"La corrupción y la hipocresía, no deberían ser productos inevitables en la democracia. Cómo sin duda lo son hoy". M. Gandhi.
Paciencia, pareciese ser la clave para sobrevivir más o menos bien dentro de este mundo que se ha hecho confuso, incierto hasta para las más mínimas creencias. Ya nada asombra si tiene que ver con la vergüenza y todo lo aceptamos con resignación y hasta con amargura, pensando en lo poco que podemos hacer para protegernos de la enorme cantidad de castigos verbales y físicos que a diario recibimos de seres de difícil calificación humana y hasta política.
La desconsideración, la burla o la insensatez de algunos políticos nos abruman, aunque quizás, por allá, por el Sur profundo, por esa zona conocedora de las penurias, se haya hecho común que, una vez convertidos en políticos y dejar la miseria atrás, ese sea el comportamiento que adoptan, desprovisto de sensibilidad humana, y la desfachatez sea lo que prime. Decimos esto porque no encontramos otra explicación para que un hijo aventajado de esa región haya olvidado la realidad de las cosas.
Un claro ejemplo de lo antes tratado sería; ¡nunca las finanzas públicas fueron manejadas con tanta “corrección” …! Qué barbaridad, olvidar de manera tan expedita la devolución de miles de millones de pesos al Estado, producto directo de esa misma llamada corrección, sin hablar de nada eléctrico, porque ahí sí es verdad que se produjo un cortocircuito de magnitud tal, que no cualquiera puede contabilizar el daño causado; sin hablar que, tampoco existen las cantidades necesarias de “mochilas” donde guardar todo lo demás que, poco se ha tratado pero, tenemos que continuar escuchando cosas que quizás solo sean palabras tendentes a crear algún efecto en el pueblo, que permita crear algún que otro famoso álbum de la corrupción para que vuelva la memoria a estos “onorables” líderes que niegan hasta su existencia.
Decimos esto porque no encontramos otra explicación para que un hijo aventajado de esa región haya olvidado la realidad de las cosas.
Conocemos muy bien que cuando algo debería fluir —como la democracia— y no lo hace, antes de la violencia o la brusquedad para que lo haga, primero hay que buscar la causa por la cual no se produce esa fluidez y, en ese momento, tendremos la solución del problema que, en cuanto nos toca, deberíamos, para iniciar, ir aboliendo por siempre la frase que nunca debió ser pronunciada y que tanto daño le ha causado a este pueblo, es decir: “Los presidentes no caen presos”.
Por eso, este o cualquier otro gobierno, junto a sus asesores, teóricos ilusos o no, nunca deben olvidar la historia para llevar a cabo determinadas acciones que ya han ocurrido en el pasado y que, se ha demostrado más tarde o temprano, que solo conducen a penurias y desgracias, todo, por pretender desconocer que los pueblos son cual si fuesen una vejiga llena de aire o fluido, la cual queda sujeta a aquel principio de Pascal desconocido por muchos, cuando demostró que toda presión ejercida sobre un fluido —y el pueblo es eso— se transmite íntegramente a todas las partes planas de la pared, sea cual fuese su orientación. ¿Se entiende? O quizás, más claro, ¿ese momento, cuando se produjo esa sentencia de que los presidentes no caen presos, debería pasar a nuestra historia como uno de los más aciagos? ¡Sí, señor!
Compartir esta nota
