Con su renuncia a una repostulación en el 2028, el presidente Abinader marcó un hito histórico. Emulaba así el desprendimiento de nuestro Padre de la Patria cuando por dos ocasiones este declinó el solio presidencial. Pero la fracasada propuesta de reforma fiscal ha abierto un panorama que amenaza con ensombrecer su figura histórica. Si se aboca a un segundo abordaje del reto fiscal las consecuencias podrían reducir sus méritos de estadista hacia el final del actual periodo de gestión. Él requiere pues una estrategia política alternativa para garantizar un positivo desenlace.

Al retiro de la reforma fiscal le ha seguido una miríada de opiniones que no son auspiciosas. Múltiples voces siguen reconociendo la necesidad de esta y piden un nuevo intento del mandatario. Mientras otras ofrecen recetas de diversa índole. Sobre el recorte del gasto las sugerencias hechas por las izquierdas y Participación Ciudadana, por ejemplo, dan una idea de lo amplio que sería el abanico de opciones. En todos los casos se nota, sin embargo, una olímpica desatención a los impactos inflacionarios de las medidas impositivas que pudieran adoptarse y a sus repercusiones políticas.

Las opciones que aparenta tener el mandatario para el resto de este periodo no son nada halagüeñas. Aun si acompañara las medidas tributarias con otras de control del gasto se estaría encolerizando a sectores poderosos y el resultante descontento complacería a la oposición. El espectro de una ola inflacionaria en tiempos cercanos a las elecciones podría comenzar a materializarse en el 2027.  En Colombia el gobierno tuvo que retirar del Congreso su propuesta de reforma fiscal y hasta el mismo FMI advierte que no pueden saltarse los aspectos políticos al tratar de imponerla. Las ínfulas electorales de los afectados podrían desde ya darle la espalda al mandatario.

Un draconiano programa de austeridad fiscal, por supuesto, causaría gran descontento entre los propios seguidores de Abinader, el PRM y algunos segmentos poblaciones afectados. Por ejemplo, si decide recortar la nómina reduciendo el número de empleados públicos y aplicando la vigente (pero nunca aplicada) Ley de Regulación Salarial del 2013 causaría un maremágnum de indignación. Algo similar sucedería si corta a la mitad el gasto en publicidad y la asignación a los partidos políticos. Y si se negara a pagar el barrilito y el cofresito y eliminar las exoneraciones de vehículos irritaría notablemente a sus propios legisladores. Todas esas consecuencias disminuirían su prestancia al despedirse del cargo.

En materia tributaria el mayor coro de voces recomienda enfocarse en el combate a la evasión fiscal. (Algunos alegan que sería la medida más progresiva porque los grandes evasores son los más ricos del pais.)  Si con un vigoroso esfuerzo se reduce la evasión del ITBIS de un 45% a un 25% y, en el caso del ISR de un 65% a un 45%, se lograrían los recursos a que se aspira. Pero esas nobles metas causarían una oleada de inflación que impactaría tanto a la clase media como a los pobres. Lo mismo pasaría si la opción preferida fuera la de eliminar exenciones. En ambos casos los afectados traspasarían esos nuevos costos impositivos a los consumidores antes de las elecciones.

Lo mismo sucedería si se intenta reducir el monto del subsidio eléctrico. Según Celso Marranzini son 800,000 los usuarios que no pagan la electricidad. Y si el correctivo fuera atacar solo a los grandes consumidores, la repercusión fuera igualmente inflacionaria. Dar apagones a diestra y siniestra sería otra opción, pero esa tambien irritaría la epidermis de los afectados, aun si se limitaran a los barrios urbanos más carenciados. El disgusto generalizado se traduciría en menos simpatías electorales para el PRM.

Por supuesto, el presidente siempre tendrá la opción de seguir la trayectoria que los diferentes gobiernos han seguido en las últimas décadas. Es decir, seguir enfrentando la insuficiencia de las recaudaciones con endeudamiento. A nuestro juicio, el pais seguiría creciendo, aun sin haber logrado el “grado de inversion” de las agencias calificadoras. Pero el segundo periodo presidencial no exhibiría logros sobresalientes, afectando así el legado presidencial y el posicionamiento electoral del partido de gobierno.

Aparenta pues que, en el resto de su periodo de gestión, el presidente debe abandonar los aprestos fiscales para no embadurnarse ni hacerles daño a las posibilidades electorales de su partido. En esa materia solo debe eliminar o modificar algunos aspectos del gasto que sean particularmente onerosos, tales como el barrilito y la asignación a los partidos políticos. Tambien podría subir algunas tasas que, como los peajes, son particularmente ridículas. Pero todo lo que haga debe recibir aplausos y no críticas. Y para que no le critiquen la falta de acción debe encontrar otros caminos que le aseguren un sitial destacado en la historia.

¿Cuál sería entonces una estrategia política alternativa que le permitiría entrar a la historia por la puerta ancha? Obviamente, la lograda reforma constitucional conlleva una enorme trascendencia en cuanto al fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Pero muchos analistas ya han advertido que ese logro, aunque trascendental, no percola al electorado. Es preciso entonces buscar iniciativas que puedan impactar a los votantes y que produzcan un legado superior en el segundo periodo de gobierno. Y para eso hay que pensar “fuera del cajón”.

Son por lo menos tres grandes medidas que el presidente Abinader podría adoptar para asegurar el buen posicionamiento electoral del PRM y ungir su memoria como trascendente. Una primera seria la dolarización de la economía. Aunque en los casos de los paises latinoamericanos que lo han hecho (Panamá, Ecuador, El Salvador) han sido las crisis las causantes, en nuestro medio la medida sería dirigida a consolidar la estabilidad macroeconómica y rebajar las tasas de interés principalmente. En un pais turístico se facilitarían y disminuirían tambien el costo de las transacciones.

Una segunda medida sería la de vender, usando el musculo legislativo que tiene el PRM, el Banreservas, Punta Catalina, las Edes y los hoteles del estado. Eso le generaría al gobierno suficientes recursos para aminorar el déficit fiscal en lo que resta del periodo. Pero tambien acarrearía una aprobación mayoritaria de la poblacion si los recursos obtenidos son invertidos en los renglones a que aspiraba la propuesta de reforma fiscal (en especial la atención primaria). Esos activos deberán venderse de tal forma que se prevenga y disminuya los oligopolios existentes en los respectivos mercados.

La tercera medida sería la de contribuir con US$1,000 millones –en calidad de préstamo concesional– al mantenimiento de la fuerza de paz de la ONU en Haiti. Asumiendo que la fuerza que se despliegue se encargue de rescatar la seguridad ciudadana, la inversion nuestra conllevaría un altísimo redito. Nada mejoraría nuestra relación con nuestro hermano pais más que el desarrollo economico resultante. Sería una forma de intervención positiva que podría hacerse con el apoyo del mismo gobierno haitiano y con el de Kenia. Los recursos podrían provenir de las privatizaciones citadas y/o mediante una deuda con Kenia.

Los beneficios de esta nueva estrategia repercutirían más positivamente en nuestra economía que las medidas tributarias más progresivas que pudieran adoptarse ahora. Es dable asumir que el desarrollo economico y la estabilidad social y política resultantes disminuirían la pobreza significativamente a través de la creación de empleo y el aumento de las inversiones. En consecuencia, habría mayor justicia social.

Naturalmente, el mandatario tendría que reducir sustancialmente su trabajo de relaciones públicas para enfocarse en la materialización de esas medidas. Al mismo tiempo, su partido deberá ayudar con un vigoroso respaldo, a sabiendas de que los beneficios electorales de la nueva estrategia podrían asegurar que uno de sus miembros conquistara el solio presidencial. La mayoría congresual del PRM facilitaría las decisiones y, con la debida firmeza, la feroz oposición de los partidos opositores no podría detener la aplicación de esta retadora estrategia. Si no se adoptan las medidas propuestas, los logros hasta ahora obtenidos por el presidente Abinader palidecerán ante la historia. Pero si se adoptan la puerta ancha de la historia se mantendría abierta para el resto de su vida y de su memoria. Como dijo Schumacher, “lo importante no es como se comienza sino como se termina.”