A veces aún recibo la pregunta: “¿Y qué haces tú en política?”
La pregunta suele venir acompañada de una mirada de sorpresa, como si se tratara de algo incompatible con ser una persona profesional, de familia o, simplemente, honesta. Y es precisamente por eso que quiero volver a compartir por qué un ciudadano o ciudadana, como yo, decide participar en política.
Porque la política no es algo lejano. Está en todo lo que hacemos: en las decisiones que se toman sobre la institución académica donde estudian nuestros hijos, en el centro de salud donde nos atendemos, en la carretera por donde transitamos, en la calidad del agua que recibimos o en los espacios públicos que disfrutamos. Desde que nacemos hasta que morimos, la política incide —para bien o para mal— en nuestra cotidianidad.
Participar en política es mucho más que aspirar a un cargo electivo o movilizarse en una campaña en busca de votos. Se participa también desde el conocimiento, desde la técnica, desde la voluntad de servir y aportar. Creo firmemente que si más ciudadanos decidiéramos involucrarnos, sin importar el color con el que simpaticemos, comprenderíamos mejor cómo funciona el sistema y contribuiríamos a transformarlo desde dentro. Seríamos parte activa del cambio, en lugar de observadores desde la burbuja de la indiferencia —esa que puede ser muy cómoda.
He escrito y hablado sobre esto antes, porque me sigue pareciendo un tema vital. Vivimos en una sociedad donde el término “política” se ha cargado de prejuicios, donde se tiende a magnificar lo malo y olvidar lo bueno. Sin embargo, hay tanta gente valiosa, capacitada, honesta, con vocación de servicio, que cada día trabaja con entrega en el sector público. Personas que, probablemente sin hacer ruido, proponen ideas, construyen soluciones y defienden el bien común.
Participar en política es mucho más que aspirar a un cargo electivo o movilizarse en una campaña en busca de votos
Para mí, participar en política debe ser un compromiso con aportar lo mejor de cada uno, desde el lugar donde nos toque. Si uno tiene la oportunidad de servir desde una posición pública, ese compromiso debe expresarse con trabajo diario, con responsabilidad, con la frente en alto. Porque, al final, se trata de construir un camino colectivo, de cumplir con el deber de contribuir al bienestar ciudadano y al avance del país.
La diferencia con el sector privado es muy clara: aquí el propósito no es generar rendimiento para un propietario o un inversionista, sino generar bienestar para todos. Por eso creo que la política, cuando se ejerce con honestidad, es uno de los actos más nobles del ser humano.
Y sí, hay mucha, mucha gente buena y limpia en la política. Tal vez sus historias no se recogen en los medios ni se viralizan en las redes sociales —porque, reitero, no se magnifica lo bueno—, pero están ahí, trabajando cada día, convencidos de que el servicio público sigue siendo una de las formas más dignas de transformar la sociedad. Una sociedad que es nuestra.
La política nos concierne a todos. Y los buenos políticos existen: son los más, aunque a veces no hagan ruido.
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