Hay mucho de especial en la actual coyuntura política del país. Tenemos un presidente que ha anunciado su firme intención de no repostularse para las elecciones del 2028 y eso crea un ambiente de incertidumbre y expectación. No se sabe hasta qué punto quiera o pueda ejercer su voluntad política. Lo seguro es que deberá preocuparse tanto por dejar un prominente legado histórico de su gestión como por dejar bien posicionado electoralmente a su partido. Para ello requerirá de una estrategia política que abandone los modelos del pasado y conserve la paz social.

En una entrega anterior quien escribe sugirió tres posibles componentes de esa estrategia. Algunos lectores opinaron que dicha receta era demasiado atrevida y ambiciosa y no concitaría suficiente apoyo de los poderes fácticos. Por suerte otros reconocieron que tenía la virtud de estimular el pensamiento en busca de algo plausible. De ahí que no redunde presentar hoy la otra alternativa de un pacto político entre los tres partidos mayoritarios para encaminar al país por el sendero del desarrollo. Dejando las rebatiñas insensatas a un lado, los resultados podrían ser pingues si sus principales lideres convergieran en una visión planificada del futuro y en los mecanismos de su ejecución.

El sueño de un pacto político es de larga data. El CONEP lo ha pedido varias veces. Otros visionarios han ofrecido sus argumentos cual llaneros solitarios. Tal es el caso del conciliador Renso Herrera Franco, nuestro actual Embajador en los Emiratos Árabes Unidos, quien, en un artículo en Acento, ya en el 2013, solicitaba “un compromiso político por el futuro del país”. Apenas en junio de este ano, Herrera reclamaba atención al llamado del presidente Abinader para que los partidos políticos convergieran en un pacto para el desarrollo. Sin embargo, ni Herrera, ni Abinader ni quien escribe hemos logrado que la clase política se aboque a tan trascendente empeño patriótico.

La justificación del pacto ha tenido varias versiones. Algunas han priorizado los requisitos del desarrollo económico, otras la deficiente institucionalidad. Respecto a esto último, quien escribe advirtió en el 2017: “Entre politólogos y analistas de toda laya se ha arraigado la creencia de que en nuestro país no está funcionando plenamente el sistema de pesos y contrapesos que debe regir en un régimen democrático. Algo de cierto tiene tal creencia puesto que, a todas luces, todos los poderes del Estado lucen haber sido cooptados por el partido de gobierno.  Sería un grave error, sin embargo, pensar que la culpa es solo de ese partido.  Mas culpa tienen los opositores porque no han ofertado al electorado una alternativa viable que los saque del sitial de antípodas de la modernidad que hoy ostentan.”

También abundan los estudios y planes que se ejecutarían con el concurso de todas las fuerzas políticas y sociales. Una iniciativa del sector privado digna de mencionarse fue la “Agenda Nacional de Desarrollo” del Grupo de Acción por la Democracia del 1996. Otra iniciativa más reciente fue “Gazebo”, un recetario elaborado por el Grupo para la Productividad y Competitividad Nacional del 2015. Pero el más sobresaliente modelo que sustentaría el pacto ha sido la Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030 que se elaboro bajo los auspicios del gobierno de turno y fue oficializado por la Ley No.1-12. El común denominador de los resultados, sin embargo, ha sido una pobre o ninguna ejecución. La Estrategia vislumbró la necesidad de tres pactos nacionales: educativo, eléctrico y fiscal. Los dos primeros fueron natimuertos, mientras el ultimo acaba de zozobrar con solo su esbozo.

En la coyuntura actual, caracterizada por paz social y tranquilidad política, procede revisitar la sugerencia del pacto político. El hecho de que el presidente Abinader no se repostulará es la mejor basamenta para que los partidos opositores accedan a la convocatoria. La notable inclinación a pactar del presidente se presentó al inaugurar su primer periodo cuando encargó al Consejo Económico y Social de discutir con las instancias políticas y de la sociedad civil 13 reformas que consideraba necesarias. Posteriormente, esa inclinación se ha manifestado en varias otras ocasiones. En el 2021 Abinader pidió un “pacto social” para reformar la seguridad social y el código laboral, luego en el 2023 un pacto para enfrentar el cambio climático y en el 2024 un pacto por la calidad de la educación, mientras en septiembre propuso en la ONU un Pacto por el Futuro para garantizar la paz y el desarrollo mundial.

¿Por qué no aceptan los partidos Fuerza del Pueblo y el Partido de la Liberación Dominicana? Es posible que su desinterés se deba a la percepción de que el electorado vería cualquier pacto con el gobierno como un contubernio político que desanimaría a sus respectivas militancias. Después de todo, cada partido tiene la meta de llegar al poder para desarrollar al país con sus aptitudes y capacidades propias. Una motivación mayor es la de servirse del poder para su propio beneficio. Pero aun si estas puedan ser las justificaciones, se pueden encontrar fórmulas para que el activismo partidario no se afecte y las aspiraciones de ganar las contiendas electorales tampoco. Un pacto no debe excluir la búsqueda del triunfo electoral y la conservación de las identidades partidarias.

Una primera aproximación seria la del gobierno de unidad nacional. Pero en un artículo en el Listín Diario del 2008, Milton Ray Guevara decía: “En nuestro país la unidad nacional ha sido sinónimo de la incorporación al gobierno de dirigentes de un partido o del líder de un partido sin que exista un acuerdo programático para la acción gubernamental. Sin evaluación de rendimiento o desempeño, sin rendición de cuentas, sin cumplimiento de programas, de promesas o propuestas. El gobierno de unidad nacional se ha desprestigiado y poco a poco el concepto ha perdido el impulso vital que transmitía a aquellos que piensan en una Patria justa para todos, que preserve su identidad nacional.”

Lo que es indispensable para que el pacto pueda realmente impulsar el desarrollo nacional es la compartición de una visión de nación. Esa visión debe concitar la lealtad partidaria y, al mismo tiempo, dejar espacio para disidencias menores que permitan la competencia electoral. La Estrategia del 2012 tuvo la intención de abrazar todos los retos y tareas, pero no fue producto de un pacto nacional porque el partido en el poder la impuso con su mayoría congresual. La lección aprendida entonces es que la “visión de nación” pro-pacto no debe ser tan abarcadora sino una delimitación de prioridades en que concurran las voluntades políticas. El gobierno de turno deberá ser el encargado de ejecutar la mayoría de las acciones, pero los partidos arrimarían el hombro en algunas cuestiones.

El visionario Renso Herrera Franco no ha renunciado a su aspiración ecuménica y tiene una propuesta para facilitar la elaboración de la “visión de nación”. Usando su actual ubicación y cargo diplomático ha conseguido que UNRISD, un órgano de la ONU cuyo nombre en inglés es Research Institute for Social Development, y el Center for Future Studies de la Universidad de Dubai, elaboren una propuesta titulada “Capacity Building for and Establishment of Sustainable Development Strategy in the Dominican Republic”. La misma aspira a ser financiada por Corea del Sur y, de aceptarla las autoridades nacionales, los resultados podrían constituir la base para que los tres partidos mayoritarios elaboren su “visión de nación”.

Esta propuesta parece muy oportuna en tanto los ministerios de Hacienda y Economía hacen actualmente aprestos para fusionarse. Peter Drucker, un famoso teórico de la administración decía que “la estructura debe emerger de la estrategia”. De manera que la fusión de esos dos ministerios podría guiarse por el dictamen de la “visión de nación”. La propuesta resulta también oportuna en ocasión de que el BID este pidiendo una nueva estrategia “que garantice crecimiento sostenible, inclusivo y resiliente”.

El ingrediente faltante para el pacto político sería el de los mecanismos para que los partidos puedan seguir su proselitismo mientras a la vez prestan su concurso en la persecución de esa “visión de nación.”  Una posible fórmula para garantizar ese proselitismo partidario seria la de que cada partido presente una formula de solución a los diferentes aprestos de ejecución de la estrategia. Entre ellos pueden consensuar la que se vaya a aplicar y así los partidos se apuraran por conocer los problemas y, a la vez, encontrarle soluciones. Electorado entonces ira apreciando la efectividad de cada partido y votara en consecuencia. Por supuesto, trillar este camino implicaría que los partidos estén dispuestos a jugársela sobre la base de las propuestas de ideas y no sobre la diatriba política.

Dada su inclinación al consenso y su preferencia por los pactos, es muy posible que el presidente Abinader acoja la propuesta que trae Renso Herrera Franco. Habrá que ver si Leonel Fernández y Danilo Medina querrán acoger sus partidos a este patriótico esfuerzo para elevar el bienestar general del pueblo dominicano.  Así habrá que ver también cuanto patriotismo podría tener nuestra clase política por el “Paraíso Soñado” que compuso Manuel Sánchez Acosta.