Porque: El hombre sin carácter no conoce lo que es la lealtad ni consigo mismo.
El agua que no corre se
estanca. La mente que
no trabaja, también.
Víctor Hugo.
Ya al parecer nada es nada para nosotros como pueblo. Siempre es lo mismo, mientras el tiempo pasa cual ave rapaz sobre nuestra existencia, como si fuese cualquier cosa. En tanto, día a día nos ahogan con manipuladas estadísticas, llegando al colmo de que ya hasta contamos, encabezada por uno de nuestros nuevos pontificados y artificiosamente elaborados héroes, con cifras de hecatombes, muertes y desgracias mediáticamente manipuladas que solo sirven para enaltecer acomplejados egos que, por demás, nos salen bastante caros.
A esto le siguen maquilladas contabilidades proporcionadas por venales ministros y hasta por encumbrados abogados, más que bien pagados con el erario, que solo representan los intereses de grupos muy selectos e insaciables en sus nunca satisfechas ambiciones políticas y económicas, pero que, en tanto esto sucede, la paupérrima realidad, convierte en esclavos de la pobreza, en el mal vivir y la inseguridad en todas sus manifestaciones, a la gran mayoría de la cantinflesca población dominicana.
Pero, aun así, en medio de este desgaste moral y de principios, el mundo continúa girando y esta isla junto a él, mientras los políticos y los dueños del país -literalmente es así-, ya que no hay empresa alguna con gran poder económico, donde no aparezcan las mayorías de ellos como principales accionistas, dentro de sus prejuicios, incluyendo los religiosos, se encargan principalmente, de la degradación, tanto del medio ambiente como en el desempeño humano, incluyendo lo ético y lo moral, sin que piensen en el futuro país que dejarán a las próximas generaciones, que no sea la mayor cantidad de dinero que hoy puedan amasar sin importar el cómo ni su costo.
Es por eso por lo que dijimos que, aquel que en su esencia nace como un miserable, aun y llegue a ser político -reitero- perdón, quise decir rico, de igual manera continuará siendo un miserable. Y es que esos políticos, funcionarios civiles, militares y policías sin carácter y con un comportamiento político clientelista partidario, no han querido entender que ahora la clave que necesita el país para combatir las amenazas que atentan contra él -así como sucede en las guerras modernas que la clave no es ya tanto la táctica en sí, si no, la logística-, en nuestro caso, es la educación.
Sí, no necesitamos más “onorables” para hacer más leyes si no, más honorables para verificar que las leyes existentes se cumplan y más las relacionadas con la educación, indistintamente de los intereses partidarios o relacionados con la repartición del famoso 4%. Honorables que le pongan fin a la proliferación de “universidades” – incluyendo la oficial-, cual si fuesen cadenas de farmacias regenteadas por albañiles. Honorables que les pongan fin legal a la ilegalidad de un sindicato que solo es forjador de unos cuantos millonarios mientras la educación se arrastra por el suelo y solo los intereses políticos de sus dirigentes son los que importan.
Honorables que deberían demostrar su inteligencia, no solo al elaborar o contratar a otros para que redacten proyectos de leyes y resoluciones, sino también para pensar lo siguiente – que podría muy bien llegar a materializarse y, todo esto, sin ser un Nostradamus o algo parecido-: Visualizamos, que dentro de unas 4 o 5 décadas se producirá un decreto por parte del Sr. presidente Pie donde declarará que, con el fin de incrementar las relaciones comerciales entre la Rep. Dom y la Rep. de Haití, queda levantado el uso de visa para transitar entre un país y el otro. Dado en esta isla un día cualquiera de un año cualquiera. De darse esto, hay que tener la seguridad de que los “onorables” de rapiña aplaudirán. ¡Sí señor!
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