Siempre he tenido la costumbre de pasar unos días en algún hotel; es mi forma de descansar y de escapar de la rutina.
Desde que mis hijos eran niños acostumbrábamos a compartir momentos para reafirmar los vínculos madre-hijos. Escogía un hotel que no habíamos ido y nos pasábamos un fin de semana, luego cambiamos por turismo de ciudad en diferentes países.
Con el correr de los años aprendí a disfrutar de los mismos en soledad ya que mis hijos tenían sus propios compromisos.
Esta pasada semana me la pasé descansando en un resort, pero lo curioso es que no hice absolutamente nada distinto de lo que hago en mi casa. Soy rutinaria y cada día tengo mis rituales. Levantarme, bañarme, tomar mi café, mojar mis plantas, rezar y observar la naturaleza.
Cuando comencé a disfrutar de los hoteles en soledad, hace ya muchos años, desde bien temprano me iba a dar un paseo por la playa, si estaba en un hotel de playa o por los senderos si estaba en un hotel de montaña. Exploraba el ambiente y me disponía tan pronto podía ir a darme un chapuzón primero en el mar y luego en la piscina.
Esta vez ha sido diferente.
Despertaba igual que en mi casa, encendía la televisión y me ponía a ver noticias. Cuando consideraba suficiente tiempo, disfrutaba de mi baño diario y salía a desayunar. Pero… qué curioso, mi desayuno era idéntico al que acostumbro a tomar cada día. Unas tostadas, una lasca de queso y una taza de café con leche. Mi almuerzo no es que fuera tan diferente. Un poquito de arroz bañado con habichuela y un trocito de carne. Talvez un poco de zanahoria hervida y unas vainitas, pero nada más. Para cenar apenas una tostada con un té de menta o manzanilla.
Luego de cada comida me iba a la cama y me tendía un gran rato. Esta vez me pasé todo el tiempo viendo el torneo de tenis de Wimbledon.
La piscina la vi, pero no me dio deseos de involucrarme en ella. El precioso Mar Caribe lo observé de lejos. Pero no crean que me aburrí o que no disfruté. ¡Qué va! No hay nada que distraiga más que observar el entorno.
Un resort es el mejor medio de conocer el comportamiento de la gente. En el comedor sabemos quienes son de aquí y quiénes de otros países, los platos de los nuestros, algo cultural, son “lomas” como le llamamos al exceso de comida que no le cabe más. Aunque lo peor de todo es que no se lo pueden comer y dejan ese gran desperdicio y se van tan tranquilos. Los turistas se sirven un poquito y generalmente vegetales y frutas, no importa el momento.
Hace muchísimos años me encantaba ver el show nocturno, pero ahora, en los últimos cinco hoteles que he ido, no pierdo mi tiempo, son aburridos y feos. Espero el inicio antes de abandonarlo, por si acaso me sorprenden.
En las piscinas la gran cantidad de niños voceando y dando saltos hace que no sea un momento de relax, al contrario, es para desesperar a cualquiera.
En esta ocasión coincidió que se estaba celebrando un torneo internacional de adolescentes de voleibol y de beisbol, hembras de voleibol de playa y varones de beisbol. Lo que más llamó mi atención fue el comportamiento en el actuar, el hablar, el servirse la comida, todos acompañados por sus padres.
Ojalá pudiéramos incentivar los deportes en los niños porque estos disciplinan, pero si no hay formación de hogar de nada valdrá.
Mi gran conclusión: “Ya estoy vieja, porque con todo lo que hacía y disfrutaba antes, ya no lo hago, prefiero descansar en una cama, leer, escribir, ver televisión y más que todo, observar”.
Pero mi disfrutar actual no lo cambio por nada. Mi casa es lo máximo, ella me proporciona la paz, la alegría y la tranquilidad que necesito y lo principal, disfrutar de mis hijos y nietos.
Compartir esta nota