Ciertamente, la capacidad de sistematizar y crear conocimientos es una de las grandes diferencias entre el ser humano y los demás seres vivos”.  -José María Durán Barba y Santiago Nieto-.

Los procesos internos del partido que me dio la oportunidad de ir escalando, lento, pero firme en las estructuras diseñadas para descentralizar las actividades propias de una institución llamada a corregir los vicios heredados o por heredar, cualquiera que sea al caso, de nuestros antecesores. Me enseñaron que la ciencia social más noble que las humanidades poseen es una variable constante en el vaivén de los pueblos, ávidos de todo aquello que por naturaleza les pertenece.

La política, como el agua, penetra, a veces en calma y otras en tormenta, cada espacio vital, arropa y deja a la intemperie todo lo que el hombre toca. Es un puente perfecto entre las disciplinas científicas y el conjunto social, al que afecta en su totalidad y cada una de sus partes, individualizando el bienestar o el dolor según su correcta o incorrecta aplicación.

De ella depende que todas las demás ramas del saber armonicen criterios en aras de resguardar el bien más importante sobre la tierra… la vida humana. Guarda una estrecha relación con el poder, el mando y la obediencia. Es por ósmosis la profesión obligada del hombre público. Fuerza centrípeta orientada al cambio, pues impacta, proyecta, resuelve y promueve el bienestar de la gente desde su nacimiento hasta la muerte.

Como la sociedad, también ha sufrido y sufre una crisis profunda que obliga una revisión y reestructuración acorde al peso de su caída. La causa de su descenso es un marcado desinterés de las nuevas generaciones en participar en actividades que promuevan, defiendan y aboguen por el establecimiento de un estado modelo, basado en principios éticos y buenas prácticas administrativas. Y, peor aún, el aprovechamiento de los actores de esa debilidad para promover figuras huecas, incapaces de articular una idea concreta sobre el impacto de una política pública en pos del bien común.

Un aspecto que no podemos ignorar y que ha generado desconexión entre la gente y los partidos como intermediarios por excelencia en el tema que nos ocupa, es sin dudas, la frágil inversión de estos en programas de formación para la adquisición de talentos que contribuyan al fortalecimiento y multiplicación del conjunto de ideas que los caracteriza. Generando un vacío ideológico que pone en evidencia su complicidad, por acción u omisión, en el deterioro argumentativo de la política partidista.

Hoy por hoy, la popularidad, el nivel de exposición y el enganche en redes sociales son la panacea de todo proyecto criollo que busque ocupar un puesto de elección popular en las trincheras electorales, dejando en un segundo plano el liderazgo, el compromiso, la vocación de servicio y la cercanía como elementos fundamentales del ejercicio del poder. La política que conozco, la que defiendo, en la que creo es la que ha sido capaz “de sistematizar y crear conocimientos” para el bien de las futuras y presentes generaciones.

Joan Leyba Mejía

Periodista

Periodista, Abogado y político. Miembro del PRM.

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