Un joven se levanta cada día en su modesta casa de un barrio de la ciudad. Sale a estudiar y trabajar y regresa tarde todas las noches. Ha logrado acceder a los estudios superiores porque cuenta con una universidad pública (como la Sorbona de París o la Complutense de Madrid) que ha sido la cuna de los más prestigiosos académicos y profesionales del país. Se siente orgulloso de eso, de ser uno de los casi 195,000 inscritos en pregrado y de que esa casa de estudios fue fundamental para derrotar al trujillismo, traer la democracia a República Dominicana y entregó decenas de mártires a la causa de las libertades, la soberanía y la justicia social.

Fiel al ideal de meritocracia y la movilidad social en base al esfuerzo, el joven se aferra a la oportunidad de estudiar. Pero una tarde, en un jardín de la universidad, encuentra a alguien que perturba el ambiente con un discurso destemplado y eufórico usando micrófonos y altoparlantes:

“Si usted cree que tiene la razón, atrévase. Demuestre que estoy equivocado. Si no, ¿cuál es el miedo? (…). La derecha es lo mejor (…) ¡A la UASD hay que derechizarla! (…). ¡Y vamos a privatizar, privatizar todo!”

“La peor de todas las formas de gastar es el dinero de otros en otros, y eso se llama el Estado, lo público, que no sirve para nada (…). El Estado, por naturaleza, no tiene el motivo del lucro y los beneficios personales (…). El Estado tampoco es doliente (…)”.

Piensa que para todos sería una aberración un pregón así en los centros públicos de salud, donde en 2024 se atendieron 42,313,776 consultas, emergencias, pruebas de laboratorios, imágenes y cirugías. Igual de aberrante sería que se hiciera en las escuelas públicas, donde estudia el 78% de los 2,664,028 escolares del país.

Pero la cosa se pone más interesante cuando el joven escucha un poco más a aquel extraño diciendo:

“Y está la naturaleza política (…) otra razón por la cual el Estado nunca va a funcionar. Porque en una democracia, ¿cómo se accede al poder? Por política, mediante partidos políticos y ganando elecciones (…) ¿Cómo se hace? Compañeritos, comprar votos, ofrecer cargos públicos cuando ganen. (…) Llenan y crean un nido de compañeritos corruptos que ni siquiera saben lo que hacen (…) ponen gente que no tiene ni idea de la función que tienen que hacer (…) Y crean un desastre en el cual la ineficiencia explota por los aires…”

Entonces el joven se va a una esquina y busca en internet. Allí encontrará que quien vocifera contra su universidad, contra el Estado, el gasto público y habla de incompetentes nombrados por amiguismo, es alguien que repentinamente llegó al gobierno en 2020 y que, sin ningún antecedente académico ni profesional en economía ni estadísticas, fue contratado en un Ministerio como “encargado de Desarrollo y Análisis de Datos Económicos”, figurando, curiosamente, en una nómina de “Nombramientos Temporales”, con un salario de 100,000 pesos mensuales hasta 2023.

Pensó en sus estudios, el salario, su familia, la casita, todas las barreras que tiene que romper en una sociedad donde impera el “sálvese quien pueda” y la ley del más fuerte, y quizás ahí asumió que ser llamado "el peor gasto", "nido de corruptos", era demasiado para soportar. Que aguantar tanto insulto y provocación no puede llamarse “debate” en la universidad más antigua de América. Y que él pasa demasiado trabajo sin meterse con nadie, y desde chamaquito aprendió que hay que respetar para que te respeten.

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Matías Bosch

Lic. en Ciencias y Artes Ambientales

Escribir para compartir una inconformidad que da fuerzas a estar vivos, un rechazo a dejarnos domesticar, y comunicarnos, hacer juntos un puente indestructible de palabras, ideas y sentires, donde todos enseñamos y todos aprendemos. Matías Bosch‎ Carcuro en Facebook

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