La Carta de la Paz dirigida a la ONU es un documento producido a fines de los años 80 del siglo pasado por Alfredo Rubio de Castarlenas en colaboración con José Luís Socias Bruguera. Es uno de los textos fundamentales del llamado realismo existencial y fundamento de la Universitas Albertiana. En su punto VIII señala que: “Los representantes actuales de las instituciones que han perdurado en la Historia no son responsables de lo sucedido en el pasado, pues ellos no existían. Sin embargo, para favorecer la paz, esos representantes han de lamentar públicamente, cuando sea prudente, los males e injusticias que se cometieron por parte de esas instituciones a lo largo de la Historia”. Esta cuestión es de gran relevancia, ya que los resentimientos históricos alimentados por generaciones que no tuvieron ninguna vinculación con hechos ocurridos hace décadas o siglos han gestado hostilidades entre pueblos, provocado guerras y genocidios. Identidades patológicas, nacionales y religiosas, se han nutrido del odio hacia los otros debido a ese tipo de deformidad mental y moral.

La propuesta de la Carta de la Paz motiva la reconciliación entre pueblos y comunidades, solicitando a los representantes de los Estados, religiones y todo tipo de instituciones a condenar discursos y hechos ejecutados en el pasado que provocaron dolor y muerte.

En ese contexto, la pasada semana el Ministro de Relaciones Exteriores de España presentó a la presidenta de México una declaración, que el gobierno de dicho país esperaba desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Señala el periódico La Jornada: “José Manuel Albares, quien por primera vez de forma pública y en un discurso oficial reconoció ‘el dolor' y ‘las injusticias' que sufrieron los pueblos originarios de México a lo largo de la historia, en concreto durante la Conquista del periodo colonial (…) esa es parte de nuestra historia compartida, no podemos negarla ni olvidarla”. Le antecede a esa declaración que la presidenta Claudia Sheinbaum había rechazado invitar al monarca español a su toma de posesión por el silencio como respuesta del Estado y Gobierno español a la solicitud de su predecesor. La declaración oficial del gobierno español la recibió ella positivamente.

El otro actor institucional a quien México le había solicitado una postura pública semejante era al Vaticano, por la complicidad de muchos papas, obispos y sacerdotes en los crímenes cometidos durante el periodo colonial español. En marzo del 2023, la oficina de Desarrollo y la de Educación del Vaticano, con la aprobación del Papa Francisco, rechazaron la doctrina del descubrimiento que se empleó para justificar por cerca de quinientos años los crímenes cometidos contra la población aborigen del continente americano y los millones de hombres y mujeres traídos desde el continente africano al nuevo mundo en condición de esclavizados.

El Vaticano invalidó la bula del Papa Nicolás V denominada Romanus Pontifex, del 1455, y la bula Inter Caetera que el Papa Alejandro VI emitió en 1493. Ambas justificaban la apropiación de los territorios y bienes de los pueblos encontrados en África y América, y la esclavización de sus poblaciones. La conquista y las guerras de dominación y exterminio contra esos pueblos era justificada por el Vaticano como parte del proceso de “cristianización”.

La mítica batalla del Santo Cerro en marzo del 1495, en cuanto relato, ya que nunca ocurrió en los términos que se cuentan, se convirtió en una justificación religiosa de que Dios (y su madre) estaban del lado de los españoles y sus crímenes, y en contra de los aborígenes. El mito de la Virgen de la Mercedes en el siglo XV en la isla de Santo Domingo es una réplica del mito de la Virgen de Covadonga construido para iguales fines en el siglo VIII en el norte de la península ibérica. Los sermones de Montesinos en 1511 colocaron la postura cristiana en su justo lugar, del lado de los aborígenes.

En febrero de 1992, el Papa Juan Pablo II imploró "el perdón del cielo" en la isla de Gorée, el "santuario africano del dolor negro", por el "pecado de esclavitud cometido por el hombre contra el hombre y contra Dios". (El País). Fue muy específico cuando mostró su dolor por la implicación de la Iglesia en ese pecaminoso negocio y los crímenes contra los pueblos originarios de América. No solo lo expresó en Senegal, sino también aquí en Santo Domingo al visitarnos con ocasión de la Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

España no es la primera en reconocer sus errores. Portugal el año pasado reconoció y lamentó su responsabilidad en el comercio de africanos esclavizados. Alemania ha manifestado claramente su pesar por los crímenes cometidos por su liderazgo político y militar en la Segunda Guerra Mundial y específicamente con el Holocausto. Es importante que este tipo de pronunciamientos ocurran y que las relaciones entre pueblos no se fundamenten en la amnesia histórica o la creación de mitos para justificar crímenes.

Pero hay actores políticos y religiosos negadores de las evidencias históricas y que militan por la conquista de todos los pueblos por parte de Europa y Estados Unidos. El año pasado hubo un despliegue de carteles en España promoviendo la gran mentira de que los conquistadores castellanos y españoles eran héroes y santos, y no genocidas y esclavistas. Esa propaganda la gestaron grupos católicos reaccionarios anidados en la Asociación Católica de Propagandistas, el periódico El Debate y el Grupo Educativo CEU. Ese núcleo de extrema derecha ha tendido redes hacia América Latina a través de Católicos y Vida Pública, que va reclutando líderes de derechas para radicalizarlos. Son una de las puntas de lanza del trumpismo en España y promueven la figura de Charlie Kirk como casi un santo.

La historia como ciencia está siendo asaltada por ideólogos integristas y enemigos de la democracia y los derechos y dignidad de todos los seres humanos. Se publican libros por autores que, más que demostrar su capacidad como historiadores, tienen como propósito difundir el racismo, la misoginia y la justificación de formas autoritarias de ejercer el poder para preservar los intereses económicos de las minorías más ricas. Hoy más que nunca se demanda lucidez, integridad y razonamiento crítico en el estudio de las ciencias sociales.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

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