Desde su primera gestión, el presidente de la República, Luis Abinader, prometió la construcción y traslado de recintos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), al municipio Santo Domingo Este y a las provincias Dajabón, Elías Piña, Bahoruco (municipio Neyba), Santiago Rodríguez, Sánchez Ramírez (municipio Cotuí), Hato Mayor, Azua, Peravia (municipio Baní) y San Cristóbal. La mayoría de esas provincias y municipios son de bajo perfil socioeconómico.
En reiteradas ocasiones, el primer mandatario ha sostenido que ha convertido la UASD en una “verdadera institución nacional”. El 22 de agosto de 2024, en Hato Mayor, entregó la denominada tercera Ciudad Universitaria y precisó que hay otras tres en construcción: Santiago Rodríguez, en Sabaneta; Cotuí, en la provincia Sánchez Ramírez, y Neiba, en la provincia Bahoruco.
En torno a lo anterior, es importante señalar al presidente Abinader, que sin nuevas extensiones, la UASD es una institución nacional. Tanto por su historia, como por la gran mayoría de los profesionales exitosos que ha parido este país son egresados de sus aulas. Esos jóvenes fueron desde el interior a Santo Domingo, hicieron múltiples sacrificios familiares, se formaron con esfuerzo y disciplina, a pesar de las vicitudes que muchas veces impone la vida.
Señor presidente, este país no necesita más extensiones de la UASD, necesita más politécnicos. Nuestra economía precisa formación estratégica en oficios que permitan integrar técnicos en áreas de interés según la realidad de cada demarcación. No es justo que el propio Estado promueva y ejecute la construcción de extensiones universitarias para acreditar profesionales que luego no podrán ejercer carreras que no se corresponden con la oferta y demanda del país, así como de su localidad.
Dicha medida, solo genera expectativas que lamentablemente no serán materializadas. Sin embargo, cuando se diseña, planifica y construyen politécnicos, los jóvenes bachilleres egresan con un oficio técnico que les permite insertarse en el mercado laboral de sus propias comunidades. Por tanto, ganan dinero, colaboran de inmediato con su familia, dinamizan la economía local y, los que tienen vocación, continúan estudios universitarios.
En tal sentido, el Estado dominicano, a través del Poder Ejecutivo, debe crear condiciones reales para que esos oficios técnicos estratégicamente diseñados según la realidad de cada provincia, se conviertan en micros, pequeños y medianos empresarios, inyectándoles capital y promoviendo la implementación de nuevas tecnologías. Solo así se cumple con el propósito de un Estado social y democrático de Derecho, porque se piensa en la dignidad de la gente.
En fin, construir por construir no aporta nada al desarrollo y a la institucionalidad anhelada. Este país merece líderes comprometidos con un programa de nación basado en realidades, no en promesas. La clase política debería tener la madurez suficiente para definir el país que queremos sin importar banderas políticas. Aquello de que la “visión” y “el librito” es lo que prima, debería quedar en el pasado.
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