Circunstancias que datan del régimen de los Duvalier (1957-1986) llevaron a algunos elementos de mi generación a aprender a dirigirse directamente a las autoridades: documentos administrativos, formularios, procedimientos, etc No se trataba de una cultura de diálogo, pero de particularidades de la dictadura que permitían al régimen mantenerse. Así, el poder seguía muy de cerca el funcionamiento de la administración.
En la administración pública, por ejemplo, el síndrome de fuga no era tan frecuente como ahora. En el momento en que escribo estas líneas, la primera especialidad de todo funcionario es la fuga. El ejemplo más elocuente fue el del presidente asesinado, cuando todos sus agentes de seguridad habían tomado la precaución de huir de la residencia, mucho antes del crimen. Casi 40 años después de la partida de los Duvalier (1986), conviene plantearse grandes interrogantes sobre la capacidad de las élites (o dirigentes…) para cambiar la miseria institucionalizada en Haití.
Porque la miseria haitiana, el mal funcionamiento de las instituciones y las catastróficas reuniones internacionales no son un accidente de la naturaleza. Se trata de una institucionalización extraordinariamente planificada. En primer lugar por los primeros beneficiarios, las élites de Haití. Hace 40 años, los Duvalier controlaban a sus hombres armados. Y todos los batallones militares. Esto hacía cierta originalidad en la compleja situación haitiana. En 2025, después de los «resultados» de sectores conocidos y que se evitan conocer, las élites haitianas parecen esperar a un salvador… Las mismas élites que estructuraron el mercado de la muerte.
A partir de 1915, la importación de mano de obra haitiana favoreció la prosperidad de las compañías azucareras americanas, instaladas en territorio dominicano. Desde su llegada al poder en 1930, Rafael Leonidas Trujillo y Molina se impondría como principal importador de la fuerza obrera haitiana. El postulado entonces emitido por el capitalismo americano era claro: «tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Haití» (Informe del Dr. Francisco Henríquez y Carvajal en 1931, Ministro Plenipotenciario de República Dominicana en Haití).
«Tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Haití» ha fascinado prácticamente a las élites políticas y económicas haitianas de varias generaciones. Gracias a los trabajos de los historiadores Julio Jean-Pierre Audain, Leslie Péan y también Gérard Jolibois, aprendemos: «Bajo el gobierno de Vincent, fue la hermana del presidente, Resia Vincent y un tal Luders que rebosaban de imaginación para crear las redes de reclutamiento de trabajadores haitianos para las empresas americanas que han invertido más de 50 millones de dólares – de ayer…– en el sector azucarero del país vecino».
Lo que es interesante en el estudio de estos dos países, es la increíble capacidad de las élites de Haití para elegir adjetivos y pretextos fantásticos. Sobre todo con los grandes avances que se hacen en la República Dominicana.
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