La República Dominicana, Estado caribeño con un acelerado desarrollo en materia de telecomunicaciones y tecnología, enfrenta hoy un debate estratégico poco explorado: su frontera espacial. En una era marcada por la revolución digital, la inteligencia artificial y la conectividad global, el espacio ultraterrestre ha dejado de ser un dominio exclusivo de las potencias y se convierte en un terreno de oportunidades, pero también de riesgos, para los países en desarrollo. Para el Estado Dominicano, el reto de definir, defender y aprovechar su espacio orbital se convierte en un asunto de seguridad, soberanía y progreso nacional (Unión Internacional de Telecomunicaciones, UIT, 2023).
Debilidades
El país carece de un marco jurídico robusto que regule de manera integral su política espacial. Aunque es signatario del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967 y de convenios de la ONU sobre el uso pacífico del espacio, la institucionalidad aún resulta débil para proteger su órbita satelital y gestionar recursos estratégicos, como las posiciones orbitales asignadas por la UIT. Además, la limitada inversión en investigación científica y desarrollo tecnológico coloca a la República Dominicana en una situación de dependencia de consorcios extranjeros para el acceso a servicios satelitales, desde comunicaciones hasta monitoreo meteorológico y seguridad (CEPAL, 2022). A esta carencia se suma la escasa formación de capital humano especializado en ingeniería espacial, ciberseguridad y gestión de datos (Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, MESCyT, 2024).
Oportunidades
La frontera espacial abre horizontes significativos. El desarrollo de proyectos de nanosatélites, que ya ha tenido avances con iniciativas académicas como el satélite QuisqueyaSat de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD, 2021), representa un camino factible para la República Dominicana en términos de costo y viabilidad. Además, el país podría convertirse en un nodo regional de investigación y servicios satelitales para el Caribe, ofreciendo ventajas competitivas en turismo, agricultura inteligente y monitoreo de recursos naturales (Banco Interamericano de Desarrollo, 2022). La cooperación internacional, especialmente con agencias como la NASA, la Agencia Espacial Europea y programas latinoamericanos (CONAE-Argentina; INPE-Brasil), abre la puerta a transferencia de tecnología y proyectos conjuntos. También, la creciente industria privada de satélites y telecomunicaciones brinda un espacio de inversión para alianzas público-privadas (World Economic Forum, 2023).
Amenazas
El espacio se ha convertido en un terreno de competencia geopolítica y militar. La República Dominicana corre el riesgo de quedar marginada en un escenario donde potencias globales y regionales aseguran posiciones orbitales clave para dominar las telecomunicaciones y la observación terrestre (OCDE, 2022). La saturación de frecuencias y órbitas disponibles constituye una amenaza directa: si el país no reclama y protege sus espacios asignados, podrían ser ocupados por intereses externos (UIT, 2023). Asimismo, la dependencia tecnológica expone al país a ciberataques, espionaje electrónico y vulnerabilidad en infraestructuras críticas, como las telecomunicaciones y los sistemas de navegación aérea y marítima (OEA, 2021). Finalmente, la falta de visión estratégica podría perpetuar la condición de “consumidor” en lugar de “productor” dentro de la nueva economía espacial.
Fortalezas
La República Dominicana cuenta con una ubicación geoestratégica privilegiada en el Caribe, lo que la convierte en un punto ideal para la instalación de estaciones terrestres de comunicación satelital (ITU-R, 2023). El dinamismo de su sector de telecomunicaciones, con operadores de alcance internacional, ofrece una base sólida sobre la cual proyectar avances hacia el ámbito espacial (INDOTEL, 2024). Además, universidades y centros de investigación ya han mostrado interés en formar programas de ingeniería aeroespacial, generando un capital humano incipiente que puede convertirse en fortaleza si recibe apoyo sostenido (UASD, 2021). La estabilidad política y la vocación de integración regional también constituyen ventajas en un campo donde la cooperación será clave.
Por lo que el compromiso se centra en comprender que la frontera espacial del Estado dominicano es, hoy más que nunca, un territorio simbólico y estratégico. Si bien persisten debilidades y amenazas que limitan su alcance, las oportunidades y fortalezas invitan a una visión de futuro que combine soberanía tecnológica, seguridad nacional e innovación científica. El reto radica en reconocer que el espacio ya no es un lujo de potencias, sino un escenario donde los países en desarrollo deben reclamar su lugar. Para la República Dominicana, la pregunta no es si debe mirar hacia el cielo, sino cuándo y cómo lo hará (MESCyT, 2024).
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