Hay momentos que nos transforman para siempre. Uno de ellos fue el nacimiento de mi hija, Melanie Juliette, cuyo cumpleaños celebramos hoy 23 de junio con el corazón pleno de amor y gratitud.

Durante meses, me preparé para la llegada de un varón. El pronóstico médico era claro: vendría un niño. Con esa certeza en mente, había elegido un nombre masculino, uno que nunca llegaría a pronunciarse con el mismo sentido. Como militante de izquierda elegí Enver Vladimir. Pero la vida, con su talento para lo inesperado, me dio una lección: nació una niña.

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Y no cualquier niña. Nació con una luz propia, como si el universo quisiera compensarme con creces. La llamé Melanie, en honor a la artista cuya voz acariciaba las fibras del alma, y Juliette, un nombre que vino como susurro suave a completar su identidad luminosa.

Melanie Juliette. Un nombre que no fue planeado, sino revelado. Como se revela una canción en el silencio, o una flor en medio del invierno.

En sus primeros días, mientras la arrullaba entre mis brazos, volvieron a mí los versos de Melanie Safka:

“Some day I’ll be a lady dressed in lace,

My hair Will Flow the wind’s soft blow upon my face.” (“Algún día yo seré una dama vestida de encaje, mi cabello fluirá con suave brisa del viento sobre mi rostro”).

Allí supe que no estaba simplemente ante una hija: estaba ante una promesa hecha carne. Su risa heredó la ternura de mi madre Elvira Mercedes Reyes, y su mirada, la fuerza tranquila de mi padre Andrés Avelino Disla. Su físico recoge a ambos, como si el amor que les tuve se hubiera condensado en ella.

Ella es la metáfora más perfecta del amor: una semilla de ternura que brotó en mi corazón herido, una melodía nueva que cura el silencio de la ausencia.

Cada cumpleaños de Melanie Juliette no es solo una celebración de su vida, sino una reafirmación de la mía. Ella es más que mi hija: es mi ancla, mi norte, la dulzura que desafía las tormentas.

Gracias, hija, por llegar como llegaste: rompiendo los pronósticos, cambiando mis planes y llenando mi vida.

Julio Disla

Estudió Comunicación Social en Universidad de La Habana, con un posgrado sobre Prensa Internacional en el Instituto Internacional José Martí, en Cuba. También estudió Pedagogía Mención Ciencias Sociales en el Centro Regional Universitario del Noroeste (CURNO), extensión de la UASD. Laboró como periodista en el Nuevo Diario, El Hoy y El Nacional de Ahora. También para los noticieros radia Noti tiempo, Radio Comercial, Acción Informativa, Radio Acción, Santiago y Disco 106, en la capital. Fue director de prensa de la Agrupación Médica del Seguro Social. Ha escrito varios libros; entre ellos De Pueblos y Héroes, Onelio Espaillat, ejemplo de firmeza y Agenda de la Libertad. Reside en Estados Unidos.

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