Las quejas sobre el contenido, la forma y el discurrir de la presente campaña electoral son tan diversas como diversos los sectores que las formulan. Entre los lamentos prevalece el carácter poco diferenciador de las propuestas de los principales candidatos presidenciales, la abismal diferencia en cuanto a la intención de votos que, según las encuestas, separan quien está primero de los demás contendientes y la limitada intensidad de las actividades proselitistas de las colectividades y de los candidatos en liza. Si bien estas cuestiones son importantes a la hora de valorar el discurrir de la campaña, habría que tomar en cuenta otras que, presentes en ella, son claves para el futuro inmediato y mediato de esta sociedad.
Con relación al tema de las propuestas, se ha dicho de múltiples formas que estamos ante la situación de tener un presidente que busca la reelección, por lo cual es lógico que sus propuestas descansen esencialmente en lo que entiende los logros de su gestión, la profundización de éstos y de nuevas realizaciones. La oposición, dividida en su aparente unidad, se limita a la negación y crítica a los argumentos base del presidente/candidato. No tiene propuestas unificadas ni sustancialmente diferenciadoras. Los debates en que los candidatos presentaron sus ofertas al electorado, por su formato orientado a no hacer preguntas punzantes que molestasen a los candidatos (expresión del conservadurismo de sus organizadores), no ayudaron sustancialmente a definiciones sobre algunos temas cruciales.
El posicionamiento de los aspirantes en cuanto a intención de votos (mucho a poco a favor de uno) según las encuestas, indiscutiblemente impide el fervor que concita una polarización de las fuerzas de los postulantes y/o colectividades en liza. Esos factores contribuyen a esa forma y contenido “soso” de esta campaña que desde diversos litorales, incluyendo el oficial, motiva la queja de muchos. Sin embargo, para que una campaña sea un efectivo escenario para un debate donde se presenten proyectos de sociedad claramente diferenciadores es necesario que en estos participen fuerzas con ideas nuevas y con capacidad de que éstas sean asumidas por un significativo número de personas para defenderlas, en breve, que marquen claras diferencias. Aquí, ése no es el caso.
En los sectores donde más agudo es el lamento es en aquellos que se asumen progresistas. La propensión a la fragmentación y peleas entre esos sectores es proverbial en el mundo, pero aquí a veces se llega a extremos inverosímiles. Algunos, con extrema debilidad, participan solos, unos aliados con partido oficial y otros con partidos de la oposición, un archipiélago de ellos sataniza las elecciones en nuestro país, aunque la celebran en otros donde grupos progresistas logran buenos resultados y sobre todo cuando a través de ellas logran importantes conquistas en los poderes del Estado. Débiles, divididos y sin ideas, los sectores progresistas o de izquierda, están esencialmente fuera de la campaña y esta discurre repitiéndose en una sola nota. Como el Bolero de Ravel.
Lo peor de todo es que, sin presencia de las ideas de esa componente política en esta campaña, algunos grupúsculos de extrema derecha que marginalmente participan de ella se constituyen bocinas amplificadoras de ideas, sólo que estas son de contenido injurioso, infamante y de odio contra migrantes, grupos feministas y contra toda idea de libertad de culto, opción sexual y familiar de varios colectivos, de peñas, de opinadores enquistados en los medios televisivos, radiales y de redes sociales, como expresión dominicana de la internacional ultraderechista. Son grupúsculos electoralmente insignificantes, sólo la patológica megalomanía de sus candidatos los hace pensar que significan algo, pero son bocinas del trumpismo, el putinismo, el bukelismo, de la intolerancia, el racismo y del neonazi/fascismo.
La cantaleta de esa bocina que se oye en todo el mundo algunos la usan aquí en programas radiales de importante audiencia, en las redes sociales y en otros espacios. Son los altoparlantes que propagan algunas ideas que ponen en peligro la democracia en esta parte del mundo, son medios a través de los cuales se difunde el miedo, los fantasmagóricos “complots” internacionales contra la familia, la patria etc., los que niegan el cambio climático y ocultan los asesinatos de los ambientalistas que defienden la naturaleza de la depredación que contra ella cometen determinadas multinacionales. En esta campaña, a falta de ideas de los sectores progresistas, candidatos marginales difunden la ilusión del “orden perfecto”, el mito de la seguridad, el que “con Trujillo había seguridad” y otras fábulas que constituyen ejes transversales de todo tipo de totalitarismo.
Son éstas, algunas de las cuestiones importantes sobre las que debemos reflexionar no sólo a propósito de la presente campaña electoral, sino sobre el contexto en que discurrirá el próximo gobierno y sobre el presente y futuro de los progresistas, hoy más que nunca al margen de la realidad. Es una reflexión imprescindible para enfrentar de manera efectiva los serios desafíos políticos, institucionales y de inclusión social que tenemos por delante. Por consiguiente, las quejas por la forma y contenido de estas campañas son inconducentes si no hay cambio de actitud en la forma de hacer política y si no creamos real y colectivamente las ideas de la sociedad que queremos.