Hay que reiterarlo. Los derechos humanos son para todas las personas. Cuando se garantizan para unas, se mantienen para otras. Garantizar los derechos de aquellos cuyas ideas (u otros asuntos) nos disgustan significa cuidar los nuestros.

Así que apostar por los derechos humanos no es solo idealista, es una decisión política práctica, sobre todo si no pertenecemos a la élite. (Alerta de espóiler: tener un trabajo relativamente bien pagado y conducir una yipeta comprada a plazos no te convierte en parte de la élite, quizás ni siquiera en integrante de la clase media).

Pero en el Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se argumenta desde el pragmatismo. Se apela a la mejor parte de nuestra humanidad: la solidaridad, la fraternidad. "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros", dice el artículo.

Nadie nos puede obligar a comportarnos fraternalmente, pero es un ideal por el que vale la pena apostar. En lo que el ideal llega, existen las leyes, las instituciones y, sobre todo, la presión social para hacerle saber a cierta minoría ultraderechista y desubicada que la libertad, la dignidad y la igualdad con las que nacemos no se borran cuando emigramos. Nadie puede ser discriminado por su origen nacional. Por esta razón, la medida tomada por una compañía de autobuses de impedir que las personas haitianas aborden sus guaguas es no solo ilegal, según nuestras propias leyes, también contradice el espíritu de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que el país es signatario.

Más allá de la legalidad, el intento de aplicar tal despropósito influye en que se cree un ambiente de discriminación que no solo pone en riesgo a los haitianos, sino a todo el que sea sospechoso de serlo; y según quien mire, ahí podemos estar incluidos tú y yo, y la mayoría de los dominicanos y las dominicanas.

Ante intentos semejantes, protestemos, protestemos y volvamos a protestar: por ellos y por nosotros.

Incluso si tú crees que nunca podrías ser confundido con un haitiano, protesta. Cuando se discrimina a un grupo, con el apoyo o el silencio cómplice de parte de la sociedad, se da licencia para discriminar a otros y a otros hasta llegar al tuyo, hasta llegar a ti. Y el grupo en el que te coloquen puede ser real o arbitrario, como el fanatismo o el abuso de poder.

Si la solidaridad no te alcanza para defender lo justo, que al menos el sentido de sobrevivencia no te falte. Aún estamos a tiempo.

*Canoa Púrpura es la columna de Libertarias, espacio sobre mujeres, derechos, feminismos y nuevas masculinidades que se transmite en La República Radio, por La Nota.

Riamny Méndez Féliz

Periodista

Periodista e investigadora. Coordina Libertarias, el segmento sobre mujeres, feminismos, derechos y nuevas masculinidades de La República Radio.

Ver más