A escala mundial es evidente la estridencia de discursos cargados de odio, racistas, deshumanizando a los migrantes, profundamente machistas, negadores de la ciencia, impulsores de políticas autoritarias y justificadores de la explotación que el gran capital impone mediante el neoliberalismo.
Estos procesos de divulgación ideológica de la extrema derecha se apoyan en herramientas de distribución de mensajes en las redes sociales, perversamente construidos para movilizar emociones negativas mediante mentiras. Cuenta además con la participación fanatizada de jóvenes con déficits notorios de formación académica, creyentes religiosos integristas, adultos marginados de los procesos de desarrollo productivo, varones angustiados por la disolución de los roles machistas y una impresionante masa de individuos sumergidos en la estulticia más profunda.
No creo que la composición de los grupos humanos mencionados sea diferente a la que teníamos al final del siglo XX o cuando yo era joven, la gran diferencia es que las redes sociales permiten que todos hoy sean parte del vocerío social. Antes del Internet la opinión pública se expresaba en periódicos, revistas, radio, televisión y los encuentros de amigos y familiares. En esas instancias no había espacio para que los tontos tuvieran protagonismo y si en algún momento alguno saltaba con algún dislate, la burla generalizada lo obligada a recluirse en el silencio.
Antes que en las redes sociales, en la radio de micrófono abierto, sobre todo en países atrasados socialmente como el nuestro, cualquier insensato decía cualquier disparate al aire hasta que le cortaban la llamada. Ese modo de hacer radio tan poco profesional atraía por la curiosidad que generan en muchos los escándalos y el vocabulario agresivo. Ese tipo de plataforma radial se convirtió en negocio, con las llamadas bocinas, que eran contratadas por gobiernos, partidos de oposición y grupos económicos. Toda esa basura fue un adelanto de lo que hoy vemos en las redes apoyadas en Internet.
La información que se suministra por esas vías cuando trata de hechos notorios sesga el punto de atención de los consumidores de contenidos generando una perspectiva de túnel que bloquea la vista del cuadro completo.
Dos casos actuales. Un propagandista de extrema derecha es asesinado y la extrema derecha genera una corriente de sentimientos de pena (toda muerte merece la pena de todos, incluidos los miles de palestinos asesinados y la congresista demócrata asesinada hace dos meses) en base a que tenía familia tradicional y reducen su prédica a temas como su oposición al aborto. El mensaje está construido para excluir sus prédicas contra las mujeres, a favor de los abusos contra los migrantes, sus ataques al Papa Francisco y su defensa al uso de las armas, aunque genere -desde su óptica- víctimas como los niños de las escuelas, y al final él mismo fue asesinado por la proliferación de armas en Estados Unidos.
El otro caso ejemplar es que frente al genocidio de Gaza por parte del gobierno de Israel el mensaje en esas redes sociales es negar el uso de la palabra genocidio y únicamente centrarse en el ataque de Hamas en octubre del 2023. Las decenas de miles de muertos, sobre todo niños y mujeres, en Gaza son borrados. Para los consumidores de esa inmundicia de mensajes que tienen sentimientos religiosos fundamentalistas el mensaje es que Israel es el “pueblo de Dios” y todo lo que hace su gobierno algo tiene de divino.
Una consecuencia de ese tipo de discursos fascistoides para consumo de religiosos fundamentalistas es que en torno al aborto y la familia nuclear se atan voluntades estultas y se fortalecen los sentimientos racistas (los embarazos de las haitianas y de las palestinas no son defendidos) y un hondo rechazo a las mujeres, una misoginia profunda, ya que únicamente son válidas las familias blancas con padre, madre e hijos, siendo rechazadas las madres que tienen que criar solas a sus hijos por la irresponsabilidad de los hombres, y si son negras, ni se mencionan.
Si no se toman acciones para cambiar ese rumbo terminaremos viviendo como en el siglo XVIII o más atrás. La mujeres desaparecerán de la vida social y educativa (los Talibanes están marcando la pauta), posiblemente se restablezcan formas de esclavitud contra los que no son blancos, la ciencia se excluirá de la formación escolar y hasta podemos llegar a ver la quema de los que se consideran herejes o no creyentes. Si seguimos el camino perverso de Estados Unidos las vacunas serán prohibidas y se incrementará exponencialmente la muerte de niños por enfermedades que ya habíamos superado.
¿Qué hacer? La democracia debe construirse a partir de experiencias de organización de base, sean vecinales, profesionales, oficios, intereses diversos, ocio, etc. La política como simple escogencia de representantes nos conduce a aberraciones como la de nuestro actual Congreso y sus decisiones. Es importantísimo fortalecer la educación, formal e informal, para construir una ciudadanía crítica y capaz de crear nuevas realidades para el bien común. Esforzarnos en crear mecanismos de información y participación para el diálogo racional y defensa de la dignidad humana.
Se impone desmontar los discursos de la extrema derecha y su promoción del neoliberalismo, mostrando sus falacias y acciones negadoras de la dignidad humana. Ningún avance en el desarrollo humano a nivel político, económico, social o tecnológico puede ser considerado como un hecho definitivo. Cada generación debe fortalecer la democracia, el Estado de derecho, el bien común, el conocimiento científico y la dignidad de todo ser humano. Combatir la estulticia y el autoritarismo es tarea permanente para lograr una vida humana plena.
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