En el pasado mes de abril recibí una convocatoria de reunión de parte de la Magistrada Isis de la Cruz, Procuradora General Adjunta, Coordinadora de la Unidad de Comercio Ilícito de la Procuraduría General de la República.
Para mi sorpresa, las expectativas con relación a esta reunión eran muy diferentes a lo que terminó siendo, ya que además de todo el trabajo pesado vinculado al crimen, la corrupción y los delitos típicos con los que a diario brega el Ministerio Público, esta Procuradora General Adjunta tiene a cargo La Unidad de padres y madres “especiales”, desconocida para mi hasta ese momento, pero mi ilusión creció más cuando me detalló para qué estaba solicitando mi ayuda.
Me plantea que quiere hacer talleres de autocuidado para madres que trabajan en la institución y que tienen hijos e hijas neurodivergentes o con alguna discapacidad, esos que hoy, por la conciencia de inclusión, llamamos hijos e hijas “especiales”. Se me iluminaron los ojos y me dio mucha satisfacción que ella se preocupara por temas como estos en medio de tanto delito, me pareció una lluvia fresca en medio de todo el caos.
Me dice que quería aprovechar la celebración del día de las madres y preparar algo que ella misma denominó “Un respiro para mamá” de entrada me encantó el nombre por lo común de la frase, pero además por hacer alusión a lo básico de la existencia, respirar, el aliento de vida que nos mantiene presentes.
En seguida armamos el equipo de trabajo, el programa, la convocatoria y todo lo demás.
Consistió en un día completo para hacer un alto, poner límites y pensar en ellas. Se escucharon unas a otras, se solidarizaron, desayunaron y almorzaron juntas, recibieron ejercicios y estrategias para cuidarse en medio de las exigencias que conlleva ser madre de un hijo o hija “especial” en República Dominicana. Realizamos 3 talleres en los cuales participaron 51 madres que laboran en la Procuraduría General de la República.
Parte del trabajo realizado implicó reconocer las renuncias que han tenido que hacer por estar a cargo de los cuidados de sus hijos e hijas y aunque en general expresan las enseñanzas que esta situación les ha ofrecido y el agradecimiento por ellos, no podemos romantizar estas maternidades que con mucha frecuencia se viven en mucha soledad y desamparo. Como profesional de la conducta y con la oportunidad de dar uso a esta voz que me ofrece Acento, me siento en la responsabilidad de compartir estas renuncias pues de seguro que son comunes a la mayoría de las madres en estas mismas circunstancias, que además de trabajar, son las principales cuidadoras de sus hijos e hijas “especiales”:
- Han renunciado a su propia salud por la de sus hijos e hijas.
- A estudios profesionales, que han tenido que posponer o no hacerlos por falta de dinero o tiempo.
- Han renunciado a progresos o puestos laborales pues las exigencias de la situación familiar no se lo permiten.
- A la posibilidad de tener otro trabajo para mejorar sus ingresos por el tiempo que deben dedicar a los cuidados.
- A la vida social, a proyectos personales como viajar o comprar un vehículo.
- A relaciones familiares, amistades y de pareja.
- A ellas mismas.
Imagino que a los lectores se les hizo el mismo nudo en la garganta al leer, que a mí al escucharlas y esto no es un problema familiar particular, no, es una situación que amerita políticas públicas para estas familias que impliquen aumento de las alternativas de los servicios de educación y terapias, facilidades medicas para diagnósticos tempranos, sistemas de apoyo profesionales, institucionales, sociales, comunitarios, grupos de apoyo para estas madres y padres, en fin, la construcción de redes formales que den respuestas reales y que no tengan las madres que morir en vida ellas, para que sus hijos e hijas vivan.
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