El recién publicado documento sobre una Nueva Estrategia de Seguridad Nacional Norteamericana es un segundo corolario a la Doctrina Monroe de 1823. El primero fue el de Teodoro Roosevelt a principios del siglo XX. Según la nueva versión de Donald Trump, los Estados Unidos tienen como prioridad en nuestro continente la lucha contra las drogas, el parar las migraciones procedentes de América Latina y el Caribe; ubicar la inversión privada norteamericana en áreas estratégicas de la región y, por omisión, no priorizar los derechos humanos.
Este documento indudablemente ha sido bien recibido por Putin, por el primer ministro de Hungría, por los jeques de Medio Oriente y los Bukele y Milei de nuestro hemisferio. Entristecidos están los líderes liberales europeos, maltratados en el documento como pacientes enfermos, Ucrania y los países de América Latina y el Caribe que creen en la democracia.
Dado lo inestable de las acciones de Trump, uno se pregunta si esta nueva doctrina perdurará, al tiempo que admitimos que la democracia dentro de Estados Unidos cada día se está apagando más y con el apoyo de los jueces de su Suprema Corte de Justicia. También uno se pregunta por qué tanto énfasis en la lucha contra las importaciones de drogas cuando existen cárteles organizados dentro de los mismos Estados Unidos para mercadearlas y hacerlas llegar a sus ciudadanos y que no son combatidos.
El de Caucedo ha sido concesionado a una empresa de Medio Oriente. Los chinos querían el puerto de Manzanillo, pero los americanos se opusieron; pero llegado el momento de la licitación, no se interesaron en el mismo. Consecuentemente, la obra está siendo ejecutada por dominicanos
Para Estados Unidos, los sectores estratégicos en nuestro continente donde debe estar ausente China y sí Washington son: puertos, aeropuertos, telecomunicaciones, redes digitales, minas y el sector energético.
Pero desde el punto de vista dominicano, en la agenda bilateral, lo que más nos interesa es que Estados Unidos ayude financieramente para lograr la eliminación de los terroristas haitianos, y es por eso que nos ha decepcionado no solo la reciente declaración del canciller Rubio solicitando a los países latinoamericanos que contribuyan económicamente al financiamiento de las tropas que irían a Haití, sino también la perspectiva de que en febrero vence el estatus temporal de protección para los haitianos, lo que implicará la deportación de unos 350,000 haitianos a su país, y ojalá sea directamente y no a través del nuestro, dada la clausura de aeropuertos. Haití también está en la lista de 19 países a los cuales no se les seguirá otorgando ciudadanía norteamericana ni tarjetas verdes, y para colmo, hace pocos días el presidente Trump volvió a insultar a los haitianos con adjetivos peyorativos.
En cuanto a los aranceles, tanto nuestro país como Estados Unidos están violando el DR-CAFTA. Nosotros, porque seguimos limitando la importación del arroz norteamericano, aunque ya está vencido el plazo que lo permitía, y Washington, al establecer aranceles para productos de entrada libre bajo el DR-CAFTA. Por cierto, la semana pasada Trump aumentó el subsidio federal a la producción norteamericana de arroz. Con relación a las áreas estratégicas, en nuestro país no hay puertos chinos, como el de Chancay en Perú. El de Caucedo ha sido concesionado a una empresa de Medio Oriente. Los chinos querían el puerto de Manzanillo, pero los americanos se opusieron; pero llegado el momento de la licitación, no se interesaron en el mismo. Consecuentemente, la obra está siendo ejecutada por dominicanos. El aeropuerto de Caucedo está concesionado a una empresa europea y el de Punta Cana pertenece a una compañía donde los norteamericanos son accionistas importantes. En cuanto a las telecomunicaciones, México es dueño de Claro y los europeos de un Altice con problemas económicos y, posiblemente, en venta. Y es que el gobierno de Abinader ha bloqueado el acceso de China a zonas estratégicas.
A los norteamericanos les preocupa que el 5G esté en manos de Huawei, una empresa china, pero si se nos obliga a pasarlos a una compañía norteamericana, los costos subirían por lo menos un 30%. En cuanto a la minería, lo de las tierras raras está siendo estudiado por los norteamericanos. Desde los gobiernos de Leonel Fernández, en el sector de transporte terrestre, el metro lo construye una empresa estatal francesa, pero el de Bogotá, una china. Dudamos mucho que empresas norteamericanas se interesen en licitar para la Autopista del Ámbar o el tren entre Santo Domingo y Caucedo. En las áreas estratégicas, tan solo una compañía americana descuella, AES, en la generación de electricidad. El “nearshoring”, es decir, el traslado a nuestro país de empresas norteamericanas que hoy operan en China, nos conviene mucho.
Según la nueva estrategia norteamericana, América Latina y el Caribe son prioritarias para ese país y es necesario tener a esas naciones sometidas al control norteamericano. En fin, un neoimperialismo, otra vez una diplomacia de la cañonera en el Caribe.
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