Con Gaza y Beirut en el corazón
Muchas manifestaciones de la piel y su sensibilidad están estrechamente relacionadas con las emociones. Este origen, que genera un vínculo estrecho, tiene una base científica sólida: el origen es embriológico, tanto la piel como el sistema nervioso central y periférico se originan en la misma capa germinativa, el ectodermo. Esta raíz común explica la conexión tan íntima entre la piel y la psique.
Los estados de preocupación excesiva suelen reflejarse en la piel con una amplia gama de síntomas: alopecia, acné, hiperpigmentaciones y otras alteraciones cutáneas, muchas veces de origen inflamatorio, pero con un claro trasfondo emocional. El tacto, además, es un canal de sensopercepción y es un componente y reflejo de los estados emocionales.
En pacientes con niveles de ansiedad elevados, que pueden formar parte de un trastorno mental más complejo, el contacto físico puede resultar insoportable. Muchas personas en estado de alerta constante rechazan el contacto piel con piel, lo perciben como una amenaza o agresión. En unidades psiquiátricas de pacientes agudos o crónicos es común que un acercamiento aparentemente inocente pueda desencadenar una crisis. Sin embargo, cuando el síntoma ansioso remite, estas personas suelen recuperar la afectividad corporal y vuelven a tolerar el contacto humano.
En el caso de patologías dermatológicas de origen idiopático, aquellas en las que no se identifica una causa clara, el abordaje es más complejo y las soluciones son menos inmediatas. En estos casos, es fundamental considerar el componente emocional y psicológico como parte del diagnóstico y futuro tratamiento.
En países como República Dominicana, con una importante medicina privada donde las autoderivaciones son muy frecuentes, en muy pocos casos se considera la valoración inicial por parte del médico internista. Este suele actuar como primera fase diagnóstica cuando se lo permiten, pero la mayoría de las veces no se acude por desconocimiento; normalmente, el paciente no entiende la importancia de que un médico tan completo sea el competente a la hora de hacer un diagnóstico o tener una intervención inicial dado que prácticamente maneja múltiples sistemas.
Sin embargo, es aún peor cuando se plantea la necesidad de una valoración mental. La cultura médica y social todavía muestra resistencia de los pacientes a considerar o aceptar una relación entre la piel y las emociones y por esto la intervención psiquiátrica en algunos casos es rechazada o anulada porque no comprenden la relación entra la piel y la psiquis.
Consideran que se están juzgando sus capacidades de control y equilibrio emocional y la mayoría de las veces la respuesta es: “Yo no estoy loco”. Muchos pacientes consultan por síntomas persistentes como descamación o picor y exigen soluciones rápidas del dermatólogo. Sugerirles acudir a un especialista en salud mental aún genera rechazo, ya que no se reconoce fácilmente el vínculo entre su estado emocional y sus manifestaciones físicas.
Aunque contamos con un gran volumen de información, especialmente a través de las redes sociales, esta permanece desorganizada, es mucha, complicada y en algunos casos también es mal interpretada, lo que genera mucha más confusión. Hoy en día todos los pacientes hacen una búsqueda de sus síntomas en internet, es una realidad con la que los médicos tenemos que convivir y que incrementa los cambios continuos a nuevas valoraciones para conseguir un diagnóstico y sobre todo una solución. Esta situación se convierte en un largo peregrinaje que cronifica el cuadro clínico.
La decisión sobre a qué especialista acudir sigue recayendo en el propio paciente, que decide en función de sus síntomas, muchas veces sin una guía adecuada. Además, el abandono de tratamientos es frecuente, los cambios son constantes, puesto que queremos soluciones milagrosas, sobre todo en sistemas donde la medicina está privatizada y carece de una red asistencial pública coordinada, por lo que se pierden las estadísticas y la información muy útil para la conformación de la historia clínica del paciente y los análisis estadísticos de incidencia y prevalencia.
La figura del médico de cabecera o “médico padre” en los adultos era antaño respetada y central en la educación sanitaria. Antes el médico de familia no solo trataba enfermedades, sino que orientaba, educaba y ayudaba a generar conciencia sobre la salud. Hoy, la relación médico-paciente tiende a ser más comercial y la atención médica corre el riesgo de transformarse en un privilegio, cuando debería ser un derecho universal. En los niños, en cambio, sí se mantiene un seguimiento adecuado por la obligación en el control de la vacunación por protocolos internacionales, así como por las circunstancias propias del periodo infantil. En el embarazo también concurren las mismas circunstancias, en algunos casos en los ginecólogos la continuidad asistencial es más estable.
En definitiva, la piel es el órgano más extenso y el reflejo de nuestros sentimientos. El verdadero corazón de nuestros sentimientos es la Piel.
Por ello, insistimos en la importancia de confiar en las recomendaciones de los profesionales y en tener paciencia: de hecho, el término “paciente” surge de esta condición, “la paciencia”. Muchas veces las soluciones rápidas no son estables.
Por último, son los ciudadanos quienes deben exigir un sistema de salud público sólido y de calidad, que además debiera mejorar las condiciones de los profesionales que lo conforman. Y tener presente una máxima esencial: la salud no tiene precio es un bien inmaterial de la humanidad.
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