“El proletariado no es la clase de los productores que el capital explota, la clase que el trabajo agota y que la revolución va a liberar. Es la clase de aquellos que, inhabilitados para ejercer la potencia de pensamiento que define al hombre, se arrogan, contra toda evidencia, la igualdad. […] Robar, he aquí el principio: no el robo de los bienes, sino el robo del tiempo. Tiempo robado al trabajo que da la vida, pero también al descanso que la repone. Tiempo para sustraerse a la alternativa que encierra la existencia obrera: trabajar o descansar para trabajar. Tiempo para vivir una vida improductiva, sin razón de ser: para leer, para pasear, para pintar, para soñar. Tiempo, sobre todo, para debatir, para perderlo en meetings y asambleas, en lecturas y controversias interminables. Tiempo para escribir, para trasmitir, para publicar el pensamiento de la igualdad.”
(Jacques Rancière, Noches proletarias. Los archivos del sueño obrero.)
El filósofo francés, Louis Althusser (1918-1990), fue uno de los pensadores marxistas más brillantes de la historia. En su obra Sobre la reproducción, detalló cómo lo que él llamaba “aparatos ideológicos de Estado” (AIEs) reproducen y diseminan la ideología de las clases dominantes de la sociedad. Estos aparatos serían: la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación, los deportes, etc. En fin, todos los aparatos culturales que reproducen los discursos imperantes en la sociedad, socializando a los individuos para que ocupen sus lugares “apropiados” en la división social del trabajo que reproduce la generación de la plusvalía sin la cual los capitalistas no pueden extraer sus ganancias.
Althusser, y otros como él, estaban convencidos de que la clase trabajadora —o el proletariado, en términos marxistas— necesitaba de una “vanguardia” tipo leninista para adquirir su “conciencia de clase” y eventualmente efectuar una revolución socialista que pusiera fin al capitalismo de una vez por todas. No obstante, un discípulo de Althusser se atrevió a disentir de su maestro: Jacques Rancière (n. 1940).
El joven e inquieto Rancière se preguntó qué exactamente era ese “proletariado” del cual hablaba siempre su maestro, con quien coescribió Para leer El capital (1965), junto a otros discípulos althusserianos. Durante los acontecimientos revolucionarios del Mayo Francés de 1968, Rancière rompió con Althusser por diferencias en torno a la interpretación de aquellos hechos. Fruto de sus investigaciones, el filósofo publicó Noches proletarias. Los archivos del sueño obrero en el año 1981.
Desafío radical y audaz a la visión paternalista y condescendiente de la clase obrera, Noches proletarias constituye una auténtica investigación fenomenológica y archivística acerca de la clase obrera francesa del siglo XIX. Demuestra que las obreras y los obreros participaron en movimientos utópicos y socialistas, dejando constancia de ello en sus periódicos, diarios y cartas. Leían a Virgilio, Homero, Rousseau, Voltaire, Fourier y Saint-Simon. Su enemigo real no era solo el capitalista, sino, sobre todo, la división jerárquica entre trabajo manual e intelectual. No leían para “capacitarse” para trabajar, sino para autoemanciparse intelectualmente, pues deseaban convertirse en obreras filósofas y obreros filósofos.
En su obra La transformación estructural de la esfera pública: Investigaciones sobre una categoría de la sociedad burguesa (1962), el filósofo y sociólogo Jürgen Habermas plantea que el surgimiento de una “esfera pública” burguesa en algunos países de la Europa occidental —salones literarios, cafés, etc.— condujo a transformaciones sociopolíticas como la creación del partido de los jacobinos radicales franceses, liderados por Maximilien Robespierre, que ejecutarían la Revolución Francesa, dando inicio a la modernidad capitalista.
En la República Dominicana contemporánea, donde nuestro país está siendo vendido por pedacitos al mejor postor, el Estado capitalista está clausurando o privatizando los espacios públicos muy agresivamente y llevando a los pequeños negocios, como los de la Zona Colonial, a la quiebra, todo en nombre del “progreso” y en beneficio exclusivo de los grandes intereses capitalistas.
La burguesía en el poder teme a lo que pudiera ocurrir si se permitiera al pueblo dominicano tener y gozar de los espacios públicos que son suyos por ley. Sabe muy bien cómo surgieron los jacobinos, y saben muy bien que al proletariado de nuestra nación no se le debe permitir sus noches proletarias.
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