de familia y de los maestros encargados de la instrucción pública”.
Habiendo concluido el asunto de la penetración del patuá en nuestro país es pertinente incluir en el artículo algunos conceptos que Rodríguez Demorizi ha incluido en su libro ya citado como informaciones acerca del comportamiento de nuestros campesinos, las cuales aparecen en una sección titulada “Costumbre y Religión” en la que se expresa: “La religión que se profesa es la Católica Romana aunque la ignorancia reinante confunde los verdaderos ritos religiosos con supersticiones ridículas que adulteran la hermosa doctrina del cristianismo. Los fieles asisten periódicamente a la iglesia de la población o a ermitas que hay en algunos campos, lugares donde se celebran oficios religiosos, misas y tal vez novenas. En los campos se celebran velaciones y velorios actos que, aunque tienen carácter religioso, son más bien punto de reunión donde va a divertirse la gente. La velación consiste en una ceremonia nocturna que se practica de este modo. En el fondo de una habitación cualquiera y a veces al aire libre se coloca la imagen de un santo sobre un altar profundamente iluminado con velas y lámparas de gas. Alrededor del altar un grupo de ambos sexos al son de panderos y atabales entonan cánticos y ruegos por algún ausente del que no se tiene noticia o a la memoria de un difunto. Cuando alguien muere los dolientes descuidan sus deberes con la iglesia.
Nueve días después del fallecimiento tiene lugar el último velorio que lleva el nombre de Rincón o Nueve Días. En esa noche hay gran abundancia de comestibles, café y aguardiente para obsequiar con esplendidez a los concurrentes. Alrededor del túmulo un santón o rezador, como ellos le llaman, con voz gangosa y apariencia de gran fervor reza o canta responsos por el descanso eterno del fallecido. Parte de los asistentes le hace coro mientras el resto charla o juega en las inmediaciones de la casa. Entre este grupo suele haber un impostor con pretensiones de vidente cuyo oficio es alejar al espíritu del muerto a quien todos creen presente con intención de perturbar el rezo. Cuando las palabras del farsante no bastan para ahuyentar el alma del difunto el mira muertos le cae a latigazos entre ataques de humo, sollozos de otros y algazara general. A los velorios de niños se les dice angelitos la noche se pasa en una zarabanda en que se cantan tunas o coplas criollas acompañadas de güira y pandero. La gente gusta mucho de asistir a estos festines para comer con glotonería. Hay ocasiones en que se sacrifican dos o tres reses para hacer una gran comelona”.
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